PARÍS. El sábado pasado todas estas líneas debieron publicarse. Los acontecimientos de aquella noche del viernes en París las hicieron incompatibles con la realidad. En esa velada unos valencianos, como cada día, ofrendaban su manera de entender la vida gastronómica en la Rue Duhesme. Y en ello siguen.
Continuarán las tertulias en El Tast, embajada valenciana en un territorio donde si miras al horizonte, el Sacré Coeur. En el valle de barrios a sus pies despuntan los nuevos hitos de la modernidad parisina, una vez Saint Germain y Le Marais quedaron como establishment. En este Paris estrenado prima la refulgencia de South Pigalle, comúnmente SoPi. Por arte de la regeneración, brota la progresía local y se ofrendan como churros reportajes bajo el titular de ‘24h en Pigalle’. A su vera, en la frontera, el barrio 18º, con la misma cadencia, bajo el signo de una renovación que ha cambiado las coordenadas.
En el barrio 18º (“durante mucho tiempo zona marginal”, cuenta Víctor Serna) hay ambiente de pequeña ciudad dentro de la gran urbe. Colaboración, proximidad… El paseo confiere infinidad de capturas con las que fardar en el Snapchat. De repente, irrumpe Benimaclet. En sentido literal. “Hay muchos jóvenes que, después de hacer el Erasmus en Valencia, ven el bocadillo Benimaclet, lo reconocen, y vienen a propósito”. Esto es El Tast, la consumación de la cultura del 'esmorzaret' en la Rue Duhesme.
Nada de atrezo, nada de simulaciones, es simplemente un fragmento de la mejor Valencia luciendo desde principios de 2014 en la ciudad del amor, que en esta esquina parisina se transforma en devoción por el almuerzo y los productos de 'la terra'. En seis meses sirvieron mil bocatas Almussafes. No tomarás el nombre del 'esmorzar' en vano, debió pensar Vicent Llorens, cocinero, un tipo a punto de los treinta con una relación especial con París: “Desde pequeño la visitaba todos los años para asistir al salón internacional de la conquillología”. ¿La qué? “Sí, la feria internacional de la petxina”, se escucha en El Tast.
Con esos precedentes tuvo claro dónde poner pie para iniciar su aventura gastronómica: de Valencia a París. En su nuevo destino echó en falta el bullicio de los almuerzos de barrio, la llamada primaria del bocata a media mañana y su proporción áurea. Solución: traerse un pedazo de Benimaclet. Embarcado junto a Yonatan Ramírez, su aliado, fervoroso de las cervezas locales, comenzaron a incorporar nombres como los de Jordi, Víctor…
“La idea desde el principio fue acercar la cultura del bocadillo, del almuerzo, a un público francés desacostumbrado a ello. Tablas de embutido, coques de recapte, empanadillas de pisto con atún… Sí, un pedazo de Valencia en París”. Y horchata, elemental. Chufa artesanal provocando estragos. Hace unos meses un cliente se bebió dos litros del tirón. Bien que hizo.
Cultura de tasca
La escenografía en El Tast, sucursal de la verdad valenciana, recuerda a cualquier tasca vital en la que dos candidatos a la presidencia de la Generalitat podrían debatir bajo la moderación de Eugeni Alemany. Por un momento, y sin matices, uno vuelve a casa. La tasca del poble. En un rincón una revista (ejem…) con Oltra y Boluda en portada. Y todo bajo la cosmovisión de unos tipos jovencísimos, capaces ya de enamorar a sus vecinos a golpe de Instagram (“cada vez que subimos algo nuevo al día siguiente hay mucha gente que viene a descubrirlo”). Foodporn en vena.
Víctor Serna -agitador de la Valencia reciente, autor del webdocs como Vida a les catacombes de París, responsable de la imagen que proyectan- me cuenta cómo es la vida de los hombres Tast en el barrio. “El 18e arrondissement -uno de los 20 distritos- tiene una fuerte tradición de comercio local y vida asociativa, sería lo más parecido a Benimaclet o Ruzafa que podemos encontrar aquí. París es una ciudad cerrada en sí misma, rodeada de un área metropolitana de más de diez millones de habitantes, de la cual es dificil escapar, a diferencia de Valencia. No hay una huerta alrededor, no hay mar, desconectar mínimamente es más difícil…”, relata.
Uno de sus últimos reto estaba siendo el de hacer paellas… en la calle. “Hace un par de meses nos planteamos pedir una autorización al ayuntamiento del 18º para cortar un trozo de calle y hacer paellas un domingo. La funcionaria de turno parecía no comprender lo que le estábamos pidiendo. Cortar una calle de París para hacer un fuego de leña y cocinar para la gente. Le intentamos explicar en qué consistía”. La idea tendrá que esperar.
Además de bocatas Almussafes y Benimaclets quieren contar con aceite de oliva de Casinos y la Serra d’Espadà, quesos del Maestrat i l’Alt Palància, vinos de Utiel-Requena y la Vall d’Albaida… La geografía valenciana cosida ante ti, París. “Estamos seguros que serán productos bien recibidos por los franceses”, comentan los artífices. Porque El Tast no es una casa regional ni nada que se le parezca, solamente la plasmación del gusto por los sabores de sus vidas, compartidos con los parisinos.
Inevitablemente un imán para valencianos sensibles. “Lo más emotivo que nos ha ocurrido es tener como clientes a varios hijos de emigrantes de la Guerra Civil, todavía con el recuerdo vivo de su gastronomía de origen. Al escuchar hablar valencià muchos se emocionan, recuerdan a sus antepasados…”.
Esta es la historia de Vicent Llorens y sus compadres de El Tast, amantes de un París infinito. Seguramente solo un pasaje personal, también un símbolo de cómo conquistar nuevos públicos en territorio exterior con la identidad a cuestas, como un valor bien moderno, finiquitados los complejos y disueltos los clichés.