VALÈNCIA. Desde lo más alto del Miguelete se puede contemplar la Vàlencia del Vicente Gómez García (València, 1926-2012). En lo alto de esta torre el artista pudo pasar horas y horas, tal vez hasta años, analizando cada pequeño detalle de la ciudad para bocetearlo, para contar su relato y sumergirse en esta. En cuadros de gran formato y gracias a su vista de halcón el pintor valenciano logró retratar la ciudad en pequeños fractales, sin obviar ni el más mínimo detalle.
Ahora esta visión se encapsula en la Sala Parpalló del MuVIM a través de la muestra Vicente Gómez. La pasión artística por València, en la que según reza el texto de sala se puede contemplar la obra del pintor que “más obra ha realizado sobre València y durante más tiempo”. Según su hijo, Josep María Gómez, a lo largo de 60 años y a través de más de 460 cuadros. Todos no caben en una misma sala pero cincuenta de ellos cuentan varios períodos de la ciudad a través de sus ojos: Obras tempranas sobre la ciudad, la evolución de las vistas desde el Micalet, estudios sobre el nombre de València (historia, perimetría y arquitectura), los alrededores y hasta la intimidad de su estudio.
Esta exposición pone en valor la València pública -transitada por todos- y la privada en la que se ve la firma “íntima del pintor”, y que puestas en común hacen justicia con su arte. Francisco Teruel, diputado del área de Cultura, aclara que la muestra es una forma espléndida de exhibir, enseñar y difundir la obra de un pintor notable que ha sido un “gran desconocido para la historia artística” y para los propios valencianos: “Se obsesiona con su ciudad natal y consigue hacer una vista panorámica al extremo, es una representación cíclica única que consigue abarcar todo tipo de lenguajes y de estilos”, celebra sobre su trabajo.
Su obra, tal y como la analiza Gómez, logra trabajarse de una forma “geométrica, abstracta y simétrica, cubista, materialista y constructivista” entre decenas de estilos para conseguir rescatar su espacio a través del arte: “Lo que hace es ofrecer algo único para la ciudad, consigue capturar el momento de la València de la posguerra desde todo tipo de perspectivas. Comienza analizando una parte que podríamos decir es más tópica de València como el Corpus, el Palmar, l’Albufera… detalles más estereotipados pero necesarios de la ciudad”.
“Tras ello lo que hace es contemplar su visión arquitectónica y como persona de la València que le rodea. La exposición muestra una València en fractal y en gran escala”, añade el también pintor. En palabras de Rafael Company, director del museo, esta exposición es “la mejor forma de difundir y conceptualizar los espacios”, a la vez que se cuenta una historia del período de la posguerra y de un análisis de una ciudad en movimiento.
“Hay algo muy especial en las reflexiones del propio pintor, para él la ciudad es una capital histórica que hace de referencia y nacer en ella le permite verla desde un punto de vista único”, contempla Company, quien redescubre los espacios a través de las obras de Vicente. Defiende también que la muestra podría haberse titulado por La obsesión artística por València, porque al final su estudio es tan detallado y extenso que se convierte en una especie de fijación extraña: “Es una pasión invertebrada por la ciudad. También en el proceso de ser un artista de los años 70 y parte de los grupos de vanguardia decidió apostar por dar visiones de la ciudad que ama sin dinero de por medio, rinde homenaje a los paisajes por y para el pueblo”.
Con todo ello el visitante, valenciano o no, podrá disfrutar en la Sala Parpalló de un paseo inigualable a lo largo de 60 años de historia de la ciudad, con una visión totalmente completa del espacio y en la que poder descubrir el espacio con el privilegio de sobrevolarlo como harían los pájaros. Al final de la muestra su hijo desvela que se encuentra una parte que define su propio espacio, un vistazo al estudio de Vicente Gómez en el que se contempla la obsesión por dibujar cada pequeño detalle. Un cuadro se mete en otro y este a la vez muestra un estudio que se ve en otro muro de la sala, se ven todos los pequeños espacios que caben en uno solo que ahora está en el MuVIM, a la vista de todos sin el esfuerzo de subir los 207 escalones que llevan a la punta del Miguelete.