VALÈNCIA (EP). El Centre del Carme acoge desde este viernes la muestra Zoextropía. Lo bello posthumano, una muestra que estudia nuevas maneras de pensar las categorías estéticas de lo bello y lo siniestro a través de la producción artística contemporánea, con prácticas y maneras de proceder 'cyborg' en la frontera entre la ciencia y tecnología y lo humano y lo no-humano. La muestra la ha presentado este viernes el director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, acompañado por la comisaria de la muestra, María Morata y la artista Yvonne Roeb, una de las siete cuyas obras se exponen. Esta exposición es resultado de la convocatoria V.O. de comisariado del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana.
Zoextropía, que se podrá visitar hasta el 22 de septiembre, propone una selección de prácticas artísticas que se encuentran en la frontera entre ciencia y tecnología, y que abordan los límites entre lo humano y lo no-humano, entre lo bello y lo siniestro, y desde el contexto de las recientes filosofías de pensamiento que cuestionan el antropocentrismo. La exposición reúne obras de Marco Donnarumma (Nápoles, 1971), Renaud Marchand (París, 1952), Yvonne Roeb (Frankfurt, 1976), Suzanne Treister (Londres, 1958), Lu Yang (Shanghai, 1984), Pinar Yoldas (Denizli (Turquía), 1979) y Alan Warburton (Escocia, 1980).
Según Morata, este proyecto "investiga esta nueva forma de pensamiento, según la cual el poder y la inteligencia pertenecen a toda la materia y no solo a los humanos, superando así el antropocentrismo y la centralidad del sujeto del pensamiento occidental". Según esta teoría, "todos estamos conectados con una vitalidad independientemente de nuestra forma biológica".
En esta muestra, se utiliza el concepto de lo 'posthumano' en el sentido que le da la filósofa italiana Rosi Braidott, para quien lo posthumano entra "dentro de la práctica de la hibridación, dislocando las diferencias entre humanos, animales, plantas, bacterias y otras especies".
Al mismo tiempo, Eugenio Trías en su libro 'Lo bello y lo siniestro' (1982) propone un entrelazamiento de las categorías estéticas de "lo bello, lo sublime y lo siniestro", siendo esta última condición y límite de la primera. La armonía serena y equilibrada de lo bello dialoga con "la extrañeza inquietante que aparece cuando lo que debería estar oculto se manifiesta, mostrando repentinamente la cara desasosegante de lo hasta ahora percibido como familiar, amable y estable".
A partir de estos conceptos, la muestra transforma el espacio de la sala de exposiciones en "una mezcla entre laboratorio científico o museo de ciencias naturales cuyas obras se aproximan a la ciencia ficción, al mundo de la cibernética, creando elementos híbridos, piezas que exploran nuevas formas de vida futuras para cuestionar el modo en el que la humanidad se relaciona con su entorno o simplemente ayudarla a conocerse a sí misma".
Suzanne Treister crea para su obra 'HFT The Gardener' un personaje de ficción, un operador algorítmico del mundo de las altas finanzas: Hillel Fischer Traumberg (HTF), que desarrolla una obsesión botánica. El personaje, un alter ego de la creadora, trata de "fundir su conciencia con inteligencia algorítmica con la ayuda de sustancias psicoactivas, mediante plantas alucinógenas, para ver el mundo desde otra perspectiva - la perspectiva algorítmica".
El resultado de su trabajo son 16 acuarelas que muestran la taxonomía de plantas venenosas y que reflejan la fascinación de Treister por la tradición esotérica, la cibernética y la estética alucinatoria y las conecta con las fuerzas de poder y su circulación del mundo real. HTF añade "lo siniestro" a esta muestra con una relación entre las plantas y las grandes empresas capitalistas.
Así, la autora traduce el nombre de la planta al hebreo y mediante un procedimiento propio de este lenguaje denominado 'gematria', transforma cada palabra hebrea en un número, cuyos dígitos suma para obtener un número de una o dos cifras y asignarl a una de las empresas más ricas del planeta, con lo que cada multinacional tiene su algoritmo de plantas venenosas.
'An ecosystem of excess', 'Delusional Mandala', Calyx'
Nuevas especies animales poseedoras de órganos para detectar y metabolizar plásticos son imaginadas por la creadora turca afincada en Estados Unidos Pinar Yoldas como "formas de vida post-humanas" en la instalación An ecosystem of Excess. Para ello desarrolla un diccionario que describe las funciones de los nuevos órganos y los cambios en criaturas existentes.
Lu Yang explora la tecnología digital 3D y la neurociencia creando un avatar asexual de sí misma y sometiendo su cuerpo a intervenciones físicas y mentales en su video Delusional Mandala.
La artista china se interesa por los procesos de pensamiento y sus conexiones con lo místico y lo religioso. Para ello explora el cerebro con un particular estilo visual, basándose en técnicas clínicas existentes, y busca "el posible lugar donde se asienta la consciencia".
El italiano Marco Donnarumma muestra en su instalación Calyx las reliquias orgánicas de un ritual tecno-animista en piezas de pieles creadas por el artista que han sido sometidas a los cortes de un robot protésico de inteligencia artificial (AI).
El único objetivo del robot es aprender un ritual conocido como *corte de piel* que se practica en algunas tribus de Papua-Nueva Guinea, África y Asia oriental, y que persigue la purificación a través del dolor. Así, en esta muestra no se exhibe el robot por la dificultad de su traslado e instalación, pero sí algunas de las pieles sintéticas que ha cortado.
'Daniel y Esther', dos amantes transformados en compuestos químicos
La obra de Renaud Marchand presenta los cuerpos químicos de dos amantes: Daniel y Esther, recogidos en dos tanques de agua y tubos de ensayo que contienen la cantidad exacta de elementos químicos, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno que hacen posible la vida.
La pieza se basa en la novela 'La posibilidad de una isla' (2016), de Michel Houellebecq, en la que la humanidad "supera el proceso de la reproducción embrionaria natural", e imagina un futuro en el que los científicos podrán clonar a un ser humano adulto partiendo del ADN de su progenitor.
Por su parte, los artefactos atemporales de Yvonne Roeb apelan a los controvertidos debates en el campo de estudio de lo humano-animal y evocan los objetos sagrados y el totemismo. Roeb crea seres de ambigua naturaleza y procedencia, rodeados de un aura mística y religiosa que "no responden a ningún culto concreto y que nos conectan con un nivel de contemplación casi extático". El conjunto de esculturas de Yvonne Roeb abre un mundo de complejas interrelaciones entre materiales que provienen directamente de materias orgánicas o las imitan, y a su vez se entrelazan con piezas sintéticas.
Dust Bunny
El conocido como el conejito de Standford fue la primera escultura en 3D realizada por ordenador en la Universidad de Standford. Alan Warburton le rinde homenaje en su obra 'Dust Bunny'. La obra de Warburton se compone de polvo parecido a la angora, (altamente tóxico) que se ha recolectado del interior de diez estaciones de trabajo de animación 3D.
Con Dust Bunny, el artista cuestiona "las implicaciones de las imágenes generadas por ordenador (CGI) en el uso de la tecnología para crear espectáculo con la introducción de la presencia de polvo, suciedad y células humanas en la máquina". En su última sala la exposición cuenta con un espacio de reflexión, un laboratorio de pensamiento titulado Osmotic realizado en colaboración con el alumnado del máster Permea de mediación y educación del Consorci de Museus y de la Universitat de València que se irá nutriendo con las aportaciones del público, con aquellas cuestiones que les evoquen las obras.