ALICANTE. Carlos Arnaiz Esclapes (Alicante, 1975) es productor ejecutivo, guionista y director de cine, afincado en Madrid. En 2017 fundó, junto a su socio Alberto Ortega, la productora audiovisual Dadá Films, con la que han rodado un largometraje sobre Francisco Umbral: Anatomía de un dandy, nominado al Goya a la mejor película documental. Un filme, que se estrenó el pasado mes de diciembre en un evento organizado por el Festival de Cine de Alicante y que se está beneficiando de la cuota de espacio que ha quedado libre en estos tiempos convulsos para la ficción en las salas. “2020 ha sido un año de documentales”, afirma el cineasta alicantino. La buena salud de la que goza este género es algo que queda atestiguado por los cuatro competidores del galardón, que se entregará el 6 de marzo. Su cinta se medirá entonces con Cartas mojadas, El año del descubrimiento y My mexican bretzel. “Ha quedado patente el gran nivel de los documentales que se hacen en España”, sentencia Arnaiz, que además asegura no sentir ninguna presión. “Hay una clara favorita, que es El año del descubrimiento, así que iremos tranquilos porque para nosotros ganar es estar ahí y disfrutar de este viaje que está dando proyección a la película, que es lo que queremos”.
— ¿Es un momento dulce para el documental?
— Creo que sí. La gente se ha dado cuenta de que también puede ir al cine a ver historias que no son ficción. Al final, el género documental es contar una historia que tiene que ver con tu vida diaria, con un personaje conocido o con un suceso histórico, por ejemplo. Gracias al consumo de contenidos en grandes plataformas con Netflix, Movistar+ o HBO, pues, la gente se está acostumbrando a este género, se está introduciendo y lo está indagando. Eso me parece muy bueno, porque el documental hace un análisis de la realidad y de la propia historia que puede ser muy positivo para el público. En este caso, me parece muy bueno que la gente se pueda acercar a una figura como Francisco Umbral a través de nuestro documental, que te lleva hasta la sociedad española de 1992.
— Lo cierto es que el género ha evolucionado y se ha hecho más atractivo…
— Completamente. Eso es una gran verdad. Está evolucionando tanto el género que se están dejando atrás, aunque también los hay, los documentales más televisivos. Lo que estamos viviendo ahora es que se están comenzando a mezclar los géneros. Anatomía de un dandy también lo hace. En la película hay una gran parte de ficcionalización a través de unas cintas que encontramos en las que Umbral hablaba con periodistas y contaba partes inéditas de su vida. Nosotros recreamos ese momento. Es muy esperanzador ese camino y creo que el género documental debe seguir yendo hacia allí. A mí me gusta mucho jugar con los géneros, introducir diferentes tipos de narrativa o de estructura. Creo que la gente ya se ha cansado de las entrevistas y los bustos parlantes con estructuras sencillas. Tenemos que seguir ahondando en las propias formas de narrar las cosas.
— Tú también has evolucionado. ¿Dónde ves la mayor diferencia entre esta película, que ha conseguido una nominación a los Goya, y las anteriores?
— Esta es el resultado de mi propia experiencia haciendo documentales y mi propósito de seguir dando una vuelta de tuerca a todo en cada proyecto, subiendo un peldaño más. Pero Anatomía de un dandy marca un antes y un después tanto en mi carrera como en la de Alberto. Nos hemos dado cuenta de que se puede hacer otro tipo de documentales. Para contar la vida de una persona no hay porqué seguir un orden cronológico, sino que se puede recurrir a diferentes efectos que el espectador después agradece. Lo bonito de eso es que, cuando tienes encima de la mesa la vida y trayectoria de una persona, tienes una línea cronológica que puedes seguir o que puedes trocear. Se puede ver como un rompecabezas en el que se van uniendo los puntos a lo largo de la película y donde se van extrayendo conclusiones.
— ¿Qué opinas de la competencia?
— Estoy muy orgulloso de competir con tres grandes documentales. Cualquiera merecería llevarse ese Goya por el simple hecho de llevar a cabo una película documental en España. Yo tengo muchísimo respeto no solo por los tres nominados con los que compito, sino por muchos otros de mucho nivel que no están entre nosotros cuatro. De verdad, todo aquel que se dedica a este género sabe que sacar un documental en este país es un camino muy espinoso. Así que hay que ser respetuoso con el trabajo de todos ellos.
— ¿Cuáles son las bazas de Anatomía de un dandy para conquistar a los académicos?
— Las cuatro son películas muy diferentes. Nuestro trabajo es el único de carácter biográfico y que se centra en un personaje. Sin embargo, competíamos en la preselección con muchas películas que también lo eran. Nos sentimos muy orgullosos de que finalmente el seleccionado sea el nuestro y que sea digno de ser nominado. Lo que tiene nuestro documental, frente al resto, es que trata sobre un personaje público al que mucha gente conoce y tiene antecedentes sobre él, pero a través del cual redescubrimos una España muy diferente a la que vivimos hoy en día. Por ejemplo, ante una profesión o una forma de hacer literatura y periodismo que ya no existe, porque ha cambiado completamente. Además, da pie a extraer muchas conclusiones sobre lo que es el éxito, la fama o el sentido de la vida.
— ¿Y cuáles son son esas conclusiones?
— Nos gustó desde el principio la figura de Umbral porque es una figura que ha desaparecido en la actualidad, incluso en lo estético. Hoy en día podemos estar acostumbrado a que un músico se vista de músico para salir al escenario. Que Enrique Bunbury salga con unas gafas de sol y una chupa de cuero u otro artista con un determinado atuendo, pues, a nadie le extraña. Pero sí sería raro ver a un escritor que se pone un ‘disfraz’, por llamarlo de alguna manera, y que se viste de una determinada forma para ir a un plató de televisión.
— ¿Un escritor espectáculo?
— Ese escritor espectáculo es lo que encontramos en Francisco Umbral, uno de los ingredientes que hicieron que acaparara toda clase de medios durante tres décadas muy importantes de nuestro país. Una persona que podía estar perfectamente en un plató del show business junto con una vedette o con los comentaristas del corazón. No tenía prejuicios para llevar un Premio Cervantes más allá del mundo de la literatura, algo que es muy interesante. Una reflexión que tiene mucho que ver con esa España que ya no existe. Ahora, la gente de la literatura solo está en el ámbito de la literatura. No hay nadie que saque los pies del tiesto.
Si Francisco Umbral viviera, me lo imagino presentando su último libro en Sálvame, hablando también de su vida, pero ¿qué pasaría si hoy fuera Pérez-Reverte? Probablemente le tirarían piedras después. Esa era otra forma de hacer televisión, de hacer literatura y de tomarse las cosas de la vida. Con más libertad o con menos, ese es otro debate.
— ¿Y tú crees que hay más o menos libertad?
— Creo que hemos avanzado en muchas cosas muy positivamente. En igualdad de la mujer, en la democratización de muchos aspectos como la cultura, en la fragmentación de los medios de comunicación, etcétera. Pero creo que hoy somos más políticamente correctos para que no nos acribillen en las redes sociales.
Pues ese miedo constrictor puede dejarnos faltos de referentes en muchos ámbitos de la vida como la cultura o la política…
Creo que está relacionado también con la fragmentación de los medios de comunicación y de las audiencias. Umbral aparece en un momento en el que TVE tenía audiencias millonarias que te hacían reconocible de forma masiva. Había tres canales y, si salías en uno de ellos, te veían millones de personas. Además, escribió en los diarios de mayor tirada en España, principalmente El Mundo y El País, cuando la prensa en papel no estaba en crisis. En su momento, el fichaje de Umbral por El Mundo fue como si el Real Madrid fichara a Messi. Esa trascendencia es imposible hoy en día.
— Pero en redes sociales sí hay esas audiencias millonarias, con las que crear referentes del siglo XXI, como puedan ser Ibai o El Rubius…
— Me da miedo caer en la crítica por la propia edad, pero nuestros hijos van a consumir a los youtubers como nosotros consumíamos a Francisco Umbral. Las ‘negritas’ de sus artículos (con las que Umbral destacaba los nombres propios que consideraba) son hoy el trending topic de Twitter. Yo me acuerdo cómo cogía el periódico y me iba rápidamente a ver su artículo para ver a quién aupaba o condenaba ese día. Pero ahora son nuevos tiempos y hay que adaptarse a ellos. Anatomía de un dandy hace precisamente eso y también se adapta a las nuevas narrativas para contar las cosas. De hecho, hay gente joven que va a ver la película sin saber nada de Umbral, más que su icónica frase: “Yo he venido aquí a hablar de mi libro”. Sin embargo, salen fascinados con el personaje y con esa España. Eso me parece muy bonito.
— La familia te lo ha puesto fácil y te ha abierto la puerta de su casa y sus archivos ¿Qué es lo que más te ha sorprendido del personaje, que no conocieras ya?
— Me ha fascinado encontrar momentos de fragilidad. Parecía un personaje intocable al que no se podía herir. Tuvo la desgracia de perder a su hijo con seis años a causa de una leucemia y, cuando nos metimos en su casa, su ‘dacha’, en Majadahonda, para investigar y buscar entre sus tesoros de los cajones y estanterías, nos encontramos con una cinta de casete donde había conversaciones con su hijo. En esas cintas es donde encontramos al Umbral humano sin la voz engolada, sin el abrigo ni esa bufanda. Sin el disfraz. Hablando con su hijo y contándole un cuento. Es uno de los momentos más bonitos de la película.
— ¿Y dónde empieza todo?
— En Dadá Films siempre estamos en la búsqueda de buenas historias. Yo tenía la referencia de Francisco Umbral desde joven, pero no me había cuestionado hacer una pregunta sobre él. Nos llegaron varias anécdotas y entonces sí pensamos en hacerlo, porque nadie había hecho nada hasta el momento. Así que investigamos, nos pusimos a tirar del hilo y vimos que tenía una historia con un potencial de película de ficción, un thriller. El público así lo ha visto también. Teníamos entre manos a un personaje alucinante y también controvertido. Además, tuvimos la suerte de que tanto la Fundación Francisco Umbral como su propia viuda, María España, fuesen muy generosos y nos dieran libertad creativa total. De hecho, la película toca también todos los temas espinosos y oscuros de su vida.
— ¿Y qué piensa su familia sobre eso, una vez visto el resultado final?
— Les gustó mucho, a pesar de que haya momentos en los que Umbral no salga bien parado. Creo que, haber tratado de hacer una película amable, habría sido un error, porque todo el mundo sabía que era una persona muy polémica. Tuvo contiendas con compañeros de profesión y en muchos momentos tuvo encontronazos con diferentes personas. De haber ocultado la parte oscura de Umbral, no estaríamos nominados al Goya. Le habría restado veracidad y eso no nos habría llevado hasta aquí.
— Ahí queda, por tanto, vuestra contribución al conocimiento sobre Umbral de las próximas generaciones…
— Hemos hecho un documental sobre Umbral, pero también sobre Luis García Montero, José Antonio Labordeta, Alejandro Sanz, Ramoncín o Manuel Carrasco. Siempre nos hemos caracterizado por hacer documentales muy biográficos. Vivimos un momento dulce y tenemos siempre ideas en la cabeza. Nos gusta mucho nuestro trabajo y nos consideramos unos afortunados por hacer lo que hacemos. Pero, por otro lado, mi filosofía de vida es que hay que tratar de dejar una huella. En este caso, películas que sean un fiel testimonio de lo que vivimos.
Los que nos dedicamos al arte o a la cultura, desde el punto de vista de cualquier disciplina, al final somos testigos que dejamos testimonio de la época que nos está tocando vivir. En ese sentido, creo que tenemos una responsabilidad con las nuevas generaciones. Me hace muy feliz pensar que, dentro de muchos años, cuando ya no existamos, una persona verá uno de estos documentales cuando quiera saber quién es Luis García Montero, José Antonio Labordeta o Francisco Umbral, y lo conocerá desde el prisma que nosotros le hemos dado.
Aitana Sánchez-Gijón es la mujer más joven en recibir este premio y la segunda galardonada de menos edad, por detrás de Antonio Banderas, que lo logró con 54 años