CASTELLÓ. Desde hace tiempo se puede decir que los festivales de música son un reclamo turístico más. Su polo de atracción es tal que en grandes eventos como el Rototom se consigue que cada año miles de extranjeros cojan un avión para plantarse en las inmediaciones de Benicàssim. Un hecho insólito que difícilmente se repetirá durante el resto del año. Por eso, su puesta de largo repercute, claro está, en el tejido hotelero y comercial, así como en otras actividades socioculturales que se cuecen por esas fechas en la ciudad. Aun así, tampoco hay que descuidar otras citas más pequeñas como el Singin’ In The Cave de la Vall d’Uixó o el Feslloc de Benlloc, en las que el impacto no se mide tanto por números sino por la experiencia única que dejan entre su público.
Turisme Comunitat Valenciana es bien conocedora de las posibilidades que estos les brindan. De ahí que volvieran a sacar músculo con el stand más grande que hubo de festivales en la última jornada de Fitur. También la creación de la marca paraguas Mediterranean Musix es síntoma de su interés. Sin embargo, quienes de verdad conocen su impacto son los profesionales que trabajan desde los mismos fogones. “El turismo musical se ha convertido en un elemento de primer nivel. Un movimiento muy importante que es un producto en sí mismo y que ayuda a diversificar toda la oferta cultural de una ciudad. No solo puede alinear de manera efectiva la estrategia turística de una zona, también ayuda a conocer su historia y patrimonio”, defiende Sergi Almiñana, miembro de la junta directiva de la Asociación de Promotores Musicales de la Comunitat Valenciana (MUSICAPRO CV).
Ahora bien, los festivales todavía tienen mucho camino por delante para lograr ser grandes "catalizadores". Aunque su peso es cada vez mayor, Almiñana cree que las administraciones todavía no les ven como "empresarios que aportan mucho a la cadena de valor". "Hace falta alinear las administraciones con el ámbito privado para desarrollar verdaderas estrategias entorno a la legislación y los recintos de festivales. Solo así podremos potenciar el turismo musical", considera el también director del Music Port Fest. Su primer paso para crear esos lazos ha sido la celebración de unas jornadas profesionales (Tiim) -que empezaron el 15 de octubre en València y seguirán este viernes en Castelló- donde se trazará una hoja de ruta que, finalmente, identifique los factores que pueden favorecer la promoción de la Comunitat como destino turístico musical.
"Históricamente el turismo ha estado asociado al sol, la playa y la buena oferta hotelera, especialmente, en la zona costera mediterránea, pero poco a poco se ha abierto a nuevos campos como el turismo de interior, el turismo gastronómico o, en este caso, el turismo musical. No solo lo vemos en grandes citas como el FIB, también a pequeña escala sucede cuando gente de alrededor de València se desplaza hasta el Palau de les Arts para ir a ver una ópera", expone por su parte Armand Llàcer, promotor de diversos proyectos musicales como es el Trovam! de Castelló. El turismo musical actúa, de este modo, desde diferentes niveles. Cada proyecto tiene sus posibilidades y sus objetivos. Es por eso que la programación de Tiim se ha desglosado en dos partes.
Durante su estancia en València se detallaron las ventajas e inconvenientes de desarrollar ciudades nocturnas, se ahondó en cómo la música puede crear negocio dentro del turismo o cómo se podría captar un público con estudios y más recursos económicos. Mientras tanto en Castelló, la cita -que arrancará a las 10 de la mañana en el Auditori- servirá para conocer proyectos singulares que ejercen como buenos catalizadores. Muchos de estos, gestados desde el extrarradio de las grandes ciudades.
El festival de Adelaide en Australia y los multitudinarios encuentros que se celebran en Holanda y Liverpool son ejemplo del turismo musical al que miran nuestros promotores valencianos. Todos ellos son casos en los que la música sí parece ir a otra parte, al menos a zonas donde difícilmente se realizarán otros "cien" encuentros culturales. "Ante la masificación tan importante que vive Amsterdam, Holanda ha apostado por potenciar festivales de música en otras partes del país. Si bien esta ciudad continuará siendo el polo de atracción principal, se está tratando de conectar con otros municipios para desarrollar también su turismo", explica Almiñana, quien apuesta por seguir más a menudo esta metodología en la Comunitat.
Decimos más a menudo, porque lo cierto es que también aquí se han activado encuentros musicales que han servido, sin duda, para potenciar el turismo de una localidad. Buen ejemplo de ello es el de Benlloc, que dio un giro de 180º desde que puso en marcha, en 2007, el festival de música valenciana Feslloc. "Desde el principio lo concebimos como un elemento turístico central. Uno, porque gracias a él, se ha dado a conocer el pueblo; y dos, porque objetivamente el festivales es una actividad turística, con él se llenan las casas y los comercios", sostiene su director, Xavi Giner. La popularidad ha sido tal que ni siquiera la han podido absorber. "La capacidad de carga que tiene ha llevado a que los beneficios se repartan por toda la comarca. Municipios como la Vall d'Alba también reciben ingresos porque en sus hoteles y casas hay gente alquilada", expone.
Pero además de estos beneficios tan tangibles, el director del Feslloc alude a un turismo musical que ha conseguido que sus jóvenes sientan "orgullo" por ser de donde son. "La gente ahora sabe que en Benlloc se pueden hacer cosas grandes, no al nivel del FIB, pero sí que ha valido para reforzarles su moral. Los jóvenes creen que aquí se puede desarrollar cualquier empresa", agrega Giner.
Otro festival al que mirar es el Singin' In The Cave de la Vall d'Uixó. "El antifestival donde no hay camareros, sino barqueros" y donde compartir los conciertos en vivo es tarea imposible porque tampoco hay cobertura. En este caso la cita nació además con el claro objetivo de darle un nuevo uso a les Coves de Sant Josep. El paraje natural ha conseguido que las actuaciones que se enmarcan dentro suyo sean únicas en todo el país. "Solo vendemos 50 entradas para respetar el espacio. Así que los números van en relación a eso y el retorno económico es el que es", indica su director Raúl Rubio.
Lo cierto es que la cantidad de números que maneja el Singin' In The Cave no es muy significativo, pero, en su caso, el valor añadido también habla de lo humano. Un retorno en medios de comunicación y redes sociales que sirve directamente como escaparate para les Coves de Sant Josep y la Vall. "Es un festival muy especial, por eso queda rápido en la memoria de los visitantes. Nuestro lema es, de hecho, esforzarnos para que 50 personas recuerden el concierto toda la vida. Es un retorno turístico que multiplica por muchísimo el dinero invertido y hay estudios que lo demuestran", sostiene Rubio quien, para finalizar, recuerda lo importante que es "hacer algo diferente no por llamar la atención, sino porque realmente tiene sentido hacerlo".