PETRER. Sus imágenes analógicas y su predilección por el blanco y negro hacen del trabajo de Julián Ochoa una obra inconfundible, al menos, entre quienes aman y entienden la fotografía. A sus espaldas, el gaditano suma un sinfín de exposiciones y más de cien premios nacionales e internacionales. Una extensa trayectoria como artista, profesor y jurado que, ahora, se podrá conocer y exprimir de cerca gracias al Grup Fotogràfic de Petrer. El viernes 10 de septiembre, a las 20:30 h y en el Centro Cultural de la ciudad, Julián Ochoa ofrecerá una conferencia sobre “apropiacionismo”, “ese movimiento —explica— por el cual la gente se apropia de la obra de otras personas para crear la suya”. Los días 11 y 12, en cambio, el fotógrafo impartirá la primera fase de un taller de creación que finalizará el próximo año, cuando, en su regreso a Petrer, el alumnado entregue los proyectos realizados. Mientras tanto, hemos tratado de conseguir algunos consejos magistrales.
¿Por qué esa apuesta firme por la fotografía analógica, ahora que las cámaras han evolucionado tanto?
Porque la fotografía evoluciona lo que evolucionan los fotógrafos, aunque el medio, lógicamente, te puede facilitar el tiempo, el uso… En la fotografía personal, de autor, no manipulo apenas, hago blanco y negro. Por otro lado, me gusta el laboratorio, porque ese cuarto oscuro me proporciona una cierta tranquilidad; la luz roja me ayuda a meditar y a reflexionar sobre lo que hago, aunque da cierta inseguridad no saber cuál será el resultado final.
¿Qué aporta la experiencia del revelado que no aporte una pantalla?
Lo primero que se consigue con esto es que los jóvenes descubren un mundo que no han conocido, mientras que la gente mayor regresa a su juventud. Hacer fotos con una cámara analógica me obliga a pensar mucho más que una cámara digital, no tanto por el gasto de películas (que eso siempre cuesta dinero y también es importante), sino porque tienes que prever qué va a salir de una imagen latente. Lo tienes que previsualizar. Esa sería la palabra correcta. Te obliga a mirar la luz con más detenimiento, a componer con mucho más cuidado. Con la digital, disparas y luego seleccionas las mejores. La analógica te aporta la sorpresa (o la desilusión) del revelado.
¿Por qué decidiste utilizar siempre el blanco y negro?
Yo soy un fotógrafo de líneas y de formas. No me preocupa tanto el color de las cosas, sino la línea y la composición. Mis fotos siempre son muy gráficas. A veces, incluso parecen dibujos. El color muchas veces distrae. De esta forma, nos fijamos en los volúmenes.
De igual modo, has mostrado siempre un especial interés por el retrato y las personas. ¿Qué ganan las fotografías con esa huella humana?
El tema humano siempre está presente en mis fotos, aunque no haya nadie. Cuando se inventa la fotografía hace más de 150 años, la verdadera y auténtica pretensión —imposible en aquella época porque los tiempos de exposición ante la cámara rozaban las 10 horas— era conservar al ser humano. Conservarlo en el recuerdo; tener una fotografía de alguien conocido pasado cierto tiempo o saber cuál era su cara. Sigue siendo así pese a que vivimos una época de exceso de imágenes. Tanto en el reportaje como en el retrato o en el paisaje, el indicio de las personas siempre está ahí, y es algo que me ha atraído mucho.
En la actualidad, las fotografías están cada vez más presentes en nuestro día a día, ya sea por arte, marketing o postureo. ¿El hecho de que cualquiera pueda hacerlas ha supuesto que la figura del fotógrafo pierda reconocimiento?
Bueno, el reconocimiento es un regalo envenenado. El digital ha facilitado que todos podamos tener una cámara, usarla y obtener nuestras propias imágenes. Antes había un cierto secretismo que, incluso, muchos fotógrafos se guardaban para sí mismos con tal de evitar cierta competencia. Que ahora haya una mayor cantidad de imágenes no significa que sean mejores. Hoy, lo difícil no es hacer buenas imágenes —porque, técnicamente, casi todo el mundo está capacitado—, sino ver a un autor a través de un grupo de imágenes, de una serie fotográfica o de un proyecto. Desde ese punto de vista, tampoco hay tantos fotógrafos buenos.
¿Qué debe hacer entonces un fotógrafo para ser bueno?
Primeramente, trabajar, trabajar y trabajar, porque parece que hacer fotografías es muy divertido (a veces lo es), pero requiere tiempo y sudor para conseguir una obra consistente. También es muy importante tener cultura visual; estudiar a los grandes autores, por qué realizan esas imágenes, cuáles son sus pretensiones… Esto es un aprendizaje continuo. Aunque uno sea un maestro de la fotografía, cuando sale a la calle a hacer fotos, ningún un certificado te asegura que vayan a salir bien. La fotografía es el arte más democrático que hay, porque un pintor coge un lienzo en blanco y plasma lo que le da la gana, un escritor coge un folio y hace lo mismo, pero en la fotografía se depende de lo que hay enfrente.
Dijiste una vez que “un fotógrafo es bueno por las fotos que no hace”. ¿Qué querías decir con ello?
Que puede haber un paisaje estupendo y una luz magnífica, pero si cuando el fotógrafo encuadra, hay algo que le chirría, algo que estorba, tiene que decir “no”. Sin embargo, hoy en día se hacen fotos y, luego, en el ordenador, es donde se descartan. Lo ideal sería irse de vacaciones y que todas las fotos hechas tuvieran algo porque antes has pensado lo que iba a funcionar. De ahí que un fotógrafo sea bueno por las fotos que no hace. Además, añadiría una coletilla: uno también es bueno por las fotos que enseña. Si las malas no las enseño, la gente me catalogará por un fotógrafo bueno porque ha visto lo mejor de mí.
¿Es conseguir un sello propio lo más difícil de ser fotógrafo?
Es supercomplicado, porque ya no queda nada por fotografiar y en Google podemos verlo todo. Además, aunque creamos que tenemos un sello propio, ¿quién no nos dice que en Australia o en el pueblo de al lado hay algo parecido? Lo único que queda es hacerlo a nuestra manera. Si es así, al final, la gente que vea nuestro trabajo nos va a identificar. Quizás, los que ya me conocen sí que me puedan imaginar por el tipo de fotografía, o por lo menos ver una foto mía y creer que pueda serlo. Es difícil, pero ahí estamos.