VALÈNCIA. Tener una infancia traumática marca y muchas veces sin opción de retorno a la normalidad. En 2006, Bastian Bosse, con tan solo 18 años, volvía a su antiguo instituto para abrir fuego contra estudiantes y profesores antes de suicidarse. Durante mucho tiempo había sufrido un acoso desmedido sin encontrar ayuda por parte de nadie. Ese mismo año y con su misma edad, Natascha Kampusch escapaba de su secuestrador después de ocho años cautiva en Viena. En La tristeza de los ogros, Fabrice Murgia habla del terror que los niños y niñas sienten cuando dejan de ser quienes son para sumergirse en un mundo paralelo de total desconexión. "En ese cambio de la adolescencia a la madurez todo se hace más grande, se pierde un poco la perspectiva de la propia realidad y se ven obligados a crear una ventana paralela para poder sobrevivir." Murgia tenía 26 años cuando estrenó la obra en el Festival Internacional de Lieja en 2009. Era su primer texto, pero pronto le valió para ser reconocido desde el gremio.
El Principal de València acoge ahora una nueva versión de su obra que, respetando el anterior texto, se formula en castellano -con adaptación de Borja Ortiz de Gondra- y con matices en los monólogos. Por ejemplo, el dramaturgo incorpora esta vez el caso de las tres niñas de Alcàsser que fueron asesinadas en 1992, para dotarle de mayor proximidad. La obra se representa hasta este domingo 4 de febrero.
Igualmente el elenco no es el mismo, esta vez está integrado por Nacho Sánchez (Bastian), Olivia Delcán (Natascha) y Andrea San Juan, quien interpreta a Dolores, el fantasma bufonesco de una niña muerta. Su personaje sirve como hilo conductor entre las dos historias paralelas de Bastian y Natascha, las cuales se van narrando de forma alterna. Además, será la única que se comunicará de forma directa con el público, y es que los otros dos hablan a través de una pantalla que reproduce simultáneamente en forma de vídeo. "Yo soy la que se encarga de contar esta historia real como el cuento de los ogros, esos seres que persiguen a los niños hasta que se lo comen. Mi papel les ayuda a perder la infancia", explica la actriz. Recurso que ayudaría igualmente a Murgia a alejarse del tinte documental de sus diálogos.
"Todo lo que dice mi personaje es literalmente lo que él dijo en su día" indica Nacho Sánchez. Debido a que el autor escribió la obra, "sin quitar ni una coma", de los posts que Bastian Bosse subió durante tres años a su blog personal. "Cuando lo lees sientes que te estás metiendo en su intimidad, en la mente de una persona muy frágil que escribe todo esto dos años después de vivir los hechos más traumáticos de su bullying. Además, se percibe como claramente pide ayuda pero no la recibe. Da pena ver como después se estigmatiza a esa persona. Que sí, hace una masacre, hay que señalarlo, pero también hay que ahondar para comprender qué sucede. El problema es que nos topamos con una sociedad que no quiere ver".
La tristeza de los ogros es a su vez una crítica al exhibicionismo y al morbo de "querer ver las desgracias ajenas". Una eclosión del mundo digital que provoca a su vez "el auge de programas como Gran Hermano" y el uso de redes sociales "para la creación de un álter ego mejorado y más seguro". De hecho, para elaborar su obra Murgia se nutre también de las muchas entrevistas que Natascha dio al "vender su vida por televisión". Y ese uso de la tecnología como "cuarto personaje" de la obra, le sirve al autor a su vez para ser coherente con su propio discurso. "Sin esa relación con algo artificial como es la cámara, la obra no se pude contar porque no funciona". Y eso mismo es lo que les pasaría a muchos adolescentes, "se encierran en sus cuartos con una pantalla con la que no hay una interacción real, Bastian habla hacía el público para sentirse identificado y Natascha para que le salven. El problema es que los ordenadores, los móviles, hacen más difícil el poder empatizar", apuntan los actores.
La función se sumerge así en diferentes capas e historias que poder analizar. "Cada uno puede quedarse con la que él decida, pero la función no da ninguna respuesta. Es una ayuda a reconocer casos reales de rebeldía, de falta de sintonía con la sociedad, y que todos hemos podido sentir".