ALICANTE. Resulta indiscutible que rascacielos, turistas y playa se han consolidado como la personificación de Benidorm, una ciudad que se ha convertido en la capital española del turismo de sol y playa. Sin embargo, quien se atreve a apartar la mirada de esta trinidad de elementos vacacionales descubre un territorio a orillas de la costa levantina con una oferta aún mayor. Con un simple vistazo se puede localizar uno de los atractivos naturales de la ciudad: su isla, un despunte de tierra situado en el mar que custodia la ciudad desde el cercano Mediterráneo, pero que también resulta vigilada por lugareños y visitantes.
Una reliquia marítima que Rodrigo Roher ha sabido captar con su cámara, a través de su proyecto fotográfico L'Illa, el cual sitúa a la fotogénica Isla de Benidorm como protagonista, mimetizada con el entorno y ubicada en segundo plano, pero que roba la mirada del espectador frente a cualquier figura humana o animal que se le anteponga en las imágenes. El objetivo reside en "contar la historia de la isla a lo largo del día, desde que amanece hasta que atardece, y los protagonistas que por ella pasan", desvela el fotógrafo, a través de dos elementos invariables: "captar la luz de todas esas etapas y que la isla siempre esté presente en las imágenes".
Las fotografías plasman un pseudodía, ya que no están tomadas en 24 horas, sino que se reparten en tres viajes que realizó Roher a este territorio de la provincia de Alicante, entre diciembre de 2018 y enero de 2019. Una mirada invernal de la ciudad vacacional por antonomasia, que muestra "un Benidorm un poco raro, muy parado y con muy poca gente, en el que me tuve que reinventar", comenta el autor. Y añade que si se hubiera encontrado con una mayor afluencia de personas "no hubiera hecho esto, sino que hubiera tirado por otro lado un poco más facilón".
Roher asegura que "le tenía muchas ganas a Benidorm", una ciudad que el fotógrafo casi no conocía, ya que su residencia se encuentra en Madrid. La idea surgió a partir del trabajo de Martin Parr, Pérez Siquier y María Moldes, tres fotógrafos que plasmaron este territorio levantino, en los que Roher se fijó pero manifiesta que "quería hacer algo que no se pareciera a esos proyectos, a ir a la playa a sacar los típicos retratos". Recuerda que al principio la isla le "molestaba en todas las fotos", pero que, cuando volvió a visitar la ciudad, se empezó a interesar por ella, a investigar sobre su procedencia y sobre las historias y leyendas a su alrededor, todo esto "acoplado a mi estilo fotográfico con una línea de acción que pudiera seguir y tuviera coherencia con la serie", destaca.
Un proyecto que todavía no está cerrado, ya que su autor expresa que la idea no es dejarlo con las 29 fotografías que lo componen en la actualidad, sino "volverlo a retomar y no darlo por terminado". E incluso se plantea publicar "algún fotolibro un poco más potente" que contenga los retratos de este accidente geográfico.
En cuanto a su trayectoria, Roher se interesó por la fotografía callejera en 2013, un espacio que le pareció "una forma de hacer fotos a diario y a lo que te rodea, en lo que manejas", opina. Unido a esto, considera que "llega un momento en que (la fotografía) es como una droga; todos los que nos incluimos en este mundillo estamos pensando en fotos desde que amanecemos hasta que nos acostamos", en una disciplina que califica con la dualidad de "triste pero bonita, porque se trata de una continua reinvención sobre algo que ya está inventado".
Sin embargo, el autor ha conseguido crear su propio carácter fotográfico, ya que menciona que sus fotos son "reconocibles, lo cual me enorgullece porque significa que sigo una línea, consciente o inconscientemente", pero subraya que no se quiere "centrar en un solo estilo", sino que le gusta trabajar con todo lo que abarca la calle, si bien es cierto que suelen aparecer como protagonistas de sus imágenes la gente mayor y los niños, lo que la convierte en "una fotografía antropológica", valora el autor.
Fotografías que parecen un póster o casi la portada de una película, una influencia que le viene por sus estudios de Comunicación Audiovisual, cuando tenía la intención de convertirse en director de cine, explica. "Aunque dejé el mundo de la imagen a nivel profesional, queda ese remanente que me tira y que consiste en dar un aspecto un tanto fílmico a mis fotos", confiesa Roher. Y revela que, pese a que actualmente ha empezado tres nuevos proyectos, en su mente existen unos cuantos más, "algunos muy potentes y chulos", adelanta el fotógrafo.