EL COCINERO de castellón PRESENTA 'El calamar estrella'

Adrián Merenciano, finalista del Concurso Nacional de pinchos de Valladolid

Adrián Merenciano, único seleccionado de la provincia, es jefe de cocina y co-propietario del restaurante Flote de Castellón

27/10/2017 - 

Su tapa “El Calamar Estrella” ha sido seleccionada para la final del Concurso Nacional de Pinchos de Valladolid un año más, ya que no es éste el primer año que Adrián Merenciano acude como finalista. Por los ingredientes escogidos en esta ocasión (calamar canana y su tinta y trufa negra entre otros, una apuesta por el producto local), la elaboración (un sabroso ceviche de calamar texturizado con sus jugos), y la elaborada y llamativa presentación (un sándwich de calamar en ceviche texturizado con galletas trufadas, caviar de tinta y sus tentáculos deshidratados) en esta ocasión se postula como una de las opciones más fuertes y destacables de esta edición.

Adrián Merenciano es un cocinero que encierra en su ser todo aquello que los que se dejan seducir por la buena gastronomía destacan especialmente: emoción, honestidad, talento innato y entendimiento. Adrián es un joven castellonense de 34 años, chef y copropietario del restaurante Flote de Castellón, un luminoso y bien decorado local situado en el casco antiguo de la ciudad, inaugurado en mayo del 2016, donde Merenciano muestra su talento y su instinto singular para elaborar una cocina mediterránea que respeta la tradición, con grandes dosis de creatividad y que mima el producto al máximo.

Aunque ha realizado algunos cursos importantes de cocina en GASMA, es autodidacta, ya que ha aprendido todo lo que sabe desde pequeño, en su casa, labrando paso a paso su oficio en restaurantes de todo tipo hasta conseguir recalar en su propio negocio. Su sorprendente intuición para combinar sabores, texturas y bellas presentaciones, así como el amor y pasión por la cocina que demuestra, lo lleva a ser considerado por uno de las jóvenes promesas de la cocina de la provincia, tanto por colegas profesionales como por los muchos clientes que vuelven a Flote para disfrutar de esa cocina mediterránea tan original, respetuosa con el producto y trabajada, que evidencia las interesantes dotes culinarias de un chef que seguramente dará mucho que hablar, porque los clientes curiosos que llegan a su puerta acaban regresando ya que entienden que restaurantes así no abundan en la ciudad y que la calidad, los sabores y texturas de su oferta gastronómica superan con creces las expectativas del gourmet más experimentado y exigente.
 

A Flote hay que acudir ante todo a comer buen producto, a disfrutar de lo mejor, a abandonarse en las profesionales manos de Merenciano.

 Merenciano combina los productos de una forma tan natural que llama la atención. Cuando acude al mercado, actividad que le encanta, no tiene una lista de la compra, sino que se deja guiar por el presentimiento, y si hay un buen bonito, corvina o una presa ibérica se los lleva a su cocina, imaginando inmediatamente como prepararlos, así como con que otros alimentos fusionarlos.

 Además, llama la atención poderosamente saber que no tiene chefs referentes, que intenta no fijarse en nadie porque no quiere copiar ni sentirse influenciado para así salvaguardar su originalidad. Es un chef que, aunque acude a ver lo que hacen sus compañeros en sus respectivos restaurantes no quiere fijarse en demasía, e incluso confiesa que tiene muchos libros de cocina, pero intenta mirarlos lo menos posible pues prefiere idear sus propias creaciones sin contaminación alguna.

En Flote no existe una carta como tal, pues Adrián juega con dos menús degustación que cambia más o menos cada dos semanas; el largo (35 euros) y el corto (28 euros), pues su deseo es el de no encorsetarse para poder dar rienda suelta a su imaginación, y si bien tiene mucho talento y prepara cualquier producto, es un acérrimo amante y defensor de los pescados y mariscos, probablemente porque cuando termina un largo día de trabajo, coge su barca y se va a pescar durante horas por el Grao de Castellón. Es su forma de relajarse y el momento de pensar en elaboraciones venideras.

La amabilidad y profesionalidad en sala, la sobria y diáfana decoración, la inaudita vajilla que va cambiando con cada plato, los cubiertos y las adecuadas copas son los compañeros de viaje perfectos de Adrián.