La coreógrafa carioca presenta el próximo 20 de abril en el Teatre Musical su último espectáculo como directora de la compañía SUAVE. Zona Franca es una pieza hiper energética (y no exenta de crítica política) que hibrida danza contemporánea y estilos urbanos brasileños
VALÈNCIA. El baile ha jugado un papel muy importante en la historia de Brasil, no solo como forma de celebración y vehículo de comunión social, sino también como catalizador del descontento y expresión política de un pueblo que todavía exhibe las heridas de su turbulento pasado: colonialismo, esclavitud, dictadura y gobernantes peligrosamente lunáticos.
La historia de Brasil, por tanto, es también la historia de su música y sus bailes. Cada estilo guarda dentro de sí mismo un contexto, una razón de ser. El samba, por ejemplo, es una de las formas que encontraron los descendientes de esclavos africanos en el siglo XIX para preservar su cultura. La capoeira es una mezcla única de danza, arte marcial y acrobacias que hunde sus raíces en los bailes rituales de la población indígena, y también fue popularizada entre las clases populares por los afrodescendientes. El choro, considerado como el primer estilo de música popular de Brasil, hereda rasgos del pasado colonial, ya que surgió como resultado de la peculiaridad sonora con la que los músicos de Río de Janeiro reproducían las músicas de salón europeas como el vals, la polca o el chotis, mezclándola con ritmos africanos. Mucho más reciente, el passinho es un estilo urbano contemporáneo nacido en las favelas que ha servido a algunos jóvenes para encontrar una manera de ganarse la vida al margen de la violencia y la pobreza extrema. En otras palabras, es un estilo indisociable de la desigualdad estructural en el país sudamericano.
La gran variedad de estilos populares brasileños convive con un florecimiento continuo de nuevas corrientes urbanas, conformando un mapa dancístico extremadamente dinámico e inabarcable. Esta riqueza cultural inmaterial queda reflejada en Zona Franca, la tercera pieza que desarrolla Alice Ripoll como directora de la compañía SUAVE. La intérprete y coreógrafa carioca visitará Valencia el próximo sábado 20 de abril para presentar en el Teatre Musical este espectáculo incluido dentro de la programación de la 37ª edición de Dansa València.
“Los brasileños comienzan a bailar a edades muy tempranas, somos por lo general gente con un sentido natural para el ritmo y la musicalidad. Pero es que además las nuevas generaciones inventan nuevos movimientos y técnicas a enorme velocidad. De hecho, es muy difícil estar al tanto de todos los estilos que surgen a lo largo y ancho de un país tan gigantesco”, reconoce Ripoll, conocida también por su trabajo como directora de la compañía REC.
“En mis espectáculos mezclo habitualmente danza contemporánea con estilos urbanos, pero en esta última pieza hemos ido más lejos. Pedí a mis bailarines, que son muy jóvenes, que trajeran los estilos más nuevos o los que más les interesan en estos momentos. A partir de ahí empezamos a crear”. Este proceso de investigación colectivo llevó a integrar en la pieza el passinho -que mezcla el pop, el funk y el breakdance con ritmos brasileños-, danza de contacto, afrohouse, sabala, danzas del norte y nordeste de Brasil -como la pisadinha y el brega funk-, además de algunas danzas nacidas en redes sociales como Tik Tok.
La presencia de los ritmos africanos está especialmente presente, como es lógico. “Los miembros de la compañía están muy conectados con bailarines africanos diseminados por todo el mundo, e intercambian a menudo experiencias y técnicas”, explica Alice, quien puntualiza que no se trata de un espectáculo de improvisación, sino completamente coreografiado.
El título de la pieza -que en inglés se traduce como Free Zone- puede interpretarse de diferentes maneras. Preguntamos a la directora a qué tipo de libertad (política, económica, artística) hace referencia, y con qué intención. “La expresión Zona Franca tiene distintos significados. En portugués puede utilizarse como sinónimo de un gran lío. Imagínate a una madre que entra en la habitación desordenada de su hijo. Podría decirle: ¡Esto es una Zona!, un desastre total. También, en lenguaje callejero, esta expresión se utiliza para describir un lugar donde se ejerce la prostitución. Y por supuesto también tiene un significado económico, el de un lugar donde se comercia libremente, sin pagar impuestos. Para mí, personalmente, este último sentido tiene que ver con el modo en que una parte de la nueva generación de artistas utiliza sin autorización extractos de coreografías o músicas de otras personas en sus obras. Ese nuevo concepto de libertad tiene buenas y malas consecuencias. Es algo que también quería llevar al espectáculo, porque es algo con lo que lidio habitualmente, y es un fenómeno que no ocurría antes”. “En cualquier caso -matiza la creadora-, mi intención no es poner preguntas concretas sobre la mesa, ni mucho menos respuestas. Trabajo con los bailarines de una forma más inconsciente, buscando en ellos la libre asociación de ideas e imágenes. Hablamos de muchos temas, pero siempre se deja todo muy abierto. Los bailarines y el público son los que otorgan su propio significado al espectáculo”.
No nos resulta extraño la alusión al inconsciente en el discurso de Alice Ripoll, que de hecho estaba estudiando para ser psicoanalista cuando descubrió la danza y viró su destino. Es una coreógrafa especialmente dada al análisis y a la crítica política, aun cuando no utiliza palabras. De hecho, la proyección internacional de sus trabajos -presentados en numerosos festivales de Brasil y de Europa, como Rencontres Chorégraphiques de Seine-Saint-Denis, Zurich Theatre Spektakel, Kunstenfestivaldesarts, Centro Pompidou, HAU, Wiener Festwochen, Festival Dias da Dança y el Festival Grec de Barcelona, entre otros-, ha servido para mostrar al mundo, de forma poética, las cicatrices y heridas abiertas de su país.
En Lavagem (lavado), su última producción para la compañía REC, utilizaba cubos, agua y jabón para desarrollar una observación crítica del acto de limpiar y su contexto histórico. aCORDO, otro de sus éxitos recientes, surgió cuando propusieron a Ripoll crear un espectáculo que explicara cómo había cambiado Río de Janeiro con las mejoras urbanísticas impulsadas por grandes acontecimientos deportivos como la Copa del Mundo de Fútbol o los Juegos Olímpicos. La coreógrafa optó por responder indirectamente montando un espectáculo con los bailarines, todos de raza negra y residentes en las favelas de la ciudad y denunciando mediante la danza la situación de cacheos, racismo y violencia policial.
Zona Franca se representó por primera vez al final del período de gobierno de Jair Bolsonaro y a las puertas del regreso de Lula al frente de Brasil, en un país marcado por tensiones y desigualdades sociales y económicas. De hecho, también podríamos asociar la palabra “libertad” del título con el neoliberalismo económico radical llevado a cabo por el ex presidente. “Bolsonaro nos afectó de muchas maneras, y muy profundas -lamenta Ripoll-. Nos quitaron el Ministerio de Cultura, por poner solo un ejemplo. Su gobierno no solo destruyó todas las instituciones, sino que además hizo una campaña de demonización de los artistas, que han sido perseguidos de muchas maneras. Esta situación, junto a la pandemia del Covid, ha provocado que haya casi una generación perdida de artistas. Muchos bailarines que conozco cambiaron su profesión porque tenían que pagar facturas, y eso es muy triste. Entre los que quedaron, hay un cierto sentimiento de esperanza. Ahora, afortunadamente, las cosas están mejorando poco a poco. Se han recuperado algunos proyectos interesantes y están apareciendo otros nuevos, pero es un proceso que llevará tiempo”.