Cuando falla el sentido común, la única red que nos queda es la de los artefactos culturales. Pero a menudo nuestra conciencia tiene la mecha muy corta. El verdadero desafío consiste en mantener la tensión en el plano intelectual, cuando las pancartas desaparezcan de las calles y los telediarios
Southern tres bear strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the southern breeze
Strange fruit hanging from the poplar trees
'Strange Fruit', Billie Holiday
Entre 1900 y 1920, los linchamientos racistas en el Sur de Estados Unidos no solo eran habituales; eran una fiesta macabra. Miles de personas asistían al “evento”, que se promocionaba por todo lo alto en medios locales y se reseñaba después con fotografías y artículos “ligeros”. Las postales con imágenes de las víctimas se vendían a mansalva. Los pastores baptistas metodistas trabajaban codo con codo con el Ku Klux Klan para avivar la levadura de odio y violencia entre la población blanca. La “fruta extraña” de la mítica canción de Billie Holiday hace referencia a los cuerpos oscilantes de tres hombres negros -Elias Clayton, Elmer Jackson e Isaac McGhie-, asesinados brutalmente y colgados de un árbol en Duluth (Minnesota), en junio de 1920. Pies que balanceaba la brisa sureña, rodeados de un grupo de hombres blancos que sonríen a la cámara. Conmocionado ante la fotografía que inmortalizó esta escena, un joven profesor judío llamado Abel Meeropol escribió los versos de “Strange Fruit”, la canción que Billie Holiday convirtió en 1939 en una dulce canción de guerra; un anticipo del movimiento por los derechos civiles.
Un año antes de que la canción llegara a sus manos, Holiday había emprendido una gira por Estados Unidos junto al grupo de Artie Shaw, formado exclusivamente por músicos blancos. A pesar de que ya era una artista reconocida por aquel entonces, a menudo se le vetaba la entrada en los hoteles donde se alojaba el resto de compañeros; tampoco podía comer con ellos en los restaurantes o tomarse una copa en los bares. Ni siquiera podía utilizar los baños públicos. La gira finalizó en el hotel Lincoln de Nueva York, una ciudad supuestamente más avanzada. Pero aquella noche, Billie tuvo que entrar al hotel por la cocina, y esperó sola en un cuarto minúsculo hasta que alguien la avisó para salir a cantar. Eso era América entonces. Está claro que algo de eso queda en la América de hoy. Las tres frutas de la canción se han transfigurado simbólicamente en víctimas contemporáneas de la brutalidad policial como Michael Brown (2014), Eric Garner (2014), Walter Scott (2015), y así hasta llegar a George Floyd, que de hecho no es sino el trasunto de un problema que trasciende con mucho las fronteras de Estados Unidos, afecta a muchas otras razas y etnias, y no se limita a incidentes letales. Los “microrracismos” campan a sus anchas en nuestro entorno, porque están insertados en el corazón de nuestra historia. Por eso, la única manera de combatirlos es conociendo el pasado y a las personas que lucharon para combatirlo.
This is America, de Childish Gambino
Hace dos años, el músico, actor y guionista Donald Glover (Childish Gambino) sacó a la luz “This is America”, canción que venía acompañada de un videoclip que tenía la intención y la contundencia de un puñetazo en la cara. Dirigida por Hiro Murai y rodada en un único plano secuencia, con decenas de actores mezclando histriónicamente bailes, muecas, algaradas callejeras y ejecuciones, la pieza se propagó por todo el mundo en cuestión de horas, y ha dado lugar a múltiples réplicas. Aparecieron “This is South Africa”, “This is Nigeria”, “This is República Dominicana”, etcétera.
Y saltamos al 5 de junio de 2020, fecha de salida de RTJ4, impactante cuarto álbum de Run the Jewels, súper dúo formado por dos de los grandes renovadores del género desde mediados de los años noventa: Killer Mike (Outkast) y El-P. Esto es rap de altura: crudo, implacable, salvaje. Sin letras de culos y tetas. Con mucha música. Con flow. En este último disco, la banda vuelve a incidir en la cuestión racial, los abusos policiales y la corrupción. Otro puñetazo en la cara, con versos que parecen premonitorios, a tenor de los acontecimientos de las últimas semanas [And every day on evening news the feed you fear for free/ And you so numb you watch the cops choke out a man like me/An ‘til my voice goes from shriek to whisper, “I can’t breathe” (…)]. El grupo tuvo que aclarar recientemente en Twitter que las canciones se compusieron el pasado otoño, y por tanto no se refieren al asesinato de Floyd, sino a la de Eric Garner. Y es que el relato de unos y otros es siempre muy similar.
“Creo que la pieza musical más conmovedora y dolorida del racismo en EE.UU. es ‘Strange fruit’ de Billie Holiday”, apunta Jesús García Cívico, profesor universitario de Filosofía y crítico cultural. “En lo que toca al cine, un clásico como En el calor de la noche (In the Heat of the Night, Jewison, 1967) cambió muchos prejuicios raciales de una forma que ningún texto jurídico o político había logrado con anterioridad. A través de Selma, la película de Ava DuVernay, comprendemos tanto el lento avance de la eficacia de los derechos civiles como la importancia que tiene la difusión televisiva de las imágenes del racismo y la brutalidad policial. Recientemente, Detroit, la película de Kathryn Bigelow echó luz sobre terribles casos históricos de brutalidad y asesinatos por parte de la policía sobre ciudadanos negros. En lo que toca al arte, el racismo sigue ocupando la obra de artistas y novelistas que son a la vez activistas por los derechos sociales de los afroamericanos, como James Baldwin, que formó parte del documental I am not your negro; las piezas de arte de Mark Bradford (Los Ángeles, 1961); Lynette Yiadom- Boakye (Londres, 1977) con sus «inexistentes» hombres y mujeres negros que invocan temas de identidad racial afroamericana; las pinturas figurativas de Yiadom-Boakye; la obra de Rodney McMillian (Carolina del Sur, 1969) que abarca la escultura, y la instalación, así como ensayos sobre la connotación social de la desigualdad en una historia de símbolos; el trabajo de Charles Gaines (Charleston, 1944), que plasma explícitamente cuestiones de raza, clase y sistemas creados por el hombre de poder y marcados por las desigualdades, que afectan a la forma en que se ve a sí misma la sociedad. También es el caso de Kara Walker que ha explorado las relaciones raciales y su historia a través de medios pictóricos volubles y conmovedores”.
Vayamos a las librerías en busca de más referencias con las que regar el jardín de la memoria colectiva. Luci Romero, de la librería Bartleby de València, sugiere algunos títulos muy interesantes. Dos de ellos abanderados por mujeres. “En El unicornio negro (editorial Torremozas), la poetisa Audre Lorde habla sobre explorar la pluralidad de identidades y las opresiones a una mujer afroamericana y lesbiana en los años setenta en EEUU. También recomiendo leer Ciudadana, de Claudia Rankin. Un gran poema lírico sobre los prejuicios de raza que tanto hemos interiorizado; habla del racismo, de no admitir lo que sucede, lo que está pasando. Habla de la injusticia que se perpetua día a día”.
En cuanto al género de novela, continúa Romero, “una de las que más me han impactado sobre el racismo en general y la situación en EEUU en particular es ¡Corre, hombre, corre!, de Chester Himes, donde el protagonista, un policía blanco de Nueva York, entra borracho en una cafetería y mata a dos empleados negros sólo porque estaban allí, y eran negros, persigue a un tercer testigo en una persecución y cacería brutal. Es una de sus novelas más dramáticas, con una carga violenta y que reproduce la realidad que conocía. Por último, una de las novelas que mejor representan el horror de la esclavitud y el racismo es Beloved, de Toni Morrison. Una madre, esclava, que mata a su hija como paradójica salvación para evitar que viva en esclavitud, pero no queda ahí, la novela habla también de una hija y de intentar ignorar los abusos que ha sufrido la comunidad negra, aunque en realidad no se cicatrice las heridas. Lo que leemos en esta novela no sucedió hace tanto tiempo”.
Terminamos con las recomendaciones lectoras de Ken Province, de la librería especializada United Minds de València. Aprovechamos para preguntarle si han advertido en las últimas semanas un aumento del interés del público por los ensayos y novelas de temática antirracista. “Por el tipo de libros no me atrevería a decir que viene motivado por el caso de George Floyd, aunque sí es cierto que a través de la campaña de Sentim les Llibreries, y algunas acciones que han llevado los más jóvenes de la comunidad afrodescendiente, si ha habido más movimiento. Ha habido un pico, pero enseguida ha parado. En resumidas cuentas, se podría decir que hay más curiosidad, y espero que no sea pasajero. Comprobaremos ese compromiso de aquí a unos meses”.
“Para entender el contexto afroamericano, hace falta hacer un repaso de la historia -apunta Province-. Solo hace falta remontarse unas décadas atrás, pero si se nos podemos acercar a esta realidad a través de los testimonios de las diferentes épocas. Recomiendo, por ejemplo,
Vida de un esclavo americano contada por él mismo, de Frederick Douglas. Se podría comenzar por el abolicionismo y ese camino arduo hacia la libertad. ¿Cuales fueron las herramientas que llevaron a Frederick de la esclavitud a la libertad? La fuerza con la que escribe Douglas denota la diligencia y tenacidad que fueron clave para envolverse en un carácter, curioso, vivaz que le llevó hacia la libertad”.
Otro título imprescindible es la Autobiografía de Malcom X: “Obra esencial para entender el racismo en Estados Unidos, y para ver en primera persona la evolución y culminación de uno de los mejores oradores de nuestros tiempos. Su elocuencia y precisión exponía las mentiras y y trampas del sueño americano, y sobre el racismo que formaba parte de una estructura social y nacional. Su mensaje atemporal no hace mas que hacer eco con cada trágico evento que ocurre en nuestros días”. “Por su parte, Nación negra, poder negro, de Jose Manuel Roca es un reportaje que recoge eventos y personajes de los diferentes partidos políticos y grupos activistas de los años setenta que siguieron luchando con ese racismo que nunca se había marchado”.
El color de la justicia, de Michelle Alexander. “Este libro comienza en la nota con la que acaba el anterior libro, y muestra la sofisticación judicial que se utiliza como principal arma de incriminación y encarcelación de la población afroamericana. El documental de Netflix de Enmienda XIII se apoya en este libro y en su autora, que como abogada y maestra en leyes desmantela minuciosamente la industria penitenciaria y sus múltiples vínculos políticos”.
Una historia de la conciencia, en la que Angela Davis sintetiza toda esta atmósfera racial a través de su persona, ya que se convierte en actriz y narradora de la historia. Este libro lo refleja a través de una serie de ensayos escritos en diferentes momentos de su vida, mostrando un análisis extenso y profundo de EEUU y sus problemas raciales”. Otro título interesante que reúne artículos de la misma activista, La libertad es una batalla constante (Capitan Swing) fue objeto de un artículo en Valenciaplaza hace dos años.
Entre el mundo y yo, de Ta Nehisi Coates. "Una carta de un padre a su hijo. Una profunda reflexión sobre la realidad social de la Norteamérica actual, que recoge grandes temas universales como la discriminación, la desigualdad y el activismo necesario para combatirlas."