VALÈNCIA. “El valor de un clásico es, en sí mismo, que su fórmula funciona desde el principio”, esta es una verdad que firma Andrey Sharaev, el director del Ballet Clásico Internacional y sigue así: “El ballet clásico no tiene que actualizarse, la gente viene a buscar eso mismo y cuando un formato funciona no hay por qué cambiarlo”.
Bajo esta filosofía, aunque con algunas pequeñas actualizaciones, Sharaev dirige a su compañía de danza que llega los días 27, 28 y 29 de enero al Teatro Olympia de València para interpretar El lago de los cisnes, El cascanueces y La bella durmiente respectivamente. Al son de las melodías de Tchaikovsky intenta encontrar la forma de darle una relectura a estas composiciones del ballet clásico desde una compañía que tendrá que trabajar tres días seguidos, y casi sin descanso, para ofrecer al público valenciano el máximo por parte del Ballet Clásico Internacional.
“Planteamos una gira muy extensa en la que es difícil parar a descansar, los bailarines tienen que interpretar tres historias diferentes en muy pocos días y bajo mucha presión, lo que nos interesa es que cada interpretación esté muy cerca de la perfección”. Bajo este criterio y contemplando el ballet como una práctica artística de lo más compleja, Sharaev explica que su clave es hablar con los bailarines constantemente, explicarles bien lo que deben transmitir en cada parte de la historia y no dejar de practicar bajo ningún concepto.
“A la perfección se llega con la práctica, nos interesa mantener un calendario en el que los bailarines puedan estar ensayando con regularidad para poder aguantar la intensidad que tiene una gira por varios países”, comenta el director mientras responde a las preguntas de este diario desde Polonia, “a la intensidad de una gira hay que sumarle la complejidad del ballet”.
Respecto a los cuentos clásicos que se representan en las obras, Sharaev apunta que les interesa actualizar en parte su relato, pero sin tocar el baile porque “el ballet clásico no tiene que actualizarse”. Para ello juegan con el atrezzo, el vestuario y el diseño de luces y escenario para generar un espacio que evoque algo nuevo cada vez. “El espectador tiene que estar abierto a ver algo nuevo sobre el escenario mientras nuestros bailarines ponen todo su cuerpo e imaginación a disposición del espectáculo”. Para aguantar durante toda la gira este ejercicio tanto físico como mental, Sharaev explica que los bailarines del Ballet Clásico Internacional cumplen con una estricta rutina en la que toman vitaminas, medicamentos especiales y donde los ensayos están plagados de repeticiones.
“Hay que calentar tanto el cuerpo como la mente y nuestra clave siempre es la misma: ensayar, ensayar y ensayar. Todo se basa en las repeticiones”, apunta el director del ballet. Con todo esto consiguen llegar a todo tipo de perfiles que se sientan en el patio de butacas a disfrutar de un espectáculo apto para todos los públicos: “Nos sigue sorprendiendo cómo llegan todo tipo de perfiles a ver nuestros ballets, lo importante es dejarse llevar por las melodías de Tchaikovsky quien con su música consigue llevarnos a lugares inimaginables en los que caben las historias sobre el amor, el desamor, el miedo y la esperanza”.
Con todo ello, generan tres piezas únicas en las que el público puede disfrutar de todos los registros del Ballet Clásico Internacional, mientras los bailarines ceden cuerpo y alma a interpretar los clásicos que también tienen cabida en el presente. Clásicos que no tienen que actualizarse más que por los cuerpos que los interpretan y las propuestas de un director creativo que quiere que lo que ya funciona se mantenga”.