VALÈNCIA. Partamos de que el arte siempre es la plasmación de un juicio por parte del artista. Hasta el arte más ensimismado y a priori alejado de cualquier ideología política, el “arte por el arte”, es el resultado de decisiones, opiniones, modales, hábitos, gustos o prohibiciones del autor en el seno de una sociedad y un tiempo determinado. Quizás sea únicamente el loco, el idiota en el sentido de la palabra griega “idios” (uno mismo) el que se sustraiga a ello, pues está libre de todo prejuicio.
Cuándo comenzó el arte a cumplir, intencionadamente, una función social es un tema-debate complejo, de tintes académicos, que excede el propósito de estos artículos dominicales. Lo que parece indudable es que una parte importante del arte actual está decididamente ocupado en estos menesteres. Más que nunca. No obstante mucho antes, es posible que sea Antonio Fillol (Valencia 1870- Castelnovo 1930) uno de los primeros artistas españoles cuyo arte presentaba ya una fuerte carga crítica (cierto que mucho antes estuvo la luminaria de Goya, pero eso es caso a parte). Fillol pone su indudable talento pictórico para recrear escenas costumbristas al servicio de la denuncia de situaciones que juzgaba inaceptables desde el punto de vista de la justicia social. En “La bestia humana” denuncia la prostitución de una menor o en “El Sátiro” la pederastia pues en la escena una niña que ha sido agredida por un hombre mucho mayor, es animada a reconocer a su agresor entre varios sospechosos a modo de rueda de reconocimiento. La obra fue censurada en la Exposición Nacional de 1906 y expuesta una vez en el Círculo Regional Valenciano en Madrid, tras lo cual se mantuvo enrollada durante más de un siglo. Era una obra incómoda.
Esta semana se ha cumplido el 40 aniversario de la aprobación de la Constitución Española: el texto que nos une, regulando un nuevo marco de convivencia tras la dictadura de Franco y que basa sus principios en la democracia y en estado de derecho. Estos días suele ser recurrente en los medios de comunicación, por la gran fuerza simbólica de ese reencuentro tan ansiado, la imagen de El abrazo. Cuadro pintado por Juan Genovés (València 1930) en el año 1976. Se trata de un lienzo propiedad del Reina Sofía, aunque cedido recientemente al Congreso de los Diputados para su visualización. Es quizás la obra más importante y sin duda la más representativa del octogenario artista valenciano, en la que, sobre un fondo blanco se recorta la silueta de varias personas anónimas, a las que no vemos el rostro, que se funden en un abrazo muestra de su reconciliación. Una obra que tiene su versión escultórica en la plaza de Antón Martín, en la capital madrileña, en homenaje a los abogados asesinados en el atentado de Atocha de 1977. Juan Genovés ha venido entendiendo a lo largo de toda su carrera que el arte, o al menos su arte, ha de cumplir una función social y el artista ha de ser un agente comprometido en transformar la sociedad en la que vive.
Aunque desconocemos su identidad, Banksy profesa la misma “religión” que Genovés: el arte es una forma de compromiso. Su obra, en gran parte realizada sobre muros de ciudades de todo el mundo, transita por el camino de la denuncia aunque lo hace a través de una aguda ironía, la broma visual, e incluso del sentido del humor, que lo tiene y bueno. Eso sí, son certeros puñetazos en forma de graffiti contra el establishment, poniendo en evidencia situaciones difícilmente tolerables de nuestro mundo. Banksy denuncia el mundo de la publicidad, el de el tratamiento de los migrantes Sirios (graffiti de Steve Jobs, de ascendencia siria), la desigualdad económica o el mismísimo Brexit con un gran mural en una pared medianera en la ciudad de Dover, la costa que mira a la Europa continental. Sin embargo ni el mismísimo Banksy puede sustraerse a la mercantilización de su arte y fruto de ello es la exposición que se acaba de inaugurar en IFEMA (Madrid) dedicada al graffitero, aunque no amparada ni bendecida por este, bajo el título Banksy, genius or vandal?, en la que se exponen setenta obras provenientes de colecciones particulares, algunas de las cuales están a la venta a precios sólo pueden permitirse .
Cada vez se ve más crítica social en los teatros de ópera. Los directores de escena, aun cuando tengan en sus manos una obra mozartiana estrenada hace más de doscientos años, no pueden sustraerse a la tentación de su actualización y traslación a la actualidad, con el fin de remover las conciencias del público. Seguro que ya han leído unas cuantas cosas sobre el polémico estreno de la Flauta Mágica de Mozart en el Palau de les Arts con escena del británico Graham Vick. Más allá de la opinión sobre lo allí acontecido, Vick, en esta ocasión, ha querido emplear la obra del salzburgués y el libreto de Emanuel Schikaneder para traer a escena una serie de cuestiones candentes de nuestro tiempo (feminismo, desigualdad económica, cambio climático, migración…) y convertir su lectura en una historia de denuncia social, transformando el propio teatro y sus palcos, literalmente en una manifestación repleta de pancartas reivindicativas.
Hace más de cuarenta años tuvo lugar en el Pabellón Internacional de la Bienal de Venecia una exposición que conmemoraba el cuarenta aniversario del inicio de la Guerra Civil española. Su título: España. Vanguardia artística y realidad social. 1936-1976. Detrás de esta polémica exposición se encontraba gente como el valenciano Tomás Llorens en calidad de comisario y artistas como Arroyo o Equipo Crónica. Una muestra con arte de las vanguardias españolas de los treinta, al arte conceptual, el pop y el realismo social. Dada la implicación de Llorens en aquel proyecto expositivo y la intervención de artistas valencianos, nos podemos congratular de que el IVAM tenga entre sus fondos una importante muestra de obras (unas 40) contenidas en aquel acontecimiento clave en el arte español de la segunda mitad del siglo XX. El IVAM, comisariada por Sergio Rubira, expone obras de Picasso, Julio Gonzalez, Saura, Sempere, Alfaro, Monjalés, Equipo Crónica o Tapies entre otros. Ojo, podrá visitarse hasta el 13 de enero.