VALÈNCIA. En 1919 Walter Gropius fundó la Bauhaus, la mítica escuela de arte y diseño que cambió el mundo. Un lugar donde Wassily Kandinsky, Paul Klee, Moholy-Nagy, Mies van der Rohe o Lionel Feininger desafiaron la tradición artística y enseñaron a decenas de artistas y diseñadores nuevas formas de crear. Alemania ha celebrado el centenario de diversas formas durante 2019 y una de ellas ha sido con la serie Bauhaus, una nueva era, que puede verse en Filmin.
Los seis capítulos de la serie nos cuentan los primeros años de la Escuela, desde su fundación en Weimar en 1919 hasta que en 1925 debe abandonar la ciudad y se traslada a Dessau. Por ella desfilan la lucha constante contra los cansinos guardianes del ‘buen gusto’ y la tradición, los choques de la escuela con los grupos ultranacionalistas, las dificultades económicas, las batallas dentro de la propia escuela sobre la función del arte, el descubrimiento de las vanguardias y los acontecimientos históricos de aquel complejo momento (el final de la I Guerra Mundial, golpes de estado por parte de militares, la hambruna que asoló parte de Alemania).
Y principalmente un tema, que es el punto de partida de la serie: la dificultad por parte de las mujeres artistas para conseguir la igualdad de trato y de derechos. Porque la vanguardia, que fue verdaderamente revolucionaria y trasnsgresora y cambió el rumbo del arte y la cultura para siempre, no era precisamente feminista e igualitaria. En los movimientos de vanguardia había muchas mujeres, sin duda, pero los artistas, y el mundo, las preferían en su condición de musas o de mecenas y no en la de creadoras. Salvo muy escasas excepciones, las artistas se encontraron con muchas dificultades para ser tomadas en serio en sus aspiraciones artísticas y profesionales y sus formas de expresión.
Aunque solo los futuristas se declararon abiertamente antifeministas, tal y como proclamaban en sus provocadores manifiestos, el resto de los movimientos de vanguardia se mantuvieron en la incomprensión y, en el mejor de los casos, en la indiferencia ante la lucha de las mujeres por conseguir la igualdad. Lo que viene siendo una aceptación de boquilla que no pasa a la práctica. Dadaístas y surrealistas eran, básicamente, grupos de camaradas masculinos que se lo pasaban en grande rompiendo normas, epatando al burgués y aceptando a las mujeres como musas, pero no como iguales.
Así que la serie, asumiendo de lleno una de las tendencias del audiovisual actual, los relatos centrados en mujeres y en la desigualdad de género, se construye en torno a la figura de Dörte Helm, interpretada por Anna Maria Mühe, una de las estudiantes de la primera promoción de la Bauhaus. En la serie, Helm comienza como una tímida muchacha burguesa que poco a poco, influida por lo que la escuela le va mostrando, se convierte al activismo feminista y anarquista.
La escuela, en su apertura, declaró la igualdad como uno de sus pilares. De hecho, el primer año de funcionamiento hubo más peticiones de ingreso de mujeres que de hombres y fueron muchas las mujeres que allí estudiaron. La igualdad se mantuvo en el primer curso, pero poco a poco fue diluyéndose, en parte por la presión que la escuela recibía de las fuerzas vivas de Weimar y de quienes ostentaban el poder en la ciudad, pero también por un patriarcado real, interiorizado y transversal que siempre acaba emergiendo y que, en la serie, se expresa principalmente, aunque no solo, a través de la figura de Walter Gropius, el director de la escuela, interpretado por August Diehl (quien, por cierto, junto a Valerie Patchel que en la serie encarna a Gunta Stolzl, protagoniza la última película de Terrence Malick, Vida oculta).
Gropius dice creer en la igualdad y, sin embargo, le vemos claudicar ante la presión y organizar la escuela de un modo que relega a las mujeres a determinados espacios: la sección textil y algo la de cerámica, esos oficios tradicionalmente femeninos. Cierto es que en el ideario de la Bauhaus no hay artes menores, considera que la artesanía está al mismo nivel que las Bellas Artes y que la actividad artesana ha de ser recuperada y valorada en la sociedad industrial, pero esto no justificaba que se impidiera el acceso de las mujeres a otras materias y que se desviara a las alumnas hacia la especialización textil. En realidad, esta ha sido una constante en la vida de las mujeres artistas, el verse abocadas a dedicarse a determinadas técnicas o especialidades, consideradas tradicionalmente artes menores o aplicadas. El ejemplo de Sonia Delaunay es particularmente significativo, pero hay muchas más.
En general, aunque en su último tramo acaba centrándose demasiado en la relación entre Helm y Gropius y perdiendo un poco de vista el cuadro general, la serie es un buen acercamiento a los profundos cambios que se estaban produciendo en el mundo artístico, de muy hondo calado social, y a la historia de la Bauhaus y su planteamientos, todavía hoy revolucionarios: la forma sigue a la función, la alianza de arte y ciencia para realizar nuevas transformaciones artísticas y sociales, creación de productos que se integren en la producción industrial para convertirse en objetos de consumo asequibles a la ciudadanía o la superación del individualismo y de cualquier concepción elitista o romántica del arte. Bauhaus, una nueva era invita a reflexionar, como en la época sucedía, sobre el lugar del arte en la sociedad, su capacidad para mejorar la vida de la gente o el hecho de que un opción estética es también una cuestión de ética.
Y precisamente por eso, no deja de sorprender que una obra que quiere rendir homenaje a la Bauhaus y que habla de vanguardia, de transgresión y de arte revolucionario adquiera una forma tan convencional se mire por donde se mire, narrativa o estéticamente. Nada de riesgo, nada de experimentación, ningún atrevimiento. Si estuvieran contando la vida de una familia burguesa en la Alemania de 1919 sería exactamente igual porque su lenguaje es el abc estándar de la narración audiovisual, ni malo ni bueno, como el de la mayoría de series. Pienso en producciones que hablan del mundo del arte como I love Dick, Nola Darling, Master of None o Fosse/Verdon y el modo en que, en todas ellas, la estética mantiene una total coherencia con el contenido y la historia que nos cuentan. El contrasentido es que Bauhaus, una nueva era está realizada como si la Bauhaus o las vanguardias no hubieran existido nunca. Cualquier producto de la Bauhaus es más moderno que la serie que la conmemora. Aprueba en feminismo, pero me temo que Gropius y su equipo docente hubieran suspendido a sus creadores sin piedad.
Fue una serie británica de humor corrosivo y sin tabúes, se hablaba de sexo abiertamente y presentaba a unos personajes que no podían con la vida en plena crisis de los cuarenta. Lo gracioso es que diez años después sigue siendo perfectamente válida, porque las cosas no es que no hayan cambiado mucho, es que seguramente han empeorado