VALÈNCIA. Tiendo a ver los periodos por cursos más que por años, así que para mí el que importa es septiembre más que enero. En estas fechas difíciles de llevar si uno todavía está apurando sus últimos días laborables, toca mirar atrás y hacer un balance del curso a vista de pájaro antes de que llegue un otoño que esperemos que sea culturalmente caliente en su acepción más positiva.
Empezando por el final se despide el curso con una importante noticia que esperábamos con cierta ansiedad todos aquellos que hemos vivido con preocupación estos años de difícil, muy difícil, travesía por el desierto de nuestro querido Museo de Bellas Artes, sin menospreciar la difícil -casi imposible- labor de quienes han estado al frente del mismo estos últimos ejercicios. Hay que reconocer que el nombramiento de Carlos Reyero no se esperaba y, bueno, he de reconocer que en mi caso veo en nombramiento con optimismo. Se trata de una persona que en primer lugar pienso que esto del arte y su función social “se la cree” lo cual es muy importante para un cargo de este tipo en un museo que necesita mucho empuje y entusiasmo. Catedrático en historia del arte (ya tocaba un historiador) de reconocido prestigio en el ámbito académico, que si bien no ha estado al frente de un museo, sí que ha sido comisario en exposiciones. Su condición de no valenciano voy a pensar que en estos tiempos pueda jugar a su favor, pues ver las cosas con perspectiva-fuera del bosque- y sin “contaminación”, cuando son muchos los retos a afrontar, es positivo. Veremos ahora cual es su “ideario” y la filosofía que va a regir su proyecto; más concretamente su plan en cuanto a exposiciones temporales (nos alegra saber que sigue apostando por la muestra programada dedicada a Vicente López), la relación con otros museos, decisiones en cuanto al exiguo personal con que cuenta la institución y respecto a la colección permanente y las ultimas y, cuanto menos, discutidas incorporaciones.
Es también para congratularse que el IVAM vaya saliendo poco a poco, pero sin pausa, de un pozo que parecía no tener fondo. Su imagen va, de nuevo, consolidándose como espacio de referencia en el panorama Español del arte moderno. Este año se han podido ver excelentes exposiciones como la que reivindica a la gran escultora Angeles Marco, Tiempos Convulsos, la dedicada a aquel 1989, año en que tantas cosas no volvieron a ser iguales, o la de alguna forma “historica” entrada del cómic en el IVAM de la mano de Paco Roca, acabando por todo lo alto con la muestra todavía en cartel dedicada a Léger.
Podemos ser más o menos críticos con cierta línea que sigue el Centro del Carme de Creación Contemporánea, pero no cabe duda que hay que felicitar a quienes rigen sus destinos porque los números, en cuanto a visitantes, y presencia en el ambiente cultural de la ciudad salen y son incontestables, aunque estos también vengan arropados por las numerosas actividades que se desarrollan en sus magníficos espacios. No comparto, sin embargo, parte de su línea expositiva con escasa presencia de la pintura y de cierta línea de creación artística que hoy en día parece tener difícil acomodo en sus muros. Al respecto podría citar un buen número de jóvenes creadores. Esperemos que la interesante exposición de Xisco Mensua sea “15.600 días” (hasta el 1 de septiembre) comisariada por Nacho París y Laura Vallés, sea un punto de inflexión.
El centro cultural Bancaja, un espacio veterano, se consolida más si cabe como centro de referencia cultural en la ciudad con magníficas exposiciones. Este año por encima de todas la dedicada a Andreu Alfaro, comisariada por Tomás y Boye Llorens, aunque no hay que olvidarse de otras excelentes muestras que han tenido como protagonistas a Miquel Navarro, Soledad Sevilla, Pablo Picasso o Jorge Ballester (hasta el 1 de noviembre).
Hablemos ahora de asuntos no tan positivos. Habría que reflexionar, y desde aquí convoco a quienes les apetezca hacerlo en vivo y en directo algún día de estos, acerca de porqué una ciudad que poco a poco se consolida en la oferta cultural “pública” (pronto habrá que sumar el centro de arte de la Fundación Hortensia Herrero y el Caixa Forum), sin embargo sigue su lento declinar en el mundo del mercado del arte. Porqué es tan difícil abrirse camino en nuestra ciudad, es algo sobre lo que no se habla lo suficiente. Este año tuvimos la mala y no esperada (al menos para mi), noticia del cierre de Pepita Lumier, indiscutible referente de la ilustración en nuestra ciudad y más allá. También, este curso, ha bajado la persiana otra importante galería como era Paz y Comedias un espacio con una propuesta quizás demasiado arriesgada para el contexto valenciano. Hace escasos días ha sido la Galería Nueve la que ha dicho adiós…y mucho me temo que no será la última. Que nuestros museos (Bellas Artes, Muvim, Ivam…) no dispongan de tiendas es algo que roza lo surrealista. Una vez más, y seguiré dando la matraca sobre ello, debo advertir que la oferta cultural no tiene sentido sin coleccionismo. Una ciudad con una oferta cultural pública de primer nivel en la que no existe coleccionismo dedicado principalmente a sus creadores es un escenario cultural engañoso, artificial e incompleto.
Entre el final de temporada y el inicio se suceden días que para quienes tengan que estar en la ciudad dan la oportunidad de visitar nuestros centros de arte.
Nada como una antológica para situar en el mundo a un artista al que han rodeado demasiados clichés fruto de una mirada demasiado superficial de su imponente trabajo. Por ello hay que felicitar al Centre Cultural Bancaja con la exposición dedicada a Julio Romero de Torres que, comisariada por Javier Pérez Rojas, se acaba de inaugurar. Una exposición de la que uno sale convertido a la causa de un artista que no cabe otra que admirar, con independencia de que su gusto personal transite por ese lenguaje tan personal que supo labrarse el pintor cordobés gracias en una conjunción feliz de técnica pictórica, cultura visual y personalidad indiscutible. La muestra tiene un invitado especial. No se podía perder la oportunidad de incluir en la exposición la sobrecogedora obra de Antonio Fillol “El Sátiro” que junto con “Mujeres del amor” fueron retiradas de la Muestra Nacional de 1906 al ser calificadas de inmorales. Desde aquel momento no se habían reencontrado ambas obras.
Sería una feliz tortura si me ofrecieran la oportunidad de quedarme una sola de las obras de Léger que cuelgan en las paredes del IVAM hasta el 15 de septiembre en la exposición antológica dedicada al artista galo (ojo, no queda mucho y luego lo lamentarán). Una muestra comisariada por Darren Pih, fruto de la colaboración con la Tate Gallery de Liverpool, de donde viene la exposición. Una verdadera y ambiciosa antológica con un centenar de obras, que permite apreciar con claridad las etapas por las que transitó el prolífico artista a lo largo del siglo XX, además excelentemente presentadas al jugar cromáticamente con los colores de los muros. A pocos metros de esta magna exposición el pasado mes de junio se ha inaugurado una muestra, comisariada por Teresa Millet, que estudia el influjo de las vanguardias históricas y en especial de Léger en la obra de Equipo Crónica. La idea es excelente puesto que si bien era algo que se percibía en el catálogo de obras del colectivo valenciano, no se había reunído con este propósito en una sola exposición.
Recuerdo la exposición de Xisco Mensua en Valle Ortí allá por el año 2012 en la que sería una de sus últimas exposiciones antes de que la histórica galería bajara la persiana para buscar nuevos horizontes y aquel cuadro dedicado a Glenn Gould y la grabación de las Variaciones Goldberg de Bach. Siempre es de admirar el difícil camino por el que transitan los artistas figurativos cuando se empeñan en la búsqueda de nuevos lenguajes, habida cuenta que el de la figuración es un relato con algunos milenios a sus espaldas. Ahora Mensua expone en el Centre del Carme de Creación Contemporánea hasta el 1 de septiembre, como decíamos arriba, y su visita es recomendable. Mensua es ante todo un dibujante en el sentido más elevado; un artista que no deja indiferente por su erudición temática y por la libertad, en el más amplio de los sentidos, de sus composiciones. Realidad y fantasía, poesía y relato, referencias musicales, literarias, artísticas. Dibujo, pintura, caligrafía, fotografía. Mensua a lo largo de cuarenta años ha creado un mundo paralelo al que nos invita, no nos excluye de él.
La última de las recomendaciones es la de un joven, muy joven artista español que puede dar mucho que hablar. Nicolás Ortigosa (Logroño, 1983) expone su obra en Bombas Gens Centre d’Art . Una exposición dividida en dos: por un lado interpreta la Divina Comedia de Dante y por otro nos muestra un conjunto de otras que después de ejecutadas decidió llevarlas al negro más absoluto. Los comisarios Nuria Enguita y Vicente Todolí, han repasado algo más de quince años (los primeros de su carrera habría que añadir) de este autor riojano que trabaja cuya obra se mueve en complejo mundo del expresionismo tanto figurativo como abstracto; un lenguaje en el que muchos artistas entran con demasiada osadía y falta de preparción, y en el que por tanto cuesta tanto encontrar hoy en día propuestas que merezcan la pena. La obra de Ortigosa emplea únicamente el negro en forma de línea sobre blanco. El virtuosismo del gesto en un trabajo rebosante de fuerza expresiva que en algunos aspectos nos conecta con el mejor expresionismo neoyorquino y en menor medida europeo en cuanto a la búsqueda del gesto (Kline, Motherwell y sobretodo Hartung) aunque el trazo aquí es más afilado como si trabajara con un buril. En su faceta más figurativa, pese a su juventud, Ortigosa pone de manifiesto una gran cultura visual y su obra tiene algo ya de intemporal, plagada de citas que podemos haber visto en muchos artistas, desde el expresionismo de entreguerras (Kubin) hasta Goya.