sopa de letras

Blue Jeans: "El lector joven es el mejor lector"

Los crímenes de Chopin (Planeta, 2022) es la última novela de Blue Jeans, seudónimo del escritor Francisco de Paula. En ella, el autor presenta una historia de intriga, crímenes y amor ambientada en Sevilla

14/07/2022 - 

VALÈNCIA. Una noche de insomnio, en plena pandemia, fue el germen de Los crímenes de Chopin (Planeta, 2022), el último libro de Blue Jeans, seudónimo del escritor Francisco de Paula (Sevilla, 1978). Se le ocurrió el título y a partir de ahí vino todo lo demás. El resultado es una historia de intriga, crímenes y amor que gira en torno a unos extraños asesinatos vinculados con partituras del célebre músico polaco y que tiene Sevilla como escenario principal. Por supuesto, la obra se enclava dentro de su género predilecto, la novela juvenil, aunque en esta ocasión hay más presencia de personajes adultos, algo que el escritor califica de «crossover» y que la distingue de sus libros anteriores.

Con un final más que abierto, es lógico preguntarle al escritor sevillano, autor de éxitos como Canciones para Paula, El club de los incomprendidos o La chica invisible (actualmente, en proceso de rodaje en su versión audiovisual) cuál será el próximo paso y, sobre todo, si sus lectores pueden esperar una segunda entrega de Los crímenes de Chopin. «Cada historia tiene su momento. Hay que dejar el respiro suficiente a cada una», revela, enigmático, sin concretar si su último libro tendrá continuación. Sobre otros temas sí se muestra más elocuente y de ellos hablamos en la siguiente entrevista. 

-Los crímenes de Chopin es una novela tremendamente coral, ¿por qué contarlo de esta forma, con esta alternancia de voces? 
-Mis novelas siempre han sido corales. Aunque hayan tenido una protagonista (normalmente son chicas), le he dado mucho peso a personajes que al principio parecían secundarios. 

En Canciones para Paula, aunque en el título aparezca el nombre la prota, los secundarios también se hacen con las riendas de la historia; en el caso de los Incomprendidos, aunque Valeria también tiene más peso al principio, los demás van ganando fuerza; y en La chica invisible, pese a que Julia es el personaje principal, los secundarios también tienen mucha importancia.

Me gusta que mis novelas sean corales, aportar voces diferentes… incluso voces adultas. En Los crímenes de Chopin hay, por primera vez, una voz adulta, Celia, la detective privado; y Blanca, por otro lado, que es un personaje que tiene 22 años y está ahí en medio entre juvenil y no juvenil. Ese es el cambio en esta ocasión, pero mis novelas siempre suelen ser muy corales. 

-¿Es Sevilla un personaje más de Los crímenes de Chopin?
-Se podría decir que Sevilla es muy importante dentro de la historia: es mi ciudad y es la primera vez que ambiento un libro ahí (ya era hora después de 15 novelas). Creo que a la historia le pegaba para lo que yo quería hacer. Normalmente los thrillers, las novelas de misterio en España, suelen transcurrir en el norte; las obras de Dolores Redondo, de Eva García Sáenz de Urturi, de María Oruña, de Manel Loureiro…

Yo quería contar esa Sevilla amable que yo conocía cuando iba a visitar a mis abuelos y que me ilusionaba, pero también esa Sevilla que tiene un lado misterioso y oscuro; esos barrios como el de Santa Cruz, con las calles estrechas, perfectas para una persecución o un crimen. Barrios que tienen sus conflictos. Me apetecía contar eso. Sevilla es un personaje más, un protagonista más dentro de la novela. 

-¿Cuál es tu truco para mantener la tensión y la intriga a lo largo de la historia?
-Pues no lo sé [ríe], no sé cuál es el truco, intento hacerlo lo mejor posible. Quizá la base sea haber leído mucho este tipo de libros. Es verdad que mis novelas se ambientan en el siglo XXI con personajes muy actuales; aparecen redes sociales de ahora… pero la estructura es muy clásica: se produce un asesinato, este se va desarrollando, hay alguna muerte más, todo el mundo parece sospechoso y al final hay una resolución. 

Eso es lo clásico de este tipo de novelas, y creo que viene de haber leído mucho a Agatha Christie, a Sherlock Holmes, a novelistas más actuales… todo viene de ahí: no tiene un truco, pero sí sabes cómo funciona el planteamiento que necesita este tipo de libro para intentar «engañar» de alguna forma al lector. Y jugar con él a que sea el detective.

-Supongo entonces que eres uno de sus escritores que lo planifica todo al dedillo, un escritor «de mapa», ¿no?
-Soy una mezcla. Ahora tengo que planificar más. Antes, con los libros de corazoncitos, me dejaba mucho más llevar. Los finales los decidía tres o cuatro días antes según lo que intuyera o las sensaciones que tuviera. Ahora hay una parte del eje principal, la investigación o el crimen, en el que, si asesinas a un personaje al principio, tienes que saber quién le ha matado de cara al final. Eso lo tengo en una pizarra, donde voy apuntando las líneas temporales, diagramas y demás. 

En el desarrollo de los personajes me dejo llevar todavía: ahí no está todo tan planificado. Es mi forma de escribir, una manera de que fluya la historia y no se quede estancada. Me gusta que los propios personajes me vayan sorprendiendo y se vayan contradiciendo a lo largo de la historia. Me gusta que sea así, es más natural: más mi estilo. Pero debe haber cosas planificadas cuando planteas una novela de asesinatos. 

-Has comentado en alguna ocasión que sueles tener muchísimas ideas para escribir nuevas historias, ¿cómo haces para decantarte por unas y no por otras?
-Bueno… quizá exageré [ríe]. Van saliendo ideas porque estás pensando en ello todo el rato; le doy muchas vueltas cuando no tengo muy claro el siguiente libro; hablo con mi pareja (Ester) muchísimo, con mis padres… y van saliendo cosas, pero cuando llega la idea definitiva te das cuenta. Igual que cuando se te ocurre un título o un personaje. No sé de qué manera, pero te das cuenta de que eso vale. Hay otras ideas que no desarrollas, que están ahí, y que quizá puedas retomar algún día, pero las ideas potentes las notas enseguida. 

-Ha llovido desde Canciones para Paula, un libro que empezaste colgando en la plataforma fotolog y que luego te publicaron, ¿cómo crees que has cambiado como escritor?
-He cambiado como escritor, como persona, como ser humano… Soy quién soy, vengo de dónde vengo; sé perfectamente lo que han luchado mis padres, lo que he vivido de pequeño. Como persona he ganado confianza, sé a lo que me dedico, sé lo que quiero y tengo una estabilidad personal y profesional. Tengo mis preocupaciones, normales y corrientes, pero te ayuda ver que vas encontrando el camino; un camino como es el de los libros, que es tan bonito… no todo el mundo tiene la suerte de dedicarse a lo que le gusta y me siento una persona muy afortunada en ese sentido. 

Como escritor… he cambiado mucho también. Empecé en un fotolog, intentando que me leyeran las máximas personas posibles, haciendo hype todo el día, dejando los finales en alto… una locura. No se puede hacer un libro tan montaña rusa. He aprendido a que el lector se confíe, descanse; darle algún susto de vez en cuando; que el principio sea fuerte, y que la parte del medio no sea meramente de transición, sino que también pasen cosas que interesen. 

Y el final. Tienes que intentar que el lector se quede con ganas de más o con buen sabor de boca. No se puede sorprender a todo el mundo ni gustar a todo el mundo, pero el trabajo es grande, son muchas horas delante del ordenador. No paso a otro párrafo hasta que no estoy convencido del anterior. Eso se va aprendiendo con el paso de los años.

-¿Por qué te gusta o qué te aporta escribir novela juvenil?
-Soy el primero que dice que escribe juvenil. Y me gusta estar en esa sección en las librerías. Los personajes de Niko y Triana, en Los crímenes de Chopin, son personajes jóvenes porque no me quiero alejar del juvenil. Pero, como decía antes, esta novela es más crossover con personajes adultos. 

Estoy muy bien dónde estoy. Es difícil hacerse un hueco en la literatura, sea donde sea, y en juvenil es muy difícil después de tantos años. Además, conforme pasa el tiempo, me voy diferenciando más em la edad con los lectores. Tengo que estar muy atento a lo que ellos hacen, a lo que van escuchando, a las redes sociales que incorporan… todo esto es mi documentación, por así decirlo. 

El lector joven para mí es el mejor lector: es el más agradecido, el que más te apoya, el más exigente (si no te gusta, te lo dice). Y eso último es muy importante, porque el halago continuo o constante hace que te relajes y te confíes. Es capaz de decirte «no me ha gustado el libro» o «en qué estabas pensando cuando escribiste este final». Es un mundo que me gusta. Además, está muy asentado Blue Jeans como juvenil; si algún día quiero tengo mi nombre para usarlo y para hacer quizá novelas no juveniles. Pero de momento estoy muy conforme y a gusto con todo. 

-¿Cómo es escribir para jóvenes pese a que tú ya no seas precisamente adolescente? ¿Dónde está el punto de conexión? 
-Es una labor del escritor, aparte de tirar de recuerdos y sensaciones, de estar pendiente. Peor lo tendría que hacer si tuviera que hablar sobre la II Guerra Mundial, que no lo tengo a mano y tendría que revisar cosas; o sobre romanos, como [Santiago] Posteguillo, que tendrá que buscar la documentación: ver cómo vivían los romanos, cómo eran…

Tengo la suerte de que las redes sociales son un gran espejo o escaparate. Ahí están las sensaciones y emociones actuales, los grupos que se ponen de moda, las palabras que usan, las series que ven… y yo tengo una cosa, y es que, si no lo sé, lo pregunto. Directamente. Cuando hay algo que no entiendo por dónde va, lo pongo en mi Twitter o en mi Instagram y los propios chicos me contestan.

En mi caso, además, se han juntado dos generaciones: los que vienen de la saga de Paula e Incomprendidos; y los que vienen de La chica invisible o El campamento. Sigue viniendo gente de aquella época, que en aquel momento tenían 16 años y ahora tienen alrededor de 30, y traen a sus hermanas pequeños, a sus hijas, a sus primas… a leerse los nuevos libros. Y es muy bonito ver gente de diferentes edades en las firmas o hablando contigo en redes sociales. 

El otro día miré las estadísticas de Instagram, y me sorprendió que la franja de edad que más me sigue es de los 17 a los 25 años, y luego la de 25 a 34. No es la franja que normalmente tiene el lector de Blue Jeans, que es de 14 a 17. Eso es señal de que hay mucha gente que me ha acompañado en el camino y se ha quedado, y gente que me ha descubierto más recientemente. 

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