Hoy es 12 de octubre
VALÈNCIA. Hay quien para irse a dormir se pone a contar ovejas, una enmienda un tanto aburrida -y a veces un poco desesperante- que evoca al sueño. Por otro lado, hay quien prefiere contarse historias de terror... como aquella declaración fallida frente a un amor de la infancia o los diez mejores ridículos de los últimos años. Ambos relatos, tan válidos como reales, hacen ver que todo el mundo forma parte de un enorme rebaño: "Todos somos iguales, no somos especiales" es un mantra tan desesperante como real.
Nos contamos las mismas historias de cama en cama y de ciudad en ciudad para poder descansar de la vida que nos atormenta. Estas historias, las de terror y ridículo, forman parte de Lo sabes aunque no te lo he dicho (Astiberri) el segundo trabajo de la autora e ilustradora Candela Sierra en el que emplea un humor ácido para retratar la sociedad que le rodea entre viñetas. A través de historias que podrían contarse en cualquier rellano Sierra escribe y dibuja su obsesión por entender el mundo que le rodea.
“En el guion busco retratar a todas esas personas y situaciones que se repiten a todas horas. El libro empezó con una de las historias y fue creciendo poco a poco”, comenta la autora, quien tras reírse del “universo fantástico” del diseño en Rotunda se aventura con una historia más de a pie para recabar ideas que le permiten retratar a la sociedad contemporánea. “Para mi es una lectura divertida y sanadora, me rio del narcisismo y de los perfiles cotidianos dándoles un nuevo toque. Muchas veces surge el chiste antes que el propio contenido, o la idea surge de un rasgo de personalidad… poco a poco todos se van convirtiendo en una especie de personajes de mierda”, recalca.
En Lo sabes aunque no te lo he dicho se sirve, de forma muy inteligente, del propio lenguaje del cómic para expresar su crítica. Entre las páginas hay fallos de “raccord” dentro de una misma historia, hay bocadillos que llevan a páginas anteriores para recordar lo que un personaje ya ha dicho y hay conversaciones que se leen en “subrayados” diagonales, mostrando que un personaje no se presta a la escucha. “Para mí a veces llega antes el concepto que la historia que quiero contar, me gusta dibujar pero siempre prefiero leer. No soy una autora que dibuje y rellene muchos cuadernos, lo que me interesa del cómic es explorar esos formatos para que lo que cuente solo se pueda entender alrededor de las viñetas”. Basándose en los recursos gráficos que le proporciona este medio, y explorando los límites de este lenguaje, se sirve de colores, formas y hasta “clones” para contar un mismo relato, en pequeñas píldoras y con una alta dosis de crítica social.
“El recurso del chiste no siempre se emplea en el cómic de la misma manera, para mi el libro es también un objeto en el que el lector puede ir hacia delante y hacia detrás y permitirse una doble lectura. Yo lo que necesito es que la historia vaya acorde con la narrativa y que a la vez resulte en algo entretenido”, añade Sierra. Para componer el relato confiesa que se sirve de ejemplos reales de la calle y de sus círculos más cercanos, aunque también se atreve a explorar dentro de su propio pasado para sacarle punta a sus recuerdos: “Le saco una nueva lectura a cosas que ya me han sucedido, es una manera de transformar y evidenciar esa realidad a través de la exageración y jugando con los límites”, reflexiona la autora, “rescato mis propias experiencias y exploro mucho mis “por si acasos” a través del chiste y entre las páginas”.
La lectura, que se desenvuelve entre diferentes píldoras, se puede disfrutar de forma desordenada y resulta una muy buena lectura para antes de irse a dormir. En vez de contar ovejas el lector puede incluirse dentro del rebaño, adentrarse en sus propios miedos y repasar el "popurrí" de historias en las que el ego salta de valla en valla sorteando la crítica de Sierra, tan acertada como divertida, con una pequeña dosis de "ofensa" y autocrítica entre las viñetas.