VINOS DE MADRID, ÁVILA y TOLEDO

Colinas, montañas y reinas de corazones

Oli, holísticos hedonistas. Esta semana venimos dispuestos a subir una colina. Y quién sabe, igual terminamos bajando una montaña con carita de precioso Hugh Grant en sus mejores y contemporáneos años. Paradojas de la vida

9/02/2018 - 

Y es que hoy visitamos la cordillera del centro de España. Sierras serranas de Madrid, Ávila y Toledo, con alguna llanura de por medio. Lugares en los que la uva garnacha es la reina de corazones, y que nos corten la cabeza si mentimos. Paradigma de variedad que algunos se empeñaron en desterrar y que, por suerte, desde hace algún tiempo muchos insisten en hacer grande. Grande como el monte más alto. Como los estupendos vinos que se están elaborando con un resultado fresco, elegante, de terruño. De esos de beber y beber. Capaces de atraer juventud. Los del disfrute sin más bobadas.

Así, moneando que es gerundio y sacacorchos en mano, abrimos la primera botella del día, la del madrileño La danza del viento 2015 (4 Monos Viticultores). Frescor estructurado de olivos y almendros. Vino de altura y su brisa, que saca a bailar a una tortilla de patatas jugosita de la que no queda ni una migaja.

Seguimos veloces, sin pasarnos de parada, hasta Navahondilla. Allí paseamos por La viña de Ramón 2014 (Bodega Finca Fuentegalana) y, sin lobos a la vista, comprobamos que los orígenes tienen la respuesta. Circula espontáneo dejando alegría a su paso. Lo gozamos sin darnos ni cuenta mientras cae una croqueta tras otra.

Escalamos los montes toledanos donde accedemos gustosos a un cuerpo a cuerpo con el Melé 2014 (Bodegas Ziries). Su autenticidad de pino y sus piñones auguran lo mucho que crecerá. Nobleza que pisa con fuerza junto a un cocidito madrileño con su sopa y todo lo que vendrá después.

Vibramos con la fruta de Las Moradas de San Martín Initio 2010 (Viñedos de San Martín). Granito que se moja una noche de verano para quedarse hasta que amanezca, que no es poco. Lo saboreamos sin prisa con un cabrito asado.  

Uy. Nos lo hemos comido. Pero no, no hay dolor, que aún está por beber el Cabrito 2014 (Bodega Miguel Santiago). Nos abre las puertas de Cadalso de los Vidrios y se presenta ligero. Al tiempo y a tiempo, persiste en la contundencia de no dejarse olvidar. Nos pide peso en la mesa, el de un guiso de jabalí.

Loquitos nos deja la Garnacha de Arrayán 2014 (Bodega Arrayán), que entre Méntrida y Cebreros es mineralidad, roja y en botella. Suelo evocador de recuerdos que recordar. No nos cansa, nunca, y siempre con un buen jamón de bellota.

Lo notamos. Vienen curvas. Las Curvas de Gredos 2016 (Cooperativa Cristo del Humilladero). Un guapo con barbita de cuatro días que cuela entusiasmo acompañado de unas lentejas con chorizo. Ole ahí.

Chulito y divertido. Pues claro, así es Chulo 2015 (Bodegas Ecológicas Luis Saavedra). Respondón y sin vergüenza nos regala un ramo de flores y nos invita a un plato de bravas de las buenas.

De estupendo descoloque nos deja La Sorpresa Saca de 2017 (Rubén Díaz) que se acerca desde Cebreros con su rollito oxidativo. Ardorosa suavidad que se planta en los morros para llenarnos de felicidad junto a un plato de corzo en escabeche.

Seguimos de boca en boca con Los besos que te robé 2016 (Orly Umbreras Viñador). Olivares de chicha y sabrosa ascendencia, sube a los altares de los predilectos con un cogote de bacalao y su refrito colorao.

Nos supermineralizamos con El Hombre Bala 2015 (Comando G Viticultores). Hierbecillas, especias y berries de largura pedrosa. Cogemos la copa con cuidado de que no se nos caiga, que un poquito torpes sí somos, y lo bebemos a trago largo acompañado de un pad thai cocinado con cariño.

Nos ponemos serios para presentar a Navaherreros Garnacha de Bernabeleva 2015 (Bodega Bernabeleva). Animalillo sedoso que se arrima a la hoguera que le da el calor necesario. Aprovechamos el fuego encendido y asamos un cochinillo. Ays.

Tras varios devaneos madrileño-avileños regresamos a la planicie de Toledo con billete de ida y vuelta. Nos espera en la estación el Tavera Roble. Pana frutosa y progresiva que prospera acompañada de unas carcamusas, receta de lo más popular.

El cierre lo pone con mucho cuidado Las Bacantes Garnacha 2015 (Carlos Sánchez Viticultor). Fluye de frescor repartiendo buenas sensaciones. Satisfacciones que agradan con un bombón. Chocolate y vino tinto, sí. Porque nos da la gana y además nos encanta.

Hasta aquí hemos llegado. Que caben diez, luego doce y a lo tonto han sido catorce. Y con catorce abrazos nos despedimos de las montañas del centro. Con un hasta luego, porque volveremos a ellas más adelante, que no sólo de garnacha vive el hombre y la albillo de blancas sonrisas promete venir muy pronto.