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CRÍTICA DE CINE

'Colossal': La chica contra el monstruo

30/06/2017 - 

VALÈNCIA. La vimos por primera vez en el pasado Festival de San Sebastián, donde se presentó fuera de concurso. Sin embargo, hemos tenido que esperar a que se estrene en prácticamente todo el mundo (en EEUU lleva recaudados 3 millones de dólares exhibiéndose en tan solo unos pocos cines) para que alguien se atreva a rescatarla del olvido y por fin llegue a nuestras pantallas. 

¿Qué pasa con Nacho Vigalondo? ¿Por qué ninguna de sus películas ha terminado de funcionar en taquilla? ¿Se ha convertido en un director maldito del cine español?

Maldito o incomprendido, lo cierto es que sus películas son demasiado extrañas para un panorama de cine español en el que apenas hay lugar para la diferencia, y menos para intentar entender una mirada autoral tan bizarra y excitante como la suya.  


Lo conocimos cuando todavía era cortometrajista y su trabajo 7:35 de la mañana (2003), fue seleccionado para competir en los premios Oscar. A partir de ese momento, comenzamos a adentrarnos en su poderosa personalidad cinematográfica, repleta de paradojas y de espacios múltiples que se superponen entre sí, inundada de un humor negro muy particular y habitada por seres tan extraños con él mismo. 

En cierta manera sus películas arrojan una mirada hacia el abismo y el vacío. Utiliza la ciencia ficción o el thriller para contar historias que se convierten en metáforas del mundo en el que vivimos, erigiéndose como reflejo de algunos de los males de nuestra sociedad: la soledad, el vacío, la insatisfacción…

La mayoría de sus ficciones están regidas por el absurdo y el caos. También por la paranoia. A veces, los personajes que utiliza no se sabe muy bien si están a un lado u otro de la realidad, o si son producto de nuestra imaginación. Si están locos o están cuerdos. Si han saltado en el tiempo, como en Cronocrímenes o si la imagen que proyectan en la pantalla es una entelequia. Lo que está claro es la intención por parte del director a la hora de dinamitar los límites del universo de lo real y trasladarnos a un estado de trance donde todo es posible, donde las pesadillas se hacen realidad. 


En Colossal vuelve a demostrar su capacidad indómita para jugar con los géneros, para retorcerlos, darles la vuelta y ofrecer a través de ellos una mirada rotundamente original. Quizás por eso homenajea el kaiju eiga, las películas de monstruos japoneses que seguramente se encuentran insertadas en su ADN cinéfilo, y lo integra en su imaginario a través de la historia de una joven que descubre que se encuentra íntimamente conectada con una criatura que aparece y desaparece de la ciudad de Seúl causando el pánico a su alrededor mientras ella se encuentra paseando por un parque en Vancouver. 

Ella es Gloria (Anne Hathaway), una treintañera que no sabe qué hacer con su vida, que se encuentra totalmente desorientada y se refugia en fiestas que duran de un día para otro y en las que echa mano del alcohol como forma de escape. Su desorden vital la conducirá a la ruptura con su pareja (Dan Stevens) y al regreso a su hogar de la infancia. Allí se reencontrará con un amigo del colegio, Oscar (Jason Sudeikis), que la ayudará a integrarse de nuevo en ese pequeño pueblo donde prácticamente no hay nada que hacer. 

Vigalondo nos muestra el tedio y la falta de expectativas de toda una generación que parece no tener motivaciones, que se conforma con llenar las horas esperando a que llegue la noche para emborracharse y olvidar. Así un día tras otro. En medio de un lugar, para colmo, en el que no hay nada que hacer, en una América Profunda donde todo es gris y anodino. 


Gloria poco a poco se irá dejando atrapar por esa rutina, al mismo tiempo que descubre ese extraño fenómeno que la convierte en una criatura fantástica al otro lado del mundo y que irá en paralelo con la evolución que sufra su relación con Oscar, al principio confiada y prometedora para poco a poco dar paso a una enfermiza necesidad por parte de él a dominarla y someterla a su voluntad. 

Colossal se convierte así en una afilada reflexión en torno a la tiranía masculina y la necesidad de que la mujer rompa sus ataduras para enfrentarse a la dictadura del terror y el esclavismo emocional por parte del hombre, y así poder por fin ser libre. 

En ese sentido, Anne Hathaway aborda uno de los papeles más complicados de toda su carrera, lleno de matices que nos llevan a conocer a una Gloria con todos sus claroscuros, sus miedos y sus inseguridades, primero disfrazados de pasotismo y hastío, para dar paso paulatinamente a un empoderamiento que le hará luchar contra sus fantasmas con una fuerza inesperada. 


Vigalondo habla también en Colossal del peso del pasado, de cómo el imaginario infantil, el miedo a no crecer, nos puede llevar a un callejón sin salida en la edad adulta. El mundo que nos habíamos construido de pequeños deja de tener sentido en un presente que no es precisamente un juego de muñecas y en el que es necesario no quedarse anclado para poder seguir avanzando. 

Colossal juega a ser un film apoteósico, pero en realidad donde termina resultando triunfador es en sus momentos más íntimos, en la descripción de esos personajes frágiles y perdidos que se convierten en el centro de una película tan escurridiza como magnética, en la que nunca sabes qué va a pasar porque el director se encarga de romper las expectativas del espectador en cada momento, llevándonos de giro en giro, de sorpresa en sorpresa, de lo cómico a lo siniestro, del entretenimiento más puro a la reflexión sobre nuestra existencia para configurar la obra más redonda de toda su carrera. 


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