GASTRONOMÍAS DE BARRIO

Comer por la zona universitaria: Plaza Xúquer

Es probablemente la zona de Valencia con más universitarios por kilómetro cuadrado. Y ya se sabe que los estudiantes, con sus economías de guerra y sus hígados indestructibles, no se distinguen especialmente por tener un paladar refinado. Sin embargo, estas calles esconden unas cuantas excepciones.

9/12/2016 - 

Fue durante un tiempo la zona de ocio por excelencia. El kilómetro cero de las salidas nocturnas de los adolescentes que hoy se acercan a los 40. Cuando el botellón en la calle estaba permitido, mil pesetas te duraban todo el fin de semana y el derecho al descanso de los vecinos era algo secundario. Tras vivir unos años de auge, tres letras anunciaban que se acababa la fiesta, ZAS. Hoy, los baretos en donde bebíamos chupitos de Péche como si no existiese ni el mañana ni las resacas se han transformado. En la actualidad, sobre las mesas de la plaza Xúquer, el sólido le va ganando terreno al líquido. 

Pero el barrio, cuyo nombre oficial es La Bega Baixa, no ha perdido su naturaleza estudiantil. Esa que demanda sobre todo comida rápida y barata. Entre franquicias de pizzas, pollo frito y kebabs que solo puede digerir un estómago de 21 años, algunos restaurantes se erigen como un faro en la tormenta para los que huyen del olor a frito y los congelados. Es el caso de Que ganeta tinc, un restaurante con cocina casera y un nivel de calidad bastante por encima de la media del barrio. A destacar su fideuá y en especial, su tarta de queso con arándanos de su menú diario de 12 euros. Otras dos buenas opciones para comer de menú por un precio que ronda los 10 o 12 euros son Gorgos 25 y Viridiana. Sólo echando una ojeada a su clientela, se comprueba que el criterio es más elevado que en otros locales. Sin ponernos demasiado exigentes, el menú del Bar Bocho (8 euros con bebida, postre y café) es bastante apañado, aunque muchos peregrinan hasta el número 1 de la calle Serpis solo para pedir uno de sus bocadillos, el bochete: pechuga, jamón, queso, cebolla caramelizada y mahonesa. Sus defensores le llaman “el nuevo chivito”. No estoy yo entre sus acólitos.

A pocas calles de allí, continúa abierto el Mesón El Rebeco, uno de esos restaurantes de siempre en el que no se andan con tonterías. Cabezas de ciervo en las paredes, manteles de lino, barra de madera y el género a la vista para que el cliente sepa lo que come.  Y por supuesto buena carne: chuletón de buey, entrecot, solomillo o chuletitas de cordero. Allí probé por primera vez la carne la carne a la piedra y bebí vino del bueno. Tenía 15 años, me invitaron los padres de una amiga y aquello me resultó el culmen de la sofisticación. Volví hace poco y aunque mi sentido de la elegancia ha evolucionado en estos años, la carne me supo igual de buena que hace dos décadas. 

Las cocinas de otras latitudes también están bien representadas en el barrio, empezando por Namwan, un restaurante tailandés que es de lo mejor que tenemos en Valencia en lo que a este tipo de gastronomía se refiere. De Namwan hablamos hace un tiempo en nuestra sección 12,90. Si hay que quedarse con algo, el Pad Thai que prepara Bee, la dueña, acompañado de una cerveza Singha nos hará viajar hasta las concurridas y ruidosas calles de Bangkok. De la capital de Tailandia a Nueva Delhi hay 4.200 kilómetros en coche, pero en la zona de Xúquer su cocina está separada por solo 150 metros.  Shis Mahal es un restaurante indio donde uno puede hacerse una idea de los platos más característicos del país. Mojar el típico pan indio, el nan, en la salsa de alguno de sus platos de cordero es obligatorio.

Sin abandonar el continente asiático, llegamos a MyBao, un local con una de las propuestas más originales de la ciudad. Su especialidad son los baos, panecillos cocinados al vapor originarios de China y Taiwan y rellenos con carne o verduras.  Su filosofía del street food asiático se complementa con bao burguers (hamburguesitas de pan chino), okonomiyakis (pancakes japoneses), tapas y brochetas asiáticas como la de cerdo glaseado con salsa de cacahuete indonesio.  Desde Asia nos trasladamos hasta África, hasta nuestros vecinos marroquíes. Balansiya, nombre con que se conocía la Valencia musulmana, es un restaurante que habla de la historia de al-Andalus a través de su cocina. Imprescindible el tayín de cordero enmielado , el babghanush (paté de berenjena ahumada) y la pastela. No sirven alcohol, pero a cambio hay unas jarras de limonada con hierbabuena y miel que nos harán olvidar por un rato el zumo de cebada.

En la calle Vinalopó, hay un restaurante que se sale de la oferta habitual. La taberna micológica Perretxico se centra en las setas de temporada, tanto de otoño, como de primavera. Además de los platos de setas, elaboran guisos elaborados con diferentes hongos, desde arroces a fideuás. Muy buenas las croquetas de boletus, el escabeche de shitake y las papas con trufa. Otro de los restaurantes de toda la vida de la zona es Pan de Azúcar. Su especialidad, los crepes salados. Su dueño, un enamorado de Tintin y demás personajes de Hergé, que forran las paredes del restaurante, amplió y modernizó el local hace unos años ante el aluvión de universitarios hambrientos que se agolpaban a sus puertas. Se puede cenar, con bebida y postre, por unos 13 euros. Una de las últimas incorporaciones del barrio es Bastard Coffe & Kitchenun local con decoración industrial y grandes ventanales cuya estética se sale del circuito del barrio.  Su fuerte es la repostería, los desayunos y las tartas de varios pisos.

Aunque Xúquer ya no es la zona de ocio que fue en el pasado, no se puede hablar de la plaza y aledaños sin nombrar algunos de los garitos con más tradición del barrio.  Los Malagueños, bareto de toda la vida con el sonsonete de fondo de la máquina tragaperras, sigue en la misma esquina de siempre impertérrito al paso del tiempo. En la Taberna Roja, uno puede pasar la tarde entre pintas, tablas de fiambre y tapas frías esperando que caiga la noche para trasladarse hasta las terrazas de Carajillo o Rocafull donde tomar la primera de muchas copas.

Si lo que se busca es un sitio con buena música (jam session todos los lunes), cierto look malasañero y ambientazo que escapa del desenfreno estudiantil el lugar es sin duda La Vitti, uno de los mejores locales en el que seguir brindando por el presente del barrio.