Iba para enfermera, pero por circunstancias familiares decidió tomarse un año sabático y empezó a trabajar en hostelería. Enseguida supo que aquel oficio le gustaba. Fue en el Grupo Portolito donde conoció a Enrique Campos, su compañero de viaje y pareja, junto al que ha abierto tres locales en Arrancapins. Primero fue Camaleon, donde dirige la sala y disfruta de ese oficio que es vivir la hostelería desde el contacto con el cliente. Luego llegó Ardacho y, por último, El Globo de Camaleon. Rocío, con sus sonrisa y su energía, ahora cuida a clientes en lugar de pacientes, y tiene clarísimo que ha encontrado su lugar.