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Cosas que no puedes perderte en tu primera visita a las Fallas

Colócate el mocaor y camúflate como un valenciano más en las rutas del buen zampar.

| 10/03/2023 | 9 min, 27 seg

Pongamos que eres una de decenas de miles de personas que planean visitar València durante los próximos días para empaparse de espíritu fallero. Pongamos que vienes de Zaragoza, Barcelona, Madrid o Toledo, y que no estás familiarizado con la ciudad ni con los circuitos del buen comer. Aquí van algunos consejos para que no pierdas la chaveta y acabes comiendo paella de sartén precocinada a precio de atún de Balfegó.

Chocolate con buñuelos

Primer consejo, útil para la vida en general, pero imprescindible durante las fiestas falleras: no te quedes con lo primero que encuentres a tu paso. Un penetrante olor a fritanga te dejará seco en cuanto pongas un pie en la calle; puede que tu apetito se abra de forma traicionera, tentándote a comprar churros en cualquier puesto ambulante aleatorio. Tú, ni caso, ponte las anteojeras, colócate un mocador en el cuello y dirígete de frente y sin pensarlo a los verdaderos templos de los buñuelos de calabaza con chocolate. Una opción muy socorrida tanto para desayunar como para el resopón.

Para solera, Santa Catalina (Plaza de Santa Caterina, s/n), sin duda. Está plagada de turistas durante todo el día -no vamos a mentirte-, pero sus mesas de mármol, el suelo de damero y las paredes alicatadas de azulejos derrochan encanto folclórico. Y además estás en el meollo del casco antiguo; un lugar perfecto para hacer una parada de camino a la falla de la plaza del Ayuntamiento.

Si la hora del chocolate caliente te pilla en los alrededores de la falla de Almirante Cadarso - Conde Altea, la de Císcar-Burriana o la de Gravador Esteve-Cirilo Amorós, puedes pasarte por Fabián (c/Moratín, 1), un negocio familiar emblemático y con mucha clientela local. Buñuelos grandes y no necesariamente redondos, amasados a mano y con un intenso sabor a calabaza.

Horchata

No, la horchata no solo es para el verano. Y sería un crimen que regresaras a tu tierra sin disfrutar esta bebida vegana celestial. Si esta es tu primera visita a Valencia y nunca has probado la horchata artesanal, agárrate porque vas a volar.

Te recomendamos salir por un par de horas del núcleo urbano para visitar Alboraya. Esta población situada a tan solo 3 kilómetros de València y rodeada de huerta es la cuna de la horchata y los fartons. Tienes muchas opciones a tu alcance, pero la que nunca falla es Daniel (Avenida de la Horchata, 41), porque abre durante todo el año, tiene centenares de mesas disponibles (600 personas de aforo) y sobre todo porque elaboran una horchata exquisita y unos fartons caseros recién horneados que son un delirio. Este establecimiento, por el que han pasado multitud de celebridades, desde Dalí hasta Viggo Mortensen, está regentado por la familia Tortajada, tercera generación de una saga de maestros horchateros iniciada a finales de los años cuarenta. Si Alboraya te queda lejos, puedes acercarte al espacio que tiene Daniel en el Mercado de Colón, situado en el barrio de l’Eixample.

En el caso de que andes por el barrio del Carmen -visitando, por ejemplo, la falla de Na Jordana- debes saber que estás a tiro de piedra de la centenaria Horchatería Collado, donde no solo podrás probar la popular bebida de chufa, sino que también podrás ver en vivo y en directo cómo se elaboran los auténticos buñuelos de viento; es decir, siguen la receta clásica que se limita a utilizar harina, agua y levadura. No llevan calabaza pero son extremadamente ligeros y esponjosos.

Esmorzaret con bocadillo fallero

Más que una comida, el esmorzaret es una filosofía de vida que concentra la quintaesencia del carácter valenciano: disfrutón, excesivo y lleno de colores. Es otra de las peculiaridades gastronómicas que todo visitante debería probar.

 El año pasado, publicamos en Guía Hedonista un artículo donde Paula Pons recomendaba diez templos para disfrutar de este ritual de media mañana. En esta ocasión acudimos a Vicent Marco, autor del libro Esmorzars valencians. El llibre dels esmorzadors professionals, para pedirle consejo. “Existe un bocadillo llamado comúnmente “el fallero” habitual en muchos casales falleros -nos explica este periodista-. Su ventaja competitiva respecto de la competencia reside en su composición: embutido y habitas fritas. Que además de aportar energía para una larga noche de ronda, y ser económico, aguanta muy bien el paso de las horas entre pan, y no acaba blandengue como los bocadillos de pisto o tortilla. También es ideal para almorzar, porque para integrarse bien en la fiesta, la jornada arranca con un buen almuerzo previo a la mascletà. Puedes reservar en La Cantina de Russafa, en el Nuevo Oslo, hacer la cola del Tostadero para pillar un buen bocata de calamares -sepia- o pasar por el Bar Júcar en El Cabanyal, por ejemplo. Y tras un buen almuerzo ya afrontas el día con otro ánimo, mucho más tolerante con los petardos, la masificación y el slalom de carpas. Si tu plan es ver fallas, cerca de la falla Exposición-Micer Mascó está el Bar Mestalla, La Pérgola o el Daniel’s: por Campanar tienes El Carrer; cerca del Pilar están Espinosa y Rojas Clemente; J. Flor, Serrería o Ca Rakel si tu plan empieza en el Marítimo; y por el Ensanche puedes ir a Pizcueta 14 o La Piula.

Déjate los churros para el resopón, que en fallas se empieza almorzando y se acaba con la cremà”.


Un aperitivo al solete

Si la cosa no se estropea en el último momento, parece que este año la climatología pretende aliarse con las fiestas falleras, lo que significa que las terrazas van a estar muy cotizadas. Estas son algunas de las que más nos gustan para tomar un vermú al solete.

Ferran Salas, experto en bebercio de Guía Hedonista, nos dirige hasta el barrio de Ruzafa -donde tenemos monumentos falleros emblemáticos como el de Literato Azorín- para recomendar Doña Petrona, local informal regentado por la reconocida pareja de cocineros formada por Germán Carrizo y Carito Lourenço. Es al mismo tiempo una casa de comidas estupenda con propuestas mediterráneas e italoargentinas y uno de los sitios fetiche entre la gente del barrio para tomar el aperitivo.

No muy lejos de allí encontramos Vermúdez, situado en un chaflán a la altura del número 21 de la Gran Vía Germanías. Un espacio gastronómico muy versátil que lo mismo nos sirve para tomar un vermú a mediodía como unos cócteles bien elaborados por la noche.

Sin alejarnos mucho, en la Avenida Reino de València, tenemos dos buenas opciones vermuteras: el bar Congo y Los Madriles, ambos muy concurridos con clientela local. Si quieres disfrutar de un vermú en un atmósfera rancio abolengo, sigue nuestro consejo y acércate a Aquarium (Gran Vía Marqués del Turia, 57), un bar maravilloso cuyo interior revestido de caoba y latón nos remite al camarote de un viejo barco. Cócteles clásicos, buenos vermús y una carta perfecta para el picoteo.

El barrio del Carmen ofrece también buenas alternativas, aunque con poca terraza: La Pilareta es uno de los puntos de interés oficiosos de los tours turísticos que pasan por el casco antiguo. Este local centenario es famoso, entre otras cosas, por sus clòtxinas (cuando están de temporada, sino siempre hay mejillones) y su pepito valenciano. En el mismo barrio tienes otro clásico imprescindible de los aperitivos valencianos: Tasca Ángel. Aquí lo divertido es abrirse paso a codazos, hacerse fuerte en la barra y pedir a gritos un vinito blanco y unas sardinas a la plancha. Abiertas y sin espinas, inolvidables. Eso sí, no es un bar apto para los que busquen mantener una conversación tranquila en torno a una mesa. Y una última recomendación en el barrio del Carmen que nos llega también a través de Ferran Salas: Vinostrum, situado en el interior del mercado de Mossen Sorell.

Mistela y cazalla 

Los chupitos por antonomasia en la Comunitat Valenciana son la mistela y la cazalla, ya sea para abrir apetito antes de comer (la cazalla arrancaora) o para acompañar un postre. Raro es el bar o el restaurante donde no te lo ofrecen o por lo menos lo tienen en la barra. La mistela, mucho más suave, es un licor tradicional elaborado con mosto de eva, mientras que la cazalla es técnicamente anís seco, pero para nuestra compañera Lidia Caro es “el Jägermeister de los llaures (de los agricultores). ¿Por qué? Tú pruébalo y luego me cuentas.

Si quieres llevarte una botella de alguna de estas delicias alcohólicas a casa, puedes pasarte por alguna de las tiendas de productos autóctonos valencianos Original CV que hay en la ciudad: una está ubicada en la Plaza del Mercado, 35 y la otra en San Vicente Mártir, 171.

Arroces

Tenemos una mala y una buena noticia. La mala es que conseguir mesa a estas alturas en las arrocerías de más renombre de la ciudad es una tarea más que complicada. Las fiestas falleras son el Salvaje Oeste en lo que se refiere a las reservas en restaurantes. La buena noticia es que, si estás dispuesto a escapar de los núcleos más concurridos, tienes opciones muy interesantes también.

En Benissanó, a unos 20 minutos en coche de València, tienes el Restaurante Rioja; una gran arrocería, de las que elevan la paella valenciana con leña de naranjo a la categoría de arte. Además, cuenta con una muy buena bodega. En Chiva -a unos 30 kilómetros de la ciudad- se encuentra Las Bairetas, un restaurante que presume de tener el paellero más grande del mundo -caben hasta 120-, y además las bordan. Tiene la ventaja añadida de la variedad: puedes elegir hasta veinte tipos de arroz diferentes.

Otra opción: L’Alter, en Picassent -20 kilómetros de distancia desde el centro de València-. Un restaurante sencillo y de precios muy razonables, cuya paella valenciana cuya fama se remonta a muchas décadas atrás. Un poco más cerca de la ciudad -a unos 10 kilómetros- se encuentra la Alquería El Brosquil, un bonito restaurante situado en Castellar y especializado en el arroz con pato, setas y foie.

Regresamos a la ciudad y finalizamos recomendando Va de Bo, un restaurante de cocina tradicional valenciana donde el joven chef Xavi Climent prepara unos arroces muy sabrosos. De paso, puedes probar su titaina y el all i pebre, para cerrar el círculo de tu primera experiencia cien por cien valenciana.

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