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VALÈNCIA. Además de víctimas y victimarios, también hay gente cercana a cada uno de ellos. Son las partes del relato que se suelen olvidar porque le añaden matices a lo que pudiera parecer sencillo. Pero casi nada en la vida en sencillo ni falto de matices. Y precisamente desde este punto de vista, desde el querer enriquecer una experiencia que podría parecer simple pero no lo es, Daniel Tornero presenta su ópera prima en la Sección Oficial de Documentales del Festival de Málaga, Saturno. El primer largometraje del alicantino tiene mucho de primera persona: los personajes que retrata es su propia familia. La detención y juicio del abuelo de Tornero por pederastia e intento de secuestro genera un trauma y una sombra que planea sobre todas las generaciones del núcleo familiar.
La cámara sigue, por una parte, a la familia recomponiéndose del trauma, buscando hacer vida normal a pesar de las dudas que arrastran y el odio que siguen gestionando. Por otra, al propio abuelo, que espera que se resuelva el último recurso, que le va a enviar inminentemente a la prisión. En medio, Daniel Tornero: “La principal diferencia es que la película está hecha completamente desde dentro. Yo, como director, soy parte del suceso familiar. He vivido este proceso junto a mi familia y eso abre un diálogo más íntimo. Si la película fuera de otra manera, no sería lo mismo hablar con mi padre, mi hermano o mi abuelo. Es inevitable que sea personal porque estoy hablando con mi familia. Si la película la hubiera hecho alguien externo, podría haber sido interesante, pero desde luego sería diferente”, explica en conversación con este diario.
La propia historia, que aborda no solo dramas familiares complejos, sino también una problemática muy mediática y sensible, se enriquece con este punto de vista múltiple, que tiene (a la vez) el riesgo de convertirse en algo abyecto. “Nuestra principal línea ética ha sido ser cuidadosos, comprensivos y respetar la intimidad y privacidad de mi familia. Para mí es importante no ser invasivo, especialmente en una película como esta. Creo que es fundamental tener claro que, ante todo, somos personas. Cuando alguien se expone ante la cámara, es esencial mantener la complejidad del ser humano y no caer en el maniqueísmo o el efectismo”.
Esta sensibilidad se traduce en la generosidad tanto de su familia como de su abuelo (que viven separados). Tantos unos como otro están viviendo momentos muy sensibles, y sin embargo, en ningún momento parece que el silencio se active como mecanismo de defensa: “Mi familia ha sido muy generosa conmigo, como hijo, hermano, sobrino y nieto. También lo han sido con la película. Se han dejado llevar y han confiando mucho en mí. Esa confianza tamibén apela a nuestra responsabilidad como cineastas: nos obliga a tratar con cuidado a la persona delante de la cámara para mimar su intimidad. Han abierto un diálogo de una manera muy abierta y eso ha sido un regalo para la película”, desarrolla Tornero.
La acción se desarrolla, por un lado, en la casa familiar, desde la cual el director puede preguntar directamente a cada persona de su familia cómo va gestionando el trauma: desde su abuela, mujer del pederasta, hasta el que es hijo, que durante un tiempo quiso dudar de lo que se le acusaba a su padre como escudo anímico, ahora desarmado.
Hay una secuencia en la que Tornero reúne a la familia para preguntar si piensan en las víctimas o solo les mueve el shock por el abuelo. Si acaso se sienten ellos más víctimas de la situación que las propias víctimas. Una parte de la familia se irrita con la pregunta y reaccionan. “Considero que es importante abordar estas situaciones, poner sobre la mesa que están sucediendo y que tienen repercusiones, en este caso, a nivel familiar, como lo muestra la película. Y sin olvidar que esto genera un dolor tremendo en las víctimas de los abusos”, comenta el director.
Y añade: “La película aborda, por un lado, estos ecos de mi abuelo sobre la familia. Y la figura del padre, el mito de la figura paterna, y cómo este mito se resquebraja y genera una sombra sobre el resto de la familia. Y creo que también ocurre algo con la película en sí: el proyecto tiene un efecto sobre la familia; también hay un eco de la película en la familia. Y creo que este caos en el que la película afecta a los personajes, de la misma manera que se ve afectada por los personajes, también es interesante precisamente para esto. Para traer sobre la mesa cuestiones emocionales, pero también cuestiones como esta, como el hablar de cosas que no se deben silenciar”.
El padre empieza a reflexionar si acaso no hay dinámicas (mucho más allá del delito por el que se acusa al abuelo) que ha podido heredar del abuelo: “Creo que hay que ser cautos al abordar la complejidad. Espero que los paralelismos sean grietas que abren dudas en la familia. Rossellini decía que la duda es el campo más fértil; que siempre que hay duda, hay esperanza. Espero que la película se mueva en ese ámbito y no sea tan contundente como para establecer líneas claras entre mi padre y mi abuelo sin abordarlo. La complejidad existe en la relación, en el limbo en el que se encuentra mi padre, un limbo entre generaciones pero también emocional. Por un lado, tiene un odio tremendo por su padre por lo que ha hecho; pero por el otro, no deja de ser su hijo”.
Por otro lado, el abuelo reflexiona sobre lo que ha hecho, pero cae en esquivar las acusaciones o incluso cuestionarlas, lo que genera una incomodidad en el espectador evidente, sobre el que la película también quiere reflexionar. “A lo largo del proceso, no solo establecimos una relación con él, sino que también descubrimos la película y su eje central. Retratar a alguien enjuiciado por un delito tan terrible como el abuso de menores es complejo. Nosotros intentamos respetar esa complejidad y no caer en el simplismo. Entendemos que el cine, como la vida, tiene muchos matices. Si no los exploráramos en este diálogo, estaríamos haciendo un flaco favor”, concluye Tornero.
Saturno está producida por Jaibo Films y ya cuenta con Filmin como distribuidora.
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