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'EL CABECICUBO'

'Dash Dolls', hasta los realities más dantescos tienen su interés social

Un spin-off del reality de las Kardashians no hace más que mostrar superficialidad y pijerío, pero hay que reconocer que en un par de tramas aborda problemas interesantes de la sociedad moderna y plural en la que vivimos, nada menos

26/12/2015 - 

MADRID. Miren, si quieren frases hechas sobre la telebasura se me ocurren miles. Busquen también entre los usuarios cultos de Twitter, entre los columnistas de los periódicos, allí hallaran feroces críticas de gente de gustos elevados y ambiciones culturales que nada tienen que ver con la porquería que se da en televisión para que se entretenga el vulgo.

Pero si usted por lo que sea es capaz de tragarse de vez en cuando sus realities y no solo eso, no solo disfrutar con el morbo, la vergüenza ajena y la degradación voluntaria de las gentes, sino que además le gusta comentar los problemas éticos y morales que plantean, síganme.

Porque es el momento de hacer como decía Tierno Galván de la tauromaquia: "el espectador de los toros se está continuamente ejercitando en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo”. Con los realities es lo mismo aunque en cada casa cada uno llega a sus propias conclusiones que difieren, digámoslo así, de los criterios estéticos del toreo, más unánimes. Para prueba este caso.

El lado ético de la cirugía plástica

Dash Dolls. Lo emite E! Entertainment. Es un spin-off de 'Keeping up with the Kardashians', un reality superficial y directamente nocivo para la juventud, siempre en el caso de que a usted no le parezca normal que su hija con diecisiete años pase por un quirófano para aumentarse el pecho, el culo, los labios y los pómulos.

El reality es lo peor, sí, pero a sus spin-off, que ya lleva dos, hay que reconocerles méritos. El otro, 'I Am Cait' sobre el cambio de sexo de Bruce Jenner, que ahora es Caitlyn, ha dado una visibilidad a las personas transgénero de una manera que difícilmente otro programa hubiese conseguido. Como es sabido, el padre de las hermanastras de las Kardashians decidió cambiarse de sexo con 65 años y en el lance, por su reality pasaron muchos transexuales que contaron sus experiencias. Eso es oro para los chavales transgénero.

Y ahora Dash Dolls ha puesto el dedo en la llaga también. El programa va sobre las empleadas de las tiendas de ropa de las Kardashians. Se estrenó el 20 de septiembre de este año y estaba motivado por el hecho de que, como las Kardashians son tan famosas y están tan ocupadas, ya no pueden ocuparse de la cadena de tiendas.

Como managers pusieron a dos gemelas, Malika y Khadijah. La primera es la mejor amiga de Khloe, la hermana pequeña de Kim, la Kardashian reina por llamarla de algún modo, y la ex pareja de Lamar Odom, que como todos ustedes sabrán, es el ex jugador de la NBA que apareció en coma en un puticlub tras causar estragos en el local durante no sé cuántos días hasta las trancas de cocaína y viagra, eso sí, de herbolario. Precisamente esta semana el hombre dio sus primeros pasos sin muletas.

Pero no nos desviemos. En esa tienda hay muchas empleadas, a cada cual más repelente por sus grititos y pijerío, y entre ellas se encuentra Durrani Aisha. Es la empleada favorita de Kim porque parece una "doll" total. Tiene todo operado, sobre todo los pómulos, usa pestañas postizas, lentillas de colores, su culo es gigantesco previo paso por el quirófano, no hay otra forma de definirlo... En fin, que nada en ella es natural, ni siquiera su voz de pito lo parece. Y por eso Kim, que está cortada por el mismo patrón, la adora.

Durrani también es musulmana y su familia, más. Es decir, que profesa su religión y aunque viven en Estados Unidos, sus miembros nacieron y fueron criados en países musulmanes y parece que en zonas donde no se practica precisamente un islam moderno y tolerante.

Romeo y Julieta

La historia es que estaba un día Durrani en una gasolinera cuando conoció a un chico guapo, simpático y que aparentaba tener mucha pasta. Todos los ingredientes para que de ahí sugiera algo, como así fue. Hubo flechazo, quedaron para una cita y se enamoraron. No sé si pasaron más de setenta y dos horas.

Para que vean de qué clase de gente estamos hablando, a los pocos días de que surgiera ese amor tan sólido y meditado él le regaló a ella un coche Bentley rosa fosforito de 200.000 dólares. Por las buenas. El romance iba viento en popa.

Sin embargo, resulta que él se llamaba Shalom, es decir, que es judío. La familia de Durrani jamás aceptaría a un judío como pretendiente. Pero es que ni siquiera aprueba que tenga citas si no es con un hombre que se haya convertido en su prometido. Pero aquí nada. Libertinaje y encima con un judío.

La pobre Durrani llamó a su hermano para presentarle a Shalom pensando que él, como había nacido en Estados Unidos, sería más tolerante que sus familiares, pero el chaval le dejó muy claro que sus padres la iban a repudiar. A lo que ella contestó: "Bueno, pero eso no será para siempre". Y el otro se largó de ahí todavía más indignado ipso-facto.

De modo que al final ella le preguntó a Shalom qué iban a hacer con la relación "¿Vas en serio conmigo?", dijo poniendo ojitos. El mozo dijo que sí. Ella se preguntó que 'ay, qué iban a hacer con sus familias'. En fin, era un caso paradigmático del cuento de Romeo y Julieta. Y ahí estábamos todos los espectadores lamentables que promovemos la incultura en el mundo viendo realities con el corazón en puño. ¿Qué pasó entonces?

Pues la chavala resolvió el entuerto de forma muy sencilla. Le propuso a Shalom convertirse ella al judaísmo. Ahí nos quedamos. Bueno, ahí no. En el adelanto de la próxima temporada la hemos visto cocinado kosher para su familia política. Veremos qué pasa. ¡Qué nervios!

En el último libro de Ian McEwan'La ley del menor', que nos lo están vendiendo insistentemente en todas las críticas de todos los periódicos, se tratan los conflictos propios de sociedades multiculturales, como que un testigo de Jehová menor de edad rechace un tratamiento médico que le puede salvar la vida. Y muy especialmente, la juez que lo protagoniza toma decisiones sobre parejas de credos distintos que se divorcian. Pues nada, que con el caso de Durrani y Shalom nosotros ya llevamos dándole vueltas al conflicto tres meses antes de que a usted, que es muy culto y muy profundo, le regalen este libro por navidad. 



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