La sala verde dejó una profunda huella musical, pero también tuvo un significado en cuanto a la relación de los emplazamientos culturales con su entorno. ¿Cómo debería encajar -casi quince años después- una propuesta similar?
VALÈNCIA. Hace más de una década -camino de los quince años- Greenspace cerró sus puertas en las naves de genética industrial de Juan Verdeguer. Si primero había nacido como espacio-festival, terminó consolidado como espacio permanente. Carne melancólica durante todo este tiempo por el recuerdo de lo que supuso a nivel musical: un recinto con la capacidad y ambición de acoger en València giras internacionales con artistas de calado medio-alto. Por ejemplo en 2008 llegaron a celebrarse 80 conciertos con un acumulado en torno a los 80.000 asistentes.
Apenas diez días después al 19 de marzo de 2009, la sala cerró con un concierto de Vetusta Morla. Por aquel contenedor en verde habían pasado Pet Shop Boys, Jaime Cullum, Paul Weller, Sonic Youth…
Pero la huella que dejó el Greenspace -convertida en cicatriz- tuvo que ver también con el uso del espacio y su relación con el entorno en el que se localizaba. De hecho, fue el motivo de su propia génesis. El acuerdo al que llegó Heineken con el Ajuntament de València -a través de la ventanilla de Juventud- se circunscribía en el impacto positivo que la sala podía tener en el entorno del Grao. Una consecución ligada también al propio PAI diseñado en las inmediaciones y con la posterior conversión de las naves en las instalaciones homónimas hoy en vigor.
La sensación del cambio en marcha en el barrio la describía Jorge Salas en Culturplaza: apenas a unos metros “seguía la calle Bello y su cola para comprar estupefacientes”. El principio de siglo convertiría al Greenspace en un modelo, no solo musical.
Desde entonces uno de los rumores insiders favoritos ha sido especular dónde podría aparecer otro lugar así (al poco tiempo de su cierre intentó mudarse a Imprenta Vila), aunque esos quince años de distancia posiblemente hayan transformado tanto el consumo musical que el propio concepto parece hoy una rebeldía. “Hay una o dos generaciones que han crecido sin tener la sala de conciertos como referente para el consumo de música en directo”, sostiene el autor de Macrofestivales, Nando Cruz.
Es la pregunta para algunos profesionales de la música, desde ámbitos distintos, lanzada como hipótesis, una invitación a imaginar.
Paula Simó, Profesora de Turismo (UV) y especializada en Music Cities
“Puesta a imaginar, convertiría el Edificio DOCKS del puerto en un nuevo Greenspace de València. Reúne las condiciones indispensables: carencia de uso, gestión municipal y conexión centro-periferia. Es, sin duda, uno de los espacios mejor ubicados y singulares de València y consolidaría la Marina como uno de los centros culturales y de innovación de la ciudad completando la oferta existente con proyectos transformadores y de bajo hacia arriba”.
Sergio F. Fernández, director Redacción Atómica
“Si por mí hubiera sido habría renacido en las Naves de Ribes, pero como las licitaciones de las naves del flamante Parque Central acaban de ser adjudicadas, mi propuesta es otra.
Aunque en primera instancia no parezca una opción. la Torre Miramar podría ser un gran contenedor cultural. La enorme rotonda en la entrada norte a València supondría una gran alternativa de ocio para los habitantes de l’Horta Nord, para el colectivo universitario de Tarongers y para los barrios del norte. Además de que por fin la ‘rotonda más cara de España’ tendría un provecho”
Quique Medina, director la Pèrgola, Serialparc
“La Marina de València sería, sin duda, un buen lugar para el renacer de aquella idea en forma de lugar. Veles e Vents o La Base (o tal vez una colaboración que uniera ambas) como centro neurálgico frente al mar de la cultura y la innovación en Valencia. Y a partir de ahí crear conexiones con iniciativas como los conciertos de La Pèrgola o edificios como el de los Docks, Insomnia, Lanzadera, Zeus y los propios tinglados. El frente marítimo de la ciudad como faro (en este caso verde) que conecta y representa al resto de la ciudad (una ciudad cultural y musical de verdad) con Europa, con el mundo”.
Carlos Jorro, director Actúa Music
“Valencia ha evolucionado en todos los sectores profesionales que componen la industria musical. Por eso, este nuevo Greenspace 2.0 debería girar en torno a la música 360º, dando cabida en sus instalaciones, aparte de salas de concierto, a estudios de grabación, locales de ensayo, academias musicales y un coworking con oficinas para los profesionales del sector. Esta concurrencia sería generadora de sinergias. La ubicación no podría ser otra que el municipio donde nacen y desarrollan la mayoría de las bandas de esta ciudad y donde confluyen los tres vértices del triángulo huerta, mar y música: Alboraia”.
Alex Aguayo, programador musical Siroco Cultural
“Recuerdo desde pequeño, con la mochila en la espalda, volviendo del cole, pasar por la puerta del Garage Guimerà. Sigo haciendo ese recorrido casi a diario, muchas veces con personas a las que admiro, en esto del rock and roll y en la vida en general, siempre pienso al pasar, ¡cómo molaría una sala de conciertos en este lugar!”.