Colors vigorosos per als espais productius
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Media decena de proyectos presenta su propuesta creativa y ética, ¿qué ciudad construye el panorama artístico?
VALÈNCIA.. La Base de la Marina fue, el pasado viernes, un punto de encuentro de algo que se me mueve en València. Literalmente. En forma de círculo, se dispuso una sala para el encuentro de diferentes personas que se mueven mucho para reprensar la ciudad y hacer una especie de operación de cirugía estética, que no precisamente busque un maquillaje artificial, sino todo lo contrario. La jornada estuvo organizada por Fem, la convocatoria de exposición de artistas emergentes de la Escuela de Arquitectura de la UPV, y por Cero en Conducta, unos promotores de música que han irrumpido en el ecosistema cultural valenciano. El tema a tratar, algo genérico, es la intervención en la ciudad, algo que todos los proyectos hacían en mayor o en menor medida. Aquí queda un resumen de cada uno de los proyectos, y cómo cada uno busca tener su propia ética y su saber hacer.
Los propios organizadores de la cita, Adrián Ripoll y Sonia Castilla explicaron el sentido de esta convocatoria en general en el marco del Fem. Se trata de un grupo de estudiantes de la Escuela de Arquitectura que ha querido desarrollar un proyecto horizontal de muestra artística en un marco como la Escuela de Arquitectura, que muchas veces olvida poner en contacto estas dos disciplinas que tanto pueden casar. La muestra surge de una convocatoria abierta de la que solo hay selección en caso de tener un exceso de obras. La idea es no curar, sino mostrar. De esta manera, su discurso implica, de fondo, una resignificación del propio espacio como objeto expositivo: la Escuela de Arquitectura es ahora también un lugar donde ver arte, llenando de contenido estético un lugar vacío o frío de per se.
Sonia Castilla, que no es arquitecta, sino que viene del mundo del arte, destacó la idea de un proyecto con firmes convicciones éticas y una horizontalidad con la que entender este diálogo entre el arte y la arquitectura. Incluso entre el artista y el arquitecto, dos autores estéticos que raramente se ponen en contacto, pero que en realidad tienen mucho de los que hablarse.
Los anfitriones del evento, la Marina de València, aprovecharon que hace tan solo unos meses de la inauguración de su centro cultural, La Base, para poner en valor el sentido de todo el trabajo que llevan haciendo estos últimos años por darle un uso popular y ciudadano a cuanto mayor parte del complejo mejor. En este sentido, Chema Segovia, uno de los arquitectos del equipo de Ramón Marrades, explicó precisamente la trayectoria de ellos dos, ligada desde allá por 2011 a las políticas urbanas y a proyectos relacionados con las ciudades.
Segovia fue explicando cómo empezó su idea de presentar proyectos para redirigir espacios urbanos para llenarlos de un sentido mucho más popular y acorde con el ecosistema social y cultural con el que convivían. Esto se tradujo en un libro (La ciutat construïda. Del plaa urbanístic al procés ciutadà.) que tuvo en su día una gran repercusión porque adelantó la tendencia que algunos ayuntamientos como el de València han querido seguir cuando la liquidez presupuestaria no les ha dado para continuar alimentando políticas de grandes eventos.
Seguramente, de todos los colectivos que se presentaron, ellos son los que más han podido calar en esa ciudad oficial a través de la Marina, donde Marrades consiguió con su proyecto la plaza de Director Estratégico del espacio. Sin embargo, esto viene tras años de investigación y desarrollo de una manera muy particular de entender el urbanismo y el desarrollo de proyectos para el espacio ciudadano. En 2011 quedaron últimos en un concurso público para desarrollar un proyecto en un río, ahora los dirigentes políticos han entendido que hay vida más allá del ladrillo sin vida.
Tradicionalmente (si tan solo 30 años de historia puede decirse tradición), los clubs de música, en contraposición a la denostada discoteca, ha querido poner en el fundamento de su existencia la música, transformando el ocio puro en un hecho cultural. Es algo intrínseco en algunos géneros como la música electrónica independiente, el jazz, o las músicas urbanas. Esta tendencia ha sido recogida en València a través de muchos colectivos y clubes, pero en los últimos meses, tienen un nombre de colectivo: Cero en Conducta.
Son chavales, lo que hace más interesante aún el proyecto, que han querido meterse en este mundo extraño de la promoción de conciertos y de fiestas en València. Lo han hecho de 0 a 100 en pocos meses, y no porque sí, sino con ciertas convicciones en favor de la música: intentan hacerlo todo desde el anonimato, sin personalismos ni en sus promociones ni comunicaciones ni siquiera cuando pinchan. Además, buscan entender la sala como espacio de encuentro. Una opción ética que intenta guiar (y parece conseguirlo en este caso) un terreno tan popular como el baile.
Pero si alguien tenía que hablar de intervención en la ciudad, estos eran los artistas que desarrollan su producción en el espacio urbano. En este sentido, la cita tuvo una segunda charla llamada Encuentro Transversal que buscaba poner en contacto discursos creativos de nombres que ya forman parte del imaginario cultural de València. Así, intervinieron el artista contemporáneo Luce, la fotógrafa Milena Villalba, el diseñador Lebrel, y la cooperativa Crearqció.
Cada proyecto desarrolló su visión de la ciudad y su relación con esta, poniéndola en contexto en cada caso con su propia producción. A pesar de venir desde diferentes formatos artísticos y estéticos, todos coincidieron en mostrar una importante preocupación por el espacio como punto de desarrollo personal y cívico, y en las arquitecturas como una herramienta que utilizar (de manera clandestina o no) para transmitir estos discursos desde la creación.
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