VALÈNCIA. Museo del Prado: hombre. Museo Guggenheim de Bilbao: hombre. Institut Valencià d’Art Modern (IVAM): hombre. Tres museos, tres ciudades y tres hombres. Tres ejemplos, en definitiva, que evidencian algo: no hay demasiadas mujeres en puestos de responsabilidad y poder. Sucede tanto en el ámbito cultural como en muchos otros y, aunque no es algo que desgraciadamente sorprenda, sí debería preocupar.
Aunque una investigación más detallada permitiría conocer de primera mano otros casos y aproximaciones al tema (no cabe duda de ello), la pregunta más inmediata al observar los puestos directivos de la geografía española es la siguiente: ¿Dónde están las mujeres? ¿Por qué sigue oprimiéndolas el aplastante techo de cristal? ¿Qué medidas podrían tomarse para facilitar su acceso a este tipo de puestos directivos y de responsabilidad? Por qué (cabría cuestionarse), a pesar de todo todavía se está lejos de alcanzar una igualdad real y efectiva.
Las preguntas no son nuevas, pero las reflexiones sí pretenden serlo: cuando no hay respuestas, hay que buscarlas. Es así como nace el Encuentro de Mujeres Directoras de Museos, celebrado ayer en Las Naves y organizado por AVALEM (Associació Valenciana d’Educadors en Museus) en colaboración con otros colectivos y entidades, y al que fueron invitadas reconocidas directoras de museos y responsables de gabinetes educativos, entre otras personalidades.
La ocasión se presenta como la oportunidad perfecta para conocer los testimonios personales y profesionales de tres de estas profesionales: Marisa Suárez, jefa de proyecto y difusión del Museo de Arte Moderno de Tarragona; Nekane Aramburu, directora del Es Baluard Museu d'Art Modern de Palma de Mallorca; y Sara Juchnowicz, parte de AVALEM y gestora en Exdukere, empresa enfocada en la gestión cultural orientada a patrimonio y educación en patrimonio. Las lecciones que nos brindan no dejan lugar a dudas: estamos todavía lejos de alcanzar la situación idónea y los retos señalan directamente a toda la sociedad. Y esta responsabilidad no debería dejar indiferente a nadie.
Marisa Suárez es jefa de proyecto y difusión del Museo de Arte Moderno de Tarragona. Licenciada en Historia por la universidad Rovila i Virgili, también tiene formación en el campo museístico y de educación en museos. Colabora, además, en el diploma de Educación Artística y Gestión de Museos de la Universidad de València.
-¿Hay cada vez más mujeres en los puestos de dirección de los museos?
-Conozco muchos museos en València y en el resto de España y resulta curioso: en Cataluña hay muchas mujeres directoras de museos o con responsabilidades en este ámbito. Yo soy responsable del servicio educativo, y la directora del museo, también mujer, lleva encabezándolo desde hace 21 años. En Tarragona no hay muchos museos, pero en el nuestro y en el Arqueológico, en ambos hay directoras. Además, los equipos de educación también suelen tener mujeres al frente.
Eso no quiere decir que no se haya procurado seguir unas políticas de igualdad (también el caso de las exposiciones), pero en el caso de nuestra plantilla, lo cierto es que somos más mujeres que hombres. Y ello también es gracias a las personas que han estado antes que nosotras y nos han facilitado el camino. En mi caso particular, nunca me he visto discriminada.
-Cuando estás frente de los grupos que visitan el museo, ¿suele haber alguna pregunta o apreciación machista por su parte?
-Alguna vez lo he notado, sobre todo con las escuelas. Pero ya no tanto. Hay muchos artistas en el museo, y en nuestro caso, bastante representación de artistas femeninas. En el Museo del Prado, con 200 años de historia, solo se ha dedicado una exposición a una artista pintora y ese hecho fue noticia. Lo leí hace poco y me pareció una enorme irregularidad.
-¿Qué medidas se podrían tomar para darle mayor acceso y visibilidad a las mujeres en puestos de dirección?
-Es complejo. No todo es hacer políticas de género o enfocadas hacia determinado sector: lo que cuesta es aplicarlo. Se hace poco desde el enfoque femenino. Todo se suele crear desde la visión del hombre, que puede considerar que ya es suficiente, que todo está hecho y que la igualdad ya ha llegado. Y no. Hay cosas que se tienen que explorar y trabajar conjuntamente hombres y mujeres.
Recientemente hicimos una actividad con otros museos de Tarragona. Me fijé en los representantes y vi que, de siete entidades, cinco estaban representadas por mujeres. Las personas que se sitúan al frente de estos cargos también lo han luchado y se lo merecen, pero resulta significativo que empecemos a darnos cuenta de esto. Debemos dirigirnos hacia la normalidad de que esto pase.
-¿Cómo se puede educar la mirada en igualdad?
-En el museo tenemos obras de mujeres que han realizado sus manifestaciones artísticas a partir abusos sexuales o violaciones, y lo que sí ha sucedido alguna vez es que alguna profesora se ha acercado para pedirnos que no explicáramos ciertas cosas, que nos las saltáramos. Es algo a lo que me he negado: se debe poder hablar de todo. Evidentemente no a todos los públicos se lo puedes contar de la misma manera, pero a partir de una instalación o una obra de arte hay un papel esencial de crítica y reflexión.
Tenemos una actividad en la que trabajamos el collage. Según imágenes que hemos visto en publicidad, las proyectamos de forma muy rápida y preguntamos a estos jóvenes qué han visto: coches, alcohol, belleza, sexo y unas tiparracas impresionantes. Y siempre les digo: “Miradme a mí, yo también soy una mujer”. Pues a veces viene una docente a decirte que un collage no es para hablar de esto. A lo mejor nadie les ha hecho ver eso todavía, pero está ahí: toda la cultura nos rodea.
Los adolescentes que se están preparando bachillerato tienen ciertos referentes de mujeres y de ahí no pasan: Frida Kahlo y dos más. Y a veces es un problema de las escuelas porque los profesores no tienen la preparación. Han acabado la carrera, se han puesto a trabajar y han tenido, quizá, una falta de enseñanza estética u otra mirada. Eso acaba generando en: “Como no lo sé, mejor no lo explico”. Ahí fallamos, y es algo que se podría cubrir y suplir desde los museos. Hay mucho trabajo delante y detrás, tanto en las escuelas como en las familias. Hace falta picar mucha piedra.
Nekane Aramburu capitanea el Es Baluard Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca, una de las instituciones referentes en su género en España. Historiadora del Arte y museóloga, ha trabajado como gestora y curadora independiente focalizada en la cultura como laboratorio de exploración y comprensión de los contextos sociales y del mundo en que vivimos.
-¿Es el mundo de los museos machista?
-No creo que ni el mundo de los museos ni la cultura sea machista. Hay unas problemáticas vinculadas, en general, a la dificultad de las mujeres por acceder a puestos de responsabilidad, pero es genérico. Sucede en todos los campos.
-¿Has encontrado algún obstáculo en tu carrera por ser mujer?
-Sí, por supuesto, me he encontrado con el techo de cristal. Sin embargo, no solo por parte del sector masculino, sino también por el femenino. En algunas ocasiones las mujeres podemos ser nuestras peores enemigas. Cuando comencé mi carrera profesional, recuerdo que a ciertas mujeres no les interesaba que yo ascendiera.
-¿Qué medidas se deberían tomar para facilitar el acceso de las mujeres a estos puestos de poder?
-Hay dos líneas básicas. La primera, que todo pase por concursos públicos en igualdad de condiciones. En mi caso particular, ejerzo de directora artística, pero también de directora gerente (responsable de contenidos y gestión). En España actualmente no hay ninguna directora en este cargo que haya accedido mediante un concurso de buenas prácticas con las características de puesto de alta dirección. Si no hay concursos, cuando hay un puesto de esas características muchas veces se nombra a dedo a hombres.
Por otro lado, es importante que haya una composición de los jurados equitativa: igualdad de género. Con estos dos factores, se puede garantizar un paso hacia el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad y altos cargos.
-¿También existe esa poca visibilidad en el caso de las artistas?
-En toda la Historia del Arte. Es así. Quién está y hace los manuales ha sido siempre la masculinidad hegemónica. En ese sentido, todo pasa por la educación. Creo que desde la MAV (Mujeres en las Artes Visuales) se ha hecho una importante labor de concienciación desde el muestreo y estadísticas con datos evidentes. Todo pasa por la educación y la visibilización cuando se hacen prácticas en las que no se aborda la igualdad. El sistema del arte debería sensibilizarse desde los curadores hasta los galeristas, e incluso nosotras mismas deberíamos ejercer un papel crítico y observarnos.
-¿Cómo valoras la brecha salarial entre hombres y mujeres?
-Yo accedí mediante concurso público, por lo que a nivel de alta dirección no puedo dar ejemplos concretos de las posibles diferencias. Lo que sí puedo decir es que en los últimos concursos de dirección de museos de Arte Contemporáneo en España han accedido sobre todo hombres. Las mujeres, por otro lado, suelen desempeñar puestos de dirección artística; parece que se nos deriva una responsabilidad más acotada a este tipo de actividad.
Sara Juchnowicz forma parte de AVALEM. Ha sido asesora pedagógica del Museo de los Niños de Buenos Aires y también de Micropolix de Madrid. Siempre se ha dedicado a la educación y, en la actualidad, está enfocada en la gestión cultural orientada a patrimonio y educación en patrimonio a través de su propia empresa Exdukere. A través de esta gestiona algunos de los museos municipales de València y del territorio nacional con el foco puesto en el público y la perspectiva didáctica.
-¿Hay machismo en el ámbito cultural educativo?
-Más que un tema de machismo, creo que debemos dedicarnos a trabajar en los estereotipos: las visiones que tenemos de las mujeres en el propio ámbito de la cultura. Bajo mi punto de vista, el “machismo” que hay en este ámbito no es exactamente el mismo que podemos apreciar en otros círculos profesionales.
En el mundo de la cultura y en el ámbito del patrimonio hay muchas mujeres trabajando; es más, creo que precisamente el hecho de que esto sea tan visible está vinculado, precisamente, a un estereotipo: en la educación formal priman las mujeres porque se entiende que es una actividad que pasa por el cuidado de los niños. Esa orientación se sigue manteniendo, al menos, en la educación patrimonial. Si vas a un congreso de este tipo, siempre ves una mayoría de mujeres.
-¿Qué medidas se deberían tomar para facilitar el acceso de las mujeres a puestos de poder o responsabilidad?
-En general, el trabajo de las mujeres va directamente ligado a su situación familiar. Si no facilitamos que los hijos puedan estar todas las horas que toca en el colegio y que las mamás puedan ir a trabajar sin estar pendiente de otros aspectos que se dan en la educación, será difícil. Y lo digo porque no ayuda que un niño termine a las 15h. el colegio, pues obliga de que una mujer pueda hacer solo media jornada en lugar de una completa, que es hoy en día uno de los factores principales de discriminación de las mujeres. La mayoría de mujeres hacen media jornada, y no necesariamente porque no se les haya ofrecido ampliarla, sino por sus obligaciones familiares (que no digo que los hombres no las tengan). El mero hecho de que una madre quiera pasar tiempo con sus hijos implica que no puede trabajar una jornada completa con todas sus consecuencias: gana menos, tiene menos independencia y progresa menos en su ámbito laboral. Una cosa lleva a la otra.
Me llama la atención que la conciliación parezca pasar por “ponerse de acuerdo” entre el hombre y la mujer, en la pareja. Si las medidas de la Administración no ayudan, es imposible solventar esta situación por muy majo o encantador que sea el hombre.
-¿Qué opinas de medidas como la discriminación positiva?
-Hay que tomar estas medias cuando no nos queda otra opción porque la sociedad lleva anteojos y a veces no es capaz de ver. A pesar de eso, a mí me gustaría que ocupáramos estos espacios por nuestra valía profesional y nuestro pensamiento; por nuestro saber hacer más que por una cuestión de género. Sin embargo, reconozco que en algunas ocasiones es la única salida.
-¿En qué lugar queda la educación y la cultura para concienciar a la sociedad de la necesidad de esta incorporación de las mujeres?
-Resulta fundamental para tener una visión crítica, aprender a pensar y observar con una mirada profunda. Eso es lo primero de todo: si no lo vemos, no podemos identificar esas situaciones y, consecuentemente, aprender a pensar sobre ellas. Hay que reflexionar sobre el tema hombres y mujeres todos juntos: no es “contra”, sino “con”.
Y no es un problema solo de la escuela. Lo que pasa es que la educación está muy compartimentada en diferentes disciplinas y este tema, que es totalmente transversal, no está en ninguna. Si, además, nos cargamos materias como filosofía o ética, ¿en qué ámbito se va a hacer esto? No propiciamos estos espacios de reflexión. Y no hay que estar la universidad para incluir necesariamente estos aspectos, puesto que hay un 60-70% de población, o más, que no llega a estudiar en la facultad. ¿Dónde se le presenta esa posibilidad de pensar? Y de hacerlo, además, de una manera orientada. Pensar no es decir lo que uno cree, sino ofrecer argumentos: leer textos, ver películas… Hacen falta elementos que hagan que esa reflexión sea profunda.
-¿Cuál es el gran reto al que nos enfrentamos en este sentido?
-El gran reto es estar dispuestos a sacar el tema todo el tiempo: a plantearlo, hacer actividades, buscar esa reflexión. Yo soy de las que cree en los procesos y la educación es una tarea a largo plazo; no de hoy para mañana. No comparto esas visiones de modelos funcionales de “te enseño para aquí y ahora”. Yo creo en un nivel de pensamiento más profundo que lleva tiempo. El tiempo es fundamental y, consecuentemente, también que haya un dinero a largo plazo. Y no para ganar unas elecciones, sino para que haya trabajo de base.