VALÈNCIA. Cuando algo no anda bien… uno acude al médico. Este, según la consulta, elabora una receta que indique lo siguiente: reposo, medicamentos y en según qué casos un tratamiento para que todo mejore. Pero… ¿y si como paciente le recetaran visitar un museo? Este peculiar “remedio” ahora se ha convertido en una realidad gracias al proyecto Receta Cultura: del centro de salud al museo, impulsado por el Centro de Salud Pública de València y el centro de innovación Las Naves. Este proyecto piloto, dirigido a personas mayores que presentan “soledad no deseada o inactividad física”, propone a los pacientes un “tratamiento cultural” que ya se está aplicando en València.
Esta receta ya se da “en mano” en varios centros de salud de la ciudad: en tres del departamento Clínico-Malvarrosa, dos del departamento de La Fe y uno del departamento Doctor Peset. En estos centros son las enfermeras y los enfermeros quienes deciden si el paciente podría “mejorar” gracias a las visitas culturales. La receta indica lo siguiente: se aconseja al paciente participar en doce visitas grupales guiadas, a lo largo de dos trimestres, en seis museos de València: el Museu Faller, el Museu d'Història de València, el Museo Nacional de Cerámica, el Centre del Carme, el Museo de Ciencias Naturales y l’ETNO. Se aconseja intentar disfrutar de la visita, mostrarse activo, relajado y con ganas de conocer al resto del grupo para que el medicamento cultural tenga su máxima absorción en el cuerpo.
La primera dosis de vacunación ya está surtiendo efecto en estos pacientes: Jose Antonio, de 86 años; Concha, de 77; María, de 70; Vicenta de 74 y Pamela, de 81. Junto a su grupo ahora visitan l’ETNO para comprobar cómo les funciona el tratamiento, que ahora les indica una visita a la exposición permanente No es fàcil ser valencià. Esta muestra, que hace un repaso por la ciudad de València desde el fin de la era preindustrial hasta la actualidad, se complementa con algunas de sus propias anécdotas de la infancia. Los pacientes van acompañados de Pepa y Coco, enfermeras del Doctor Peset, en pos de comprobar que la visita funciona tan bien como los goteros del hospital… y, aunque sin quererlo, las enfermeras se aplican también su propia medicina.
Este proyecto pionero -la receta cultural- mira al modelo de otros países, donde se lleva practicando este modelo desde hace años. Tal y como lo explica Elena Rocher, técnica de I+D+i en Salud en Las Naves: “El proyecto nace de la voluntad de probar cosas nuevas, viendo lo que se hace en Inglaterra y Canadá donde esto ya se ha trabajado y se han obtenido buenos resultados. Intentamos plantar una semilla activa cultural y ver cómo desde Las Naves podemos facilitar, conectar y apoyar el liderazgo de las primeras coordinaciones. Todo esto para ver cómo funciona el piloto en València” y si funciona extenderlo a otros centros.
Con estas claras instrucciones, desde Las Naves, trabajan el concepto de la Organización Mundial de la Salud que consiste en comprender la salud desde un punto de vista integral: “La salud no es solo la ausencia de la enfermedad, tiene que comprenderse desde un punto de vista que comprenda parámetros como lo relacional, lo social y lo emocional. Esto es lo que nos lleva a plantearnos recetar activos culturales”. Desde este marco se aprecia también el bienestar y la salud mental, y se mira del cuerpo hacia afuera para hacer el diagnóstico: “Todo lo que nos rodea influye en nuestra salud, las zonas verdes, el impacto cultural, la ciudad, las personas de las que nos rodeamos… Cuando hablamos de instituciones o entidades que fomentan nuestro bienestar hablamos de activos en salud, consiste en atajar la enfermedad a través de estos”, añade sobre la prescripción de este fármaco.
Con todo esto la receta llega de la mano de sanitarias como Pepa y Coco, del Doctor Peset, quienes cuando los pacientes aparecen en consulta les entregan “el volante” para aconsejarles que hagan las visitas culturales. “Notamos que se sorprenden pero que están muy contentos al recibirlo. Muchos de los pacientes ya tienen sus grupos de amigos, sus vidas y sus planes pero conectan bastante en el rato de la visita”, explica Pepa, “poco a poco se van coordinando, les ayuda a conocer a otras personas del barrio y a conocerse de otra manera”. Su compañera, Coco, justifica que lo que pretenden con esta “medicina” es que puedan reducir el consumo de otras en un futuro: “En Alemania o Inglaterra se han hecho este tipo de actividades consiguiendo que los pacientes consuman menos ansiolíticos u otros medicamentos”, añade la prescriptora de la receta que emplea la cultura como alternativa.
Jose Antonio, de 86 años, es uno de los “vacunados” por la cultura. Explica que, antes de que falleciera su mujer, solía visitar los museos con ella. Ahora se muestra encantado de poder retomar la actividad con nuevos grupos: “Esto de los museos siempre me ha gustado, siempre ves cosas que no habías visto antes y me recuerda a mis tiempos de joven. Me gusta mucho ver museos y hacerlo en compañía, con personas agradables. Puede que a mis hijos esto no les gustara -comenta mientras observa los cachivaches de No es fàcil ser valencià- porque son antiguos, pero a mi me recuerda a todo lo que veía de joven”, explica sobre su visita a l’ETNO, que le sirve para “pasar un ratito muy agradable”, con lo que de momento parece que le funciona bien la dosis.
Cuchicheando de camino al ascensor van tres amigas inseparables: Concha, de 77 años, María, de 70 y Vicenta de 74, que como son vecinas del mismo barrio han acudido a la visita en el mismo autobús. Lo que más les ha gustado de la exposición es que “se muestra la huerta de València, la montaña”, y que con ella hacen un paseo para recordar sus orígenes porque “ahora viene gente de otros sitios que no le da importancia a nada”. Concha explica que su marido trabajaba con algunas de las herramientas que se exponen en el museo, y que le encanta poder ver estos objetos entre vitrinas: “Para mi esta muestra despierta estas memorias, le conocí cuando él tenía 18 años y yo 16 y nunca he conocido a otro”, recuerda junto a sus amigas, “la muestra es muy bonita y emocionante”. María, añade que la prescripción le obliga a “hacer el sacrificio de moverse”: “Es una suerte tener quien te acompañe a los museos, yo siempre digo que vengo sola y luego me da pereza así que me gusta mucho esta idea”, añade otra de las felices pacientes, “también me gusta mucho que hablemos y que rescatemos nuestras anécdotas”.
Tras ellas les sigue Pamela, una paciente inglesa a la que la “receta cultural” le parece una muy buena idea: “Me parece un proyecto excelente, es una forma muy buena de socializar y de juntar a gente mayor que vive sola. Cuando me dieron la receta me extrañé un poco pero de momento me está gustando mucho”, añade. Aunque no es valenciana de nacimiento admite que le encanta que la visita se complemente con las anécdotas de sus compañeras de grupo, que piden permiso para hablar mientras la guía les escucha con mucho cariño: “La chica lo presenta muy bien, la muestra habla de la memoria y despierta todo tipo de historias. Es lo más bonito de esto”, añade mientras esboza una sonrisa.
Desde el interior de l’ETNO Francesc Cabañés, jefe de la unidad de Didáctica, Difusió Cultural y Comunicación de l’ETNO (museo perteneciente al área de cultura de la Diputació), considera que el éxito de este proyecto se puede apreciar desde dos perspectivas: la cultural y la terapéutica. Esta primera responde a los activos de salud que comenta Rocher, y se refiere a la utilidad social de los museos como activadores culturales.
“El museo trabaja las colecciones para aportar conocimientos y bienestar en la sociedad, nuestro patrimonio y nuestra exposición permanente -No es fàcil ser valencià- pueden ser útiles para fines que superan el ámbito cultural y se refieren hacia lo social”. Cuando Cabañés se refiere al ámbito terapéutico el éxito lo contempla desde la propia acción de ir al museo en grupo: “Lo novedoso e interesante es medir si la cultura ayuda a mejorar en ciertas patologías o situaciones concretas y en qué medida. Ver si los museos pueden ser recursos de salud, ver cuánto puede mejorar un paciente si va a un museo en grupo”, añade.
Con todo esto valora que la muestra No es fàcil ser valencià, es una muy buena medicina para los pacientes de la tercera edad: “Nuestra colección y nuestra exposición permanente son muy agradecidas para este tipo de proyectos porque son muy próximas. Cualquier persona de la edad de las personas de Receta Cultura está familiarizada con los objetos que se exponen, eso les permite evocar y les hace participar”, añade.
Porque claro… ¿Quién de ellos no ha tenido un 600?, ¿o ha vivido la llegada de la televisión a color? Estas pequeñas memorias hacen que la visita sea aún más enriquecedora. Con todo esto el diagnóstico es más que favorable, aunque como cualquier buen tratamiento habrá que esperar varios meses para contemplar los resultados finales. Los pacientes parecen sanos, una sonrisa al final de la visita es un buen indicador de que el tratamiento está funcionando.