DESAYUNAMOS OSTRAS EN DE CLAIRE

Desayuno clandestino para dos 

Una noche en París sin dormir, un número de teléfono, una botella de champagne, el mar frío, la mantequilla untada, el miedo a cerrar los ojos, la mañana que se parte en dos y nos acoge en un abrazo tibio. Tú y yo

| 01/06/2018 | 3 min, 6 seg

Año 1982. Yo acabo de abandonar la adolescencia cuando llego juntos a dos amigos a París. Es jueves, es abril y mi corazón martillea en el pecho al compás de la torre Eiffel, del Arco del Triunfo, de las escaleras de Montmartre y la orilla del Sena. Bailamos toda la noche en Raspoutine y fumamos en la calle junto a Léa y Adeline. La camiseta empapada se me pega a la piel del pecho, nos miramos los cuatro, nadie habla de dormir. Seguimos a las chicas francesas hasta la Coupole donde piden ostras y champagne. Noto la pulpa gelatinosa en mi boca, la fundo con alcohol y me transformo en un ser molecular que solo respira en presente. Yo bebo, yo como, yo sonrío, yo hago el amor. Tú. Y yo. Ahora es 2018 y llamo al 963 25 36 57, es por la mañana, hemos dormido nada y fantaseo con redimir esa sensación concurrente del pasado. Hoy desayuno en De Claire.

- “Hola, ¿podemos desayunar ostras?”, pregunto al teléfono.
- “¿Hoy?”, contestan.
-  “Ahora”, puntualizo.
- “Hola, claro, ¿a qué hora vendrías?”, me responden.
-  “Estoy en la puerta”, lanzo a sabiendas de lo impulsivo del gesto.
-  “Bajo”, el cielo en la tierra a nuestros pies.

José Carreras nació en Albarracín y recaló en Valencia junto a su familia de  niño. Era un adolescente cuando su padre le llevó a Civera y se comió las primeras ostras de su vida. Años después se enamoró y contrajo matrimonio con una mujer parisina que hoy regenta la creperie La Galette. Pero a él las ostras nunca se le fueron de la cabeza y decidió montarse un pequeño local llamado De Claire donde cocinar las cosas que le gustan. Poco y bueno. Aunque la apertura  es a las 13:00 José si está en casa y le llaman baja y abre. Eso es LUJO. Hace seis años viajó hasta la costa atlántica francesa donde visitó los criaderos de las ostras Amélie. Allí decidió que la de Claire 3 era su favorita. Se trata de una ostra menos carnosa, rica en agua y dotada de un sabor equilibrado, aderezado con la sutileza regional de la cuenca del Marennes-Oléron. «El nombre viene porque se crían en un “claire”, que es como un campo de arroz pero sin arroz, una especie de marisma», habla José mientras abre una perfecta Claire 3 y prosigue, «estas las traen de la costa Atlántica francesa, de L’ille D’Oregon. De allí salen las mejores ostras del mundo, entre otras razones, por la fría temperatura del mar».

Comer pan untado con mantequilla en De Claire cobra una relevancia épica. La mantequilla se la traen de Bretaña y tiene un punto salado y acabado aterciopelado. El pan es de corteza crujiente y una miga firme que se rinde obediente a las apetencias de esa manteca seductora. Regamos las doce ostras con champagne Laurent-Perrier y las acompañamos de salmón ahumado Carpier. Poco y bueno, ¿ya lo dije? Nos miramos con los ojos obturados por lo sublime de una ocasión que los dos sabemos atípica y me santiguo agradecido porque este momento se halle fuera de la circunscripción de Instagram. Os lo tendréis que imaginar o presentaos a la puerta de local y llamar.  

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