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La ciudad y sus vicios

Destroza que algo queda: hit de comercios icónicos echados a perder (y cómo remediarlo)

El debate desatado en torno a qué hacer con la sangría de cierres y con el legado de comercios que marcaron época. Spoiler: hay posturas contrapuestas

24/09/2016 - 

VALENCIA. Aquí un compendio de conceptos que leerán en las próximas líneas: El legado de los comercios históricos se está yendo al garete. Sus valores gráficos y arquitectónicos, su memoria colectiva… todo por el sumidero. Al mismo tiempo, quiénes somos nosotros para fosilizar comercios que ya no funcionan. Es necesario una implicación administrativa que salvaguarde los referentes comerciales de toda la vida, como ocurre en Barcelona. Y de la misma manera, qué ridículo lo que ocurre en Barcelona, eternizando cierres cantados y fantaseando con hacer evitable lo que no lo es. 

Esas y otras contradicciones forman parte del debate inaplazable sobre cómo poner la cara ante los guantazos que anda acumulando la epidermis de comercios históricos (más o menos los que acumulaban más de medio siglo), llena de surcos en forma de destrozo a su legado.

“Pastelería Villanueva, eliminada toda la decoración ahora venden bragas. Farinetti, traslado y destrucción de la decoración. El tema del Ideal Room es sangrante”, emite a modo de telegrama el fotógrafo y coautor de Valencia en detalle Tono Giménez.

Estas semanas entre conservacionistas del patrimonio comercial dos ejemplos sumergen a modo de hit por lo que fueron, lo que pudieron ser… y lo que son. Horchatería El Siglo, emblema original que por el darwinismo urbano ha cambiado cubas horchateras y fartons, su disposición gloriosa como salón de época, para alumbrar un pastiche que combina confusamente el nombre de El Siglo Gastrobar, Hotel el Siglo y Jamones Joselito (a ver, aclárense); indisimuladamente a la búsqueda del tráfico peatonal, sustrayendo su esplendor de antaño. ¿No son libres acaso de hacer lo que les plazca con su local?

Unos metros más allá, calle La Paz, el Ideal Room, buque insignia de la Valencia republicana, escritorio de Hemingway y todos aquellos tópicos emocionales que, se supone, deberían justificar la sostenibilidad de la herencia. El Ideal Room desde hace muchos años ya no lo era, justamente hace unos meses recuperó su nombre legendario y, ya que estamos, aniquiló el sustrato decorativo que lo vinculaba con su mejor pasado. Hecho cafetería y bar, pronto ha cerrado y ya se busca nuevo inquilino. Parafraseando al Papa Francisco, ¿quién soy yo para juzgar si quienes quisieron hacer del Ideal una nueva cafetería debían mantener el estilo o preferían una estética distinta?

Pues bien, de eso hemos venido a hablar. Dilucidemos: es esto una cuestión de melancólicas plañideras que se resisten a que el mundo evolucione libremente o estamos ante una responsabilidad patrimonial sobre la cual no debería practicarse dejación de funciones. Ajá.

“Lo que no puedo entender es cómo alguien que se queda lo que fue el Ideal-Room o con la Horchatería El Siglo, mantenga el nombre histórico para captar clientes, habiéndose cargado toda la decoración con valor patrimonial que aún conservaba”, deja Enrique Ibáñez, autor de Comercios Históricos de Valencia junto a Gumersindo Fernández.

“En Valencia -desliza Esteban Longares, uno de los cabecillas de la empresa de visitas guiadas CaminArt- se ha destruido mucho patrimonio, mucho más que en otras ciudades. La pérdida de los elementos originales de los comercios históricos es también una pérdida para el paisaje urbano de la ciudad. Aún estamos a tiempo de conservar los locales históricos de gran valor. Los que han subsistido lo han hecho gracias a la inteligencia y buena voluntad de sus propietarios, como la Tienda de las Ollas de Hierro, la antigua farmacia Cañizares (hoy Original CV), o bodegas Baviera. Además, conservar un local antiguo tiene su valor añadido, sirve para atraer más clientela que busca lugares originales y diferentes. Me pareció una incoherencia lo que ocurrió con el Ideal Room, recuperando el nombre histórico de un café literario por donde pasaron gente como Rafael Alberti, Hemingway, Gil Albert, Max Aub, Renau o Miguel Hernández… pero destruyendo las vidrieras y todo el interior que habían permanecido prácticamente intactos durante todo este tiempo. Hubiera sido un lugar perfecto para sumergirnos en la historia”.

“La reforma del local ha sido agresiva pero si no es ilegal no hay nada que objetar. Un hostelero no es historiador, ni arquitecto, ni tiene por que conocer el valor patrimonial de su local. Lo que ha pasado en el local del nuevo Ideal Room no es novedad: lo hacen un montón de franquicias cuando compran un local en el centro y nadie se inmuta y de repente llega alguien, adquiere un espacio que ni siquiera era ya café, lo reforma para establecer un café moderno y parece que haya cometido que sé yo qué crimen”, contrapone Gumersindo Fernández. 

“La decoración original del Ideal Room sobrevivió a la guerra, fue utilizada por la Casa de Catalunya en Valencia, también fue librería, tienda de lencería hasta que llegó un iluminado, quitó todo vestigio hasta llegar al ladrillo de las paredes para montar un bar de copas y encima llamarlo Ideal Room sin que nadie le dijera nada porque encima era legal al no estar protegido”, descerraja Tono Giménez. “Con la remodelación perdió su carácter. Algo así puede ocurrir con la relojería de la plaza del Doctor Collado, la antigua casa Calduch o la farmacia Rubió (plaza del Mercado)”, avisa el bibliógrafo Rafael Solaz. “En la calle de la Paz podríamos elegir en la mayoría de sus bajos comerciales y haciendo comparativa entre el antes y después, claramente el después, pierde”, resume la divulgadora arquitectónica Merxe Navarro.

Como en todo los casos del comer urbano Barcelona sobresale como paradigma. No necesariamente para bien. Por la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano de 1998 lo único que puede preservarse de un comercio es la fachada, siempre que esté ubicada en un edificio declarado de valor histórico, recuerda Enrique Ibáñez, “el propietario que se queda con un comercio histórico puede deshacerse de toda la decoración interior, los paneles de cerámica, los mostradores antiguos, etc. Todo porque la ley de patrimonio no lo recoge. Es evidente que los políticos deben tomar una concienciación mayor y reformar esta ley”. Mientras que en Barcelona el proteccionismo impera. “Los comercios históricos tienen varios niveles de protección, con el nivel más alto no se puede reformar la parte histórica del local si no es bajo la supervisión de un técnico del ayuntamiento. Además un comercio con máximo nivel de protección no se puede traspasar a otra actividad diferente de la que ejerce el propio comercio histórico”.

“Se trata de preservar parte de nuestro pasado y ofrecer a las generaciones venideras aquellos lugares, que sin ser auténticos monumentos, formaron parte de nuestra vida cotidiana. Sería como ir rescatando una especie de auténtica arqueología comercial, los locales de alto valor histórico”, prefiere Solaz.

Sigamos el ejemplo de Barcelona entonces, ¿no?

Gumersindo Fernández, junto a Enrique Ibáñez uno de los mejores especialistas en locales bañados de memoria, desmiente la conveniencia de seguir la vía barcelonesa: “La sobreprotección rígida no funciona aunque sea mejor que la nada absoluta. Está a punto de salir nuestro nuevo libro sobre comercios de Barcelona donde la protección es bastante severa y hemos encontrado casos dantescos: propietarios que intentan que las instituciones se queden sus tiendas como museo, tal cual; otros que no ganan dinero pero no pueden cambiar de actividad por estar protegido el uso del local. Atar a un propietario a una actividad comercial porque la ley lo dice suena medieval”. 

“Hay que catalogar y proteger, pero el exceso de conservacionismo lleva al ridículo. Ahora mismo en la calle de la Paz tenemos una tienda de regalos y complementos rotulada como "Instrumentos musicales Casa Dotesio". Es absurdo y además parece una burla a la verdadera tienda histórica de instrumentos, que ha tenido que trasladarse a un local más pequeño en la otra acera. Si se trata de crear "imagen urbana" entonces basta con una ley que establezca qué materiales y tipografía deben emplear los comercios, pero conservar un rótulo fuera de contexto es una estupidez”, remata.

Plañideras, conservacionistas o liberales radicales, hay una cuestión por resolver ante la explosión de franquicias y nuevos métodos comerciales que dejan en la estacada a los enlaces con la magdalena de Proust.

“Si dentro del parámetro para determinar el valor patrimonial de un local contase el factor de la memoria, un mayor número de locales tendrían una protección que impidiese que la memoria vinculada al lugar quedase eliminado por completo”, sugiere Merxe Navarro. “Si un comercio histórico se vuelve una carga para su propietario o lo cierra o lo reforma por completo, a menudo es más barato derribar que restaurar y obligar al dueño a cargar con algo que no le rinde beneficio es antinatural: el objetivo del comercio es ganar, no perder”, concluye Fernández. “Fosilizar un comercio lo destruye, lo convierte en un museo. Cuando vemos un ánfora en un museo vemos el objeto, pero ya no su función: se ha convertido en una "pieza" ya no es una herramienta. Si una tienda pierde su función comercial, deja de tener sentido. ¿Queremos museos o queremos tiendas históricas? ¿Queremos llevar a la gente de la mano a ver "cómo era una tienda del siglo XIX" o queremos establecimientos que funcionen?”.

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