El músico valenciano habla con Cultur Plaza sobre la gestación de su último disco, Electric Sunset (La Cúpula Music, 2018), y de cómo está orientando su carrera dentro de la competitiva industria musical de Los Ángeles
VALÈNCIA. En el año 2013, Diego García –más conocido como El Twanguero- compartió un Grammy latino con El Cigala por el disco Romance de la Luna Tucumana. Un galardón de prestigio, qué duda cabe, pero que además en su caso traía consigo un sueño largamente acariciado por el músico de origen valenciano: salir en solitario a la conquista de Norteamérica. Diego tardó cuatro años en hacer uso de la tarjeta de residencia que otorga el gobierno de Estados Unidos a aquellos artistas extranjeros laureados con premios de ese calibre, pero cuando finalmente decidió afincarse en Los Ángeles en 2017, lo hizo asumiendo todas las consecuencias. Su nueva vida en la megalópolis californiana implicaba cambios drásticos. De estar casado a estar soltero; de ser un músico de elite en el circuito latino, a buscarse las habas como uno más en la cuna del cine, la televisión… y las bandas sonoras”.
“Después de treinta años de carrera, en España lo tenía ya todo montado como para vivir una vida sencilla pero cómoda, para el resto de mis días. Tenía ya mi circuito, mis bolitos, mis contactos.. Pero no podía conformarme con eso. Soy hiperactivo, y además me gusta que me den caña. Además, no me quería ir a EE. UU. para ser guitarrista de gira de Selena Gómez. Para eso me quedaba en España. Así que me fui sabiendo que tendría que empezar de cero”. “He tenido que bajar mi nivel de vida, darme un baño de humildad –continúa-. Los Ángeles es una ciudad muy agresiva a nivel de negocios. Hay mucho talento en todas partes. Cientos de bandas buenísimas de todos los estilos posibles tratando de colarse en una pequeña grieta. Me he pegado muchas ostias, y me las seguiré pegando. Pero he recuperado la ilusión, y estoy aprendiendo mucho”.
Diego García atiende a Cultur Plaza por teléfono pocas horas después de aterrizar tras un largo vuelo trasatlántico que no ha alterado su buen talante habitual. Su regreso a España -con motivo de la gira de presentación de su nuevo disco, que parará mañana viernes en la sala 16 Toneladas de València- le pone de buen humor. Carreteras Secundarias (La Cúpula, 2017) le valió el Premio MIN 2018 al Mejor álbum de músicas del mundo. Con este nuevo álbum -titulado Electric Sunset en homenaje a los grandiosos atardeceres del ancho bulevar angelino que dio cobijo a muchas corrientes contraculturales de los años sesenta y setenta-, el artista valenciano ha llevado un poco más lejos su afán de encapsular en un mismo disco músicas populares intercontinentales. No deja de ser un experimento de riesgo eso de juntar una cumbia norteña, un bolero de aires flamencos, una rumba latina y un western al más puro estilo Ennio Morricone. Pero El Twanguero, pertrechado con un talento fuera de lo común para las seis cuerdas y un ojo clínico para elegir a sus colaboradores, suele salir bien parado.
Grabado entre Madrid, Los Ángeles y Tucson, y mezclado por Craig Schumacher (Calexico, Necko Case, Devotchka, Depedro), este nuevo disco ha contado con la participación de artistas como el violinista Ara Malikian (que aparece en el single 'Rasca Yú', producido por Candy Caramelo, en el que revisan el clásico de Bonet de San Pedro en formato gypsy con influencia de músicas del Este) o el multinstrumentista Sergio Mendoza y la Orkesta ('Me Voy Pa la Tulsa'). “Cuando te mueves en terrenos que no son el tuyo, es esencial rodearte del mejor equipo posible. En este disco he trabajado con tres bandas de músicos distintos –explica Diego-: unos para las canciones más tipo western surf, otros para cumbia latina… Cuando estás componiendo es difícil saber cómo se va a plasmar eso después en el estudio. A veces no sale y hay que descartar y empezar de nuevo. Lo haces con un nudo en el estómago, porque un estudio en Los Ángeles te cuesta como mínimo 2.000 dólares al día. Pero yo he quedado muy contento con el resultado que he obtenido en este disco. Trabajo con músicos muy buenos y muy profesionales, que saben ir al grano”.
El Twanguero es, a sus 41 años, uno de los guitarristas más singulares de la actualidad. Debe su nombre artístico a un sonido típico de las guitarras eléctricas primitivas de los años 40 y 50 que tiene su origen en la tradición norteamericana de Johnny Cash y la música negra. Una textura sonora pura y muy vintage sobre la que ha desarrollado su propio vocabulario.
Formado en el Conservatorio de València, a los once años compró su primera guitarra eléctrica y empezó a rodar por garitos. Su siguiente parada fue Madrid, donde se hizo hueco como músico de estudio y directo para artistas de primera línea como Calamaro, Jaime Urrutia, Juan Perro, El Cigala, Fito Páez, Adriana Varela, Santiago Auserón y Bunbury. A los 25 años ya se había recorrido el mundo varias veces. “Era una vida más fácil, me daban a principios de año mis fechas de conciertos con todo organizado –recuerda-. Ahora vivo con el vértigo constante, y aunque tengo una agente en Estados Unidos, tengo que montarse muchas cosas yo solo, en plan Do It Yourself. Desde buscar un estudio barato en Los Ángeles y acabar en un barrio del Este dominado por las maras, hasta contratar al fotógrafo y al maquetador de la portada del disco. Soy muy despistado y una vez incluso me olvidé en un bar un pen drive con mi única copia de la grabación del disco. Tuve que regresar 200 kilómetros en coche para recogerla” (ríe).
Diego García se considera a sí mismo un “músico salvaje de la calle”. Y como tal, no se le caen los anillos al relatar cómo consiguió un contrato editorial para meter un pie en la insondable industria de bandas sonoras de la capital californiana. “Me costó un año entero conseguirlo, pero lo hice. Me presenté con mi Gibson a las doce de la mañana en las oficinas de un edificio de Sunset, donde trabajan siete u ocho empresas del sector, para tocar durante veinte minutos delante de quien me quisiese escuchar. Sabía que por mucho que les enviara el CD, nunca lo iban a escuchar porque les llegan miles todos los días. Así que ésa era mi oportunidad. Tantos años de experiencia me han dado al menos mucha seguridad en el directo. Y sé que si me das unos minutos para tocar delante de Tarantino, le va a gustar. Ese día salí de allí con una oferta de contrato. No hay que engañarse, en Estados Unidos la cosa va de saber vender la moto”.
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