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Edward Albee hace añicos el sueño americano en el banco de un parque

Fernando Tejero, Ana Labordeta y Dani Muriel protagonizan Camino al Zoo en el Teatro Olympia, un montaje sobre la desigualdad, la soledad y la deshumanización de la sociedad contemporánea

23/01/2025 - 

VALÈNCIA. En 1958, cuando el mundo vivía abocado a la paranoia y la crispación de la Guerra Fría, el dramaturgo estadounidense Edward Albee debutaba en la escritura con una obra corta en un solo acto titulada Historia del zoo. La propuesta lindaba con el teatro del absurdo. No por casualidad, cuando los productores neoyorquinos rechazaron respaldar el textoen el Teatro Schiller de Berlín aceptaron el envite en un programa doble donde se la emparejó con La última cinta de Krapp, de Samuel Beckett.

La ópera prima estaba protagonizada por Peter, un editor de libros neoyorquino, casado y padre de dos hijas, que tiene por costumbre acudir a un banco en Central Park para leer y desconectar. En una de esas tardes apacibles, se produce el encuentro casual con un extraño llamado Jerry, que le relata detalladamente su vida, en las antípodas de su existencia, pasiva y ajustada a la convención. El cataclismo que la conversación provoca en su sedada vida no solo impactó a la audiencia de la época, sino al mismo Albee, que siguió dando vueltas al protagonista hasta que 46 años después publicó una precuela, Homelife, donde abrió una ventana al público para conocer la vida doméstica y domesticada de Peter y Anne, donde ambos han desconectado de sí mismos y entre sí.

“En esta antesala de la obra original, Albee sigue  siendo afilado, doloroso e inteligente, pero ha madurado y destila gotas de amargura, porque cuando te pasan por encima cuatro décadas, el desencanto es mayor: es difícil no desilusionarse a lo largo de los años, tanto por lo que no conseguiste como por lo que has conseguido, pero no te sirve”, valora el director cordobés Juan Carlos Rubio, quien ha aunado ambas piezas en un solo montaje titulado Camino al zoo, programado del 30 de enero al 2 de febrero en el Teatro Olympia. 

En su adaptación le secundan los actores Fernando Tejero, Ana Labordeta y Dani Muriel, quienes dan vida a los protagonistas de este drama violento donde la soledad, la deshumanización y las diferencias sociales se llevan a la hipérbole. La metáfora en el título responde, precisamente, a la sensación que vive el trío de personajes de no ser más que animales salvajes atrapados tras los barrotes de un zoológico.

Un recodo en el zoo para la especie humana

“Somos una especie que gracias a su carácter depredador ha triunfado y dominado al resto de especies, así que también podría haber un rinconcito en el zoo para nosotros. A veces, los miedos de cada uno a lo que es o le que gustaría ser son redes invisibles que nos atrapan”, razona Rubio, que en su extensa trayectoria también ha trabajado como actor, guionista, escritor y presentador. Entre sus hitos están numerosos guiones televisivos para las series Farmacia de Guardia, Pepa y Pepe, Más que amigos y A las once en casa, así como cinematográficos, caso de El calentito (Chus Gutiérrez, 2005), Retorno a Hansala (Chus Gutiérrez, 2009), Las heridas del viento -que dirigió él mismo en 2017- y El inconveniente (Bernabé Rico, 2020).

Como en su éxito ¿Quién teme a Virginia Woolf? Albee retrata en Homelife la vida de un matrimonio marcado por la incomunicación. Y como en aquella, la pieza se sirve de una crisis de pareja para profundizar en la misma crisis de existir. 

“La vida te puede provocar mucha angustia y no solo porque la convivencia sea compleja, ni siquiera por elementos ajenos, sino por nuestra propia mente, por nuestra capacidad o no de dejarnos llevar por los instintos o reprimirlos. Es difícil caminar por esa fina línea llamada felicidad”, considera el director de escena. 

Encierro mental y escénico

Para reforzar esa angustia existencial, Rubio se ha apoyado en sus escenógrafos de cabecera, Curt Allen y Leticia Gañán, que han convertido el escenario en un cubo que hace las veces de prisión y de jaula. Los personajes se encuentran encerrados en su interior. 

“Hay realidades terribles, como las que viven las poblaciones de Gaza o de Ucrania. En cambio, la gente que disfrutamos de confort, con, por suerte, una vida resuelta, muchas veces somos nosotros los que construimos lo que somos y donde estamos”, asocia Rubio a este espacio que funciona como metáfora del encierro mental en el sueño americano y la monotonía donde se refugia Peter, y donde el sofá de la casa del protagonista se convierte en el banco del parque.

En la función, el banco se convierte en el escenario de la turbación y el drama, pero para Rubio, en esta sociedad sobreestimulada, los parques se convierten en remanso donde dejar la mente libre: “Estamos rodeados de ruidos que no nos dejan conectarnos con los instintos de lo que sentimos y deseamos. La gente siempre lleva auriculares puestos; las zapaterías, por ejemplo, son discotecas donde no puedes hablar con el dependiente…  Sencillamente, deberíamos poder sentarnos un rato a respirar y mirar a la gente, a oler, a ver y a escuchar el sonido de la nada. Los bancos son espacios maravillosos que deberíamos ocupar más”. 

De ahí que el asalto verbal de Jerry a Peter cobre en el contexto de esta época hiperconectada la naturaleza de la barbarie y el vandalismo. 67 años después, Edward Albee continúa pulsando la tecla animal acallada en el interior del ser humano.

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