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Ekhiñe Etxeberria: “Las personas transexuales no tienen que cambiar, sino la sociedad”

18/11/2018 - 

VALÈNCIA. “Quiero hacer el científico en cuarto, y luego artístico y escénicas. Y después audiovisuales”. Quien habla con seriedad y entereza sobres su futuro académico tras el colegio es Mikele Grande, una chica de 16 años que protagoniza el mediometraje documental que lleva su mismo nombre y está dirigido por la joven cineasta Ekhiñe Etxeberria (Navarra, 1991). En la pieza de 45 minutos el espectador asiste a su vida, sus preocupaciones, y sus inciertos pensamientos sobre la inminente partida de su pueblo natal a otra ciudad para perseguir sus aspiraciones. Un planteamiento que, de primeras, parece del todo normal. Y lo es. Con el único matiz de Mikele es transexual.

La normalización y aceptación son algunos de los principales mensajes que emite de forma contundente este mediometraje que ha acogido el festival La Cabina durante su XI edición. Si bien es cierto que la transexualidad es un tema que aparece planteado, no es para nada el foco central de la narración, que permite asomarnos a la vida de la joven desde una ventana tan cercana como enriquecedora. Para ello, nos valemos de la mirada de Etxeberria, que escogió la historia de Mikele para su trabajo de fin de grado para la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya).

“Mikele y yo somos del pueblo, Huarte, y al conocer su historia, me surgió la necesidad de contarla; sobre todo, por cómo me sentí yo al conocerla”, señala la joven directora navarra. “Ahora tengo 27 años, pero recuerdo que cuando en el instituto te hablaban de transexualidad siempre lo ligaban a la adultez (aunque es entre los 2 y 4 años el momento en que te identificas como género). Gracias a Mikele descubrí que hay niños y niñas que tienen muy claro este aspecto. Y me chocó muchísimo”, añade.

Lo primero que hizo, cuenta a Cultur Plaza, fue hablar con sus padres. “Recuerdo que iba con todo muy preparado y, más que qué quería contar, sabía el por qué quería hacerlo”, indica. Ellos, directamente, le remitieron a su hija, que aceptó sin dudar. “Antes que nada, me contó su historia de primera mano. Estuve meses preparando el guion, que le iba enseñando cada poco tiempo, y en verano rodamos”, explica. Han pasado cerca de dos años desde aquel momento, pero la importancia de lo que nos cuenta Etxeberria perdura. El próximo miércoles 21 de noviembre el público valenciano tendrá la ocasión de comprobarlo en el Centre Cultural La Nau donde, bajo la sección de Amalgama de La Cabina, se proyectará el mediometraje. No se lo pierdan.

-Mikele es un mediometraje documental que aborda la transexualidad. ¿Por qué te interesaba tratar este tema?
-Es un tema bastante importante en el documental… pero, curiosamente, creo que lo podríamos quitar y poner otro y funcionaría igual de bien. Al fin y al cabo, no nos centramos en que Mikele es transexual, sino en que es una chica normal, con sus preocupaciones, sus amistades, su futuro por delante… Y que, además, tiene el añadido de que ella es transexual. Eso conlleva que hablemos de la sociedad, de la aceptación y de la normalización. Visto desde fuera parece que la transexualidad es el tema principal, pero de nuevo: es un documental que habla más de la aceptación. Es el motivo por el que me interesó tanto la historia y quería contarla.

-Después de hacer este documental, ¿cómo ha cambiado tu percepción de la transexualidad?
-Siempre que voy a un festival, lo digo: Mikele me ha cambiado la vida. Creo que quizá todavía no lo tengo totalmente normalizado porque todos tenemos prejuicios (y tengo que trabajar conmigo misma para remediarlo), pero sin duda me ha hecho mejor persona. Me ha hecho ver las cosas de otra manera. En el documental tratamos la vida cotidiana de una chica (de la que no hay dudas que es una mujer), y cómo se relaciona con el mundo. Hay gente a la le puede sorprender porque quizá se espera una historia más dramática, pero no es así.

-Precisamente, a través los medios de comunicación hemos conocido casos de transexuales que se han suicidado. ¿Era por ello crucial mostrar una visión diferente sobre el tema?
-Era importante y necesario. Al principio me planteé mucho qué quería contar. Cuando conocí a Mikele, y la manera tan normal con la que convivía con todo este tema, me quedé algo bloqueada: “Y ahora ¿yo qué cuento?” Y fue como de: “Pues es que quizá es eso”. No tiene por qué haber un drama porque una persona sea transexual. Lo normal sería que no lo hubiera.

Obviamente hay algunos momentos en los que Mikele expresa sus preocupaciones, y habla sobre personas que lo han pasado mal. Y se hace referencia a que quizá esa gente no ha tenido la misma suerte que ella. Pero al final el mensaje que pesa más que el resto es el esperanzador. Transmitir que sí se puede. Que las personas transexuales no tienen que cambiar, sino la sociedad.

De hecho, algo que me inquietaba era que la gente se aburriera porque, al final, no pasa nada. No hay un inicio y un fin, por así decirlo. Y estamos tan acostumbrados a las narrativas de películas de ficción… que realmente por esa parte ha sido todo un reto.

-Hace apenas un año paseaba por las calles el autobús naranja contra la transexualidad de Hazte Oír, lo que demuestra que no se ha avanzado tanto al final…
-Precisamente. Mikele es una mujer y ningún autobús naranja puede decir lo contrario. En parte por eso es por lo que se necesitan este tipo de documentales.

-¿Por qué te interesa o quisiste dedicarte al cine documental?
-En la ESCAC tuve una asignatura de documental. Fue la primera vez que me sentí tan unida al proyecto que estaba contando. Evidentemente, los documentales no son objetivos, pero siempre percibo que me acerco a realidades de una manera muy fuerte. Todos los proyectos documentales me hacen cambiar como persona. Y no es solo lo que pueda mostrar yo, como cineasta, sino que le das voz a la gente. Eso te afecta. Seguramente en el cine de ficción también sucede… pero el equipo de rodaje de un documental se convierte en una familia total. A mí es un género que me hace sentir super viva.

-Hay una carga íntima muy potente en este tipo de relatos. ¿Con qué limitaciones o libertades te has encontrado en Mikele?
-Es lo que te decía: el documental es lo que te proporciona esa oportunidad de conexión tan fuerte. En el caso de Mikele ha sido así. No hay otra cosa que te lo aporte. Hay una confianza brutal cuando tocas los proyectos tan a fondo. También con los padres, porque hay que recordar que cuando rodamos, Mikele era menor de edad.

Hay partes íntimas en el documental; también con Mikele y sus amigas. La suerte es que, como somos todas del mismo pueblo, nos conocíamos (exceptuando a las personas que me acompañaban de Fotografía, Sonido y Producción). Al final todas hicimos mucha amistad. Hicimos una piña. Todas queríamos que la historia fuera lo más verdadera posible.

En el documental utilizamos dos dispositivos: la parte de observación, y los videodiarios. Estos últimos surgieron porque quería que estuviera presente el punto de vista de Mikele sin que mi intervención, de alguna manera, pudiera manipularlo. Quería que hubiera la menor edición posible y se narrara de manera directa. Eso era lo más importante.

-¿En qué estado se encuentra el cine documental en España? 
-Hay propuestas increíbles. Documentales de todo tipo y super interesantes. Algo que me ha llamado la atención y es novedoso es que ha habido y está habiendo mucha cabida de cine dirigido por mujeres. O al menos así lo he percibido en los últimos festivales en los que he estado, como en Documenta Madrid.

Y a nivel de vivir de ello, creo que es muy difícil. Sin embargo, también es un mundo donde la gente apuesta por ello, lo vive con pasión y cree en ello. Faltaría darle más apoyo a nivel de producción y distribución, pero creo que ahora sí que tiene más visibilidad.

-Como comentabas, hemos presenciado en el último año un movimiento decisivo para reivindicar el papel de las mujeres (también en el cine). ¿Qué lectura haces de ello? 
-Todavía queda mucho trabajo por hacer. En los últimos festivales ha habido más mujeres, pero siempre como “noticia”. Y cuando se convierte en “noticia” es que no es muy habitual. Por tanto, todavía no está normalizado.

Yo estoy empezando y afortunadamente no me he topado con el “techo de cristal”, pero sí me he dado cuenta de la cantidad de mujeres que estudiamos cine, aunque después, a nivel profesional, apenas desempeñemos puestos importantes o se nos conozca. Eso es llamativo. Si estudias cine, sobre todo ves películas dirigidas por hombres, y ahí las propias escuelas son la que deberían respaldar a las mujeres. Pero bueno, es una profesión en la que cada vez más mujeres estamos luchando.

-Teniendo en cuenta la temida posverdad, ¿cómo valoras los mockumentaries o documentales falsos? En el caso de España, pudimos ver el Operación Palace que firmó Salvados y donde hubo opiniones de todo tipo…
-Creo que ahora no hay un solo género de documental, sino muchos híbridos; probablemente más de lo que la gente se piensa. Yo no me veo haciendo falso documental como tampoco cine de ficción… pero tampoco lo rechazo. Cuando consumes, eso sí, tienes que saber lo que estás viendo. Las críticas contra el programa creo que procedieron de eso: que se dijo al final.

-El género documental también tiene retos, pues no siempre es fácil investigar sobre un tema concreto donde la realidad y las licencias artísticas del director o directora se mezclan. Salvando las diferencias entre géneros, la reciente Bohemian Rhapsody ha cosechado importantes críticas por su retrato de Freddy Mercury. ¿Qué piensas de la película?
-Cuando las películas son tan esperadas… es difícil. A mí me gustó, pero entiendo que es una película comercial. Creo que se ha intentado que gustara a todo el mundo, y por ello se han posicionado desde un punto de vista neutro. De todas maneras, no considero que sea un biopic de él, sino del grupo, de Queen. Evidentemente, él es el cantante y adquiere el rol de potra, pero es lo que hay. Creo que ya sabíamos un poco lo que iba a ser y al final se acerca más a la ficción con esa voluntad de llegar a todo el mundo.

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