¿DE QUÉ BARS?, NANO

El Albero, taberna andaluza

Si Carlos Herrera tuviera un hijo con Fran Rivera, y ese hijo fuera un bar, sería El Albero

31/07/2020 - 

Las calles de Cánovas me han parecido siempre todas iguales, son como muy paralelas y muy mismo rollo. Hubo una época en la que me orientaba por el musgo y las estrellas, pero descubrí que me resultaba mucho más fácil orientarme por los bares. Que nunca se os olvide que El Albero está en Císcar con Conde Altea. ¿Habéis estado?

El Albero es... digamos que es temático. Ya no solo por la comida, que sí, pero además tiene un rollo muy inmersivo. La decoración, el ambiente, todo es andaluz, pero andaluz en plan lo más andaluz, the andalucest.

Nos sentamos en la terraza, hace un solecito guay, y empieza a invadirme una sensación como de que debería anularse el impuesto de sucesiones. Miro hacia el interior y veo Feria de Abril. Hay cientos de bolas de papel de Tío Pepe colgando del techo, como una suerte de origamis flamencos y coloridos. Carteles de corridas, fotos de toreros, y hasta una virgen en la esquina.

Escaneamos el QR de la mesa. Aquí no hice la clásica pregunta de "lo mejor que tenéis" porque aquí sí sé lo que quiero probar. Pedimos unas papas aliñás, aunque también hay tomate aliñao y huevas aliñadas. He probado los tres, pero tío, las papas son una fantasía. Llevan aceite y vinagre, por supuesto, perejil, cebolla morada y ajito. Están cremosas al morder, salen fresquitas de nevera...me cuesta imaginar una tapa mejor para terraza en verano. Ponen picos, que es una cosa que me frustra un poco porque no invitan nada al moje. Bertín Osborne se gira desde la mesa de al lado, me guiña un ojo y sigue a lo suyo.


Pedimos una tostada, que nos llega cortada en 4. Hablamos de una rebanada de pan de pueblo, con salmorejo y jamón por encima. Está de puta madre porque además el jamón es cortado at the moment, PERO para mí hay una movida ahí, y es que lo planchan. El jamón serrano planchado, estará calentito y todo lo que tu quieras, pero se sala. Eliminas agua en la plancha, y pega una hostia de sal fuerte. Eso hace que me termine la cerveza de un trago.

Entro a la barra a pedir otra ronda de algo. Efectivamente, así es como tiene que ser la cabeza de Morante de la Puebla por dentro. Me fijo en las sillas pintadas a lunarcitos y por un segundo creo ver al bajito de los Morancos pasar por mi lado y susurrarme -"Ni machismo ni feminismo, igualdad"- pero yo tengo sed, voy a lo mío y me pido una caña de Cruzcampo, y un par de tapas más.

La primera es, obviamente, una tortita de camarón, el absoluto king de la fritura andaluza. Muy bien trabajado, no resulta aceitoso, tal vez un poco pasadito de sal.

Dudábamos entre las lágrimas de pollo o el rabo de toro, pero al final, rematamos con una de cazón en adobo. Siempre que pruebo el cazón, lo pruebo un poco desafiante, porque hubo una vez un bar en el Cedro, el Miso, donde preparaban un cazón que te hacía replantearte tu existencia, y probar otro es como ponerle los cuernos. No es un plato fácil. El punto ácido no puede ser exagerado, hay quien le mete pimentón, hay quien lo reboza en harina de garbanzo, y luego es pescado, que si se te pasa y queda seco no vale nada. Probemos este.

- Ñam

Ou mama ¿Qué es esto? ¿Es Siempre así en mi boca? ¿Son Ecos del rocío en mi paladar? ¿Acaso iba yo de peregrina y me cogiste de la mano? No es tan brutal como el del Miso, pero desde luego está por encima del cazón estándar de bar. Jugoso, limpio, sabroso, quema como el infierno, pero eso es culpa mía porque no tengo paciencia, paladar de kevlar... todo bien.

Bueno, pues otro bar más a la espalda. La cuenta fueron 28 pavos, no es súper económico, pero teniendo en cuenta que había pescado y que la tostada parecía una tabla de snow... bueno.

Mientras nos marchamos, Juan y medio alza su copa de fino a nuestra salud. Va por usted, maestro.

 Goza de amplio aparcamiento