No vamos a ocultarlo. Nos entristece (mucho) la noticia del cierre de Casa Amores, un restaurante que debería estar lleno cada noche y que dice adiós dos años después de abrir sus puertas. Pero esta temporada no ha sido el único
El segundo proyecto de restauración de José Gloria nos conquistó desde el principio. Desde aquel día que nos enseñó los planos y dibujó las líneas de lo que meses más tarde se convertiría en Casa Amores, un restaurante con una propuesta diferente y novedosa, que nos acercaba al México más desconocido, al del pescado y los camarones, al de los aguachiles y los charales. Porque el país azteca es mucho más que tacos y guacamole, aunque al público valenciano parece no interesarle. Desde Guía Hedonista siempre creímos en este restaurante, no lo vamos a negar, y lo apoyamos porque nos gustan los cocineros valientes que hacen las cosas bien.
Casa Amores lo tenía todo para triunfar. Una ubicación privilegiada (en el corazón del barrio de Ruzafa), un hermano mayor que hacía de locomotora (La Llorona), un local precioso cuyo interiorismo corrió a cargo de Espacio Ideo y una imagen gráfica muy currada que hizo Estudio Estándar, un precio razonable (25-30 euros), un servicio magnífico con (y esto es muy raro en hostelería) muy poca rotación, y lo más importante, una cocina que era una maravilla. ¿Qué ha pasado? Pues lo de siempre. Demasiadas mesas vacías, una gran inversión y el desgaste emocional y económico de ver que aquello no funciona. “La decisión ha sido muy meditada y ha sido muy difícil dar el paso”, nos dice José Gloria, que ahora traslada La Llorona al local donde disfrutamos de aquellos estupendos raviolis de crustáceos y vieiras o aquella deliciosa empanadilla de jaiba. “Durante los dos años que fuimos Casa Amores nunca nos faltó profesionalidad ni ilusión, lamentablemente no nos es posible seguir abiertos de la misma forma. Tomaremos un tiempo para repensar nuestro concepto y quizás algún día volvamos” escribía Gloria el pasado lunes en las redes sociales para anunciar la triste noticia.
Puede que Valencia no estuviera preparada para un restaurante como Casa Amores. Creo firmemente que en otra ciudad como Madrid o Barcelona, habría funcionado como un tiro. Igual me equivoco, pero muchas veces me resulta inexplicable cómo llenan restaurantes de mucha menos calidad y otros están vacíos.
Casa Amores no ha sido el único cierre sonado de la temporada. Han echado la persiana restaurantes que aparentemente estaban asentados e iban viento en popa. Boix Quatre anunciaba a final de marzo que ofrecía su último servicio. Josué Ribes, uno de los grandes referentes de la gastronomía de la ciudad nos contaba que prefería cerrar antes de que el restaurante se alejara cada vez más del concepto que quería. “Lo que yo buscaba era un restaurante sencillo, donde se comiera bien, y donde lo más importante fuera el trato personal. Cartita muy corta, muy de mercado, pero pendiente del detalle”, nos explicó entonces. El problema recurrente que sufren todos los restaurantes, la dificultad para formar un equipo estable fue otro de los motivos que llevó a Ribes a cambiar de rumbo. “En cinco años he tenido cinco jefes de sala. Esto no se corresponde con la idea que yo tengo de cuidar al cliente, de hacerle sentir en casa", manifestó entonces. No era la primera vez para el cocinero que ha tenido que pasar por el mal trago. "También es cierto que, como no es la primera vez que cierro un negocio, no lo vivo con tanto drama. Es una etapa que se quema y ahora vendrá otra", afirmó.
Merkato fue una estrella fugaz. Brilló durante muy poco tiempo y se apagó demasiado rápido, antes de poder siquiera vaticinar si el macroproyecto de Valentín Sánchez Arrieta en el barrio de Cánovas tendría éxito. Una noche de marzo apareció por allí la policía pidiendo papeles y al día siguiente el multiespacio gastronómico no volvió a abrir. Al parecer, las denuncias de los vecinos por el ruido que generaba el local y el hecho de que les faltara la declaración responsable de apertura provocó el cierre. En su web dicen que está cerrado por reformas y siempre que le hemos preguntado al también propietario de Valen&Cia y Al Tún Tún, nos asegura que el cierre no es definitivo, aunque las habladurías dicen que reabrirlo costaría mucho dinero. Ojalá puedan subsanarlo cuanto antes y podamos volver a disfrutarlo.
Y si Merkato fue una estrella fugaz, O’Donell ha sido un espejismo. Como dice nuestro director, Jesús Terrés, la de aquella Valencia que nos gustaría que fuera, pero no es. Conocíamos oficialmente el cierre a final de junio, aunque algunas personas ya lo vaticinaron mucho antes. “A veces la búsqueda de resultados positivos (económicos) a corto plazo nublan la mente de los empresarios que invierten en estos negocios, siempre de transitar lento, y aunque no se había recuperado la inversión inicial si que ya empezábamos a tener buenos resultados desde hace meses, pero se ve que no lo suficiente como para poder frenar su impaciencia”; explicaba Javier Aznar, cocinero de O' Donnell cuando anunciamos la noticia. “Eterna batalla... ha sido una pena porque en un año y medio nos habíamos posicionado como la alternativa en el Cabanyal de una buena cocina de producto de mar, con un tratamiento de la materia muy cuidado”. Otra derrota más perder un templo del producto marinero como O’Donell.
El restaurante de Luca Bernasconi en la calle Quart de València anunció el 16 de abril que bajaba la persiana después de seis años y medio. “La ilusión del principio tuvo que sortear desde el primer servicio las repercusiones de la crisis y lidiar con un barrio invadido por turisteo barato y de borrachera. Ha sido una batalla bonita, puede que salgamos derrotados pero nos vamos con la cabeza muy alta: hemos intentado ofrecer a nuestros clientes una propuesta gastronómica honesta, basada en la calidad del producto y en la creatividad de los profesionales que nos han acompañado en esta aventura”. Así explicaban el cierre del local que sigue operativo para eventos y grupos cerrados. Luca sigue al frente de Rodamón e ilustrándonos con sus conocimientos y pasión por el vino.
Puede que estos cinco restaurantes sean los más destacados, pero ha habido otros. Cerró Ostrarium temporalmente para abrir en Els Magazinos, en Dénia, y me da a mí que Andrés Soler prefiere el sol y la clientela de la Marina Alta. Cerró The Book, se fueron Imperdible y La Pitanza y también ese templo para los celiacos que era CeliaCruz el pasado 23 de junio.
Y puede ser que Terrés tenga razón cuando dice que "abrirán unos y cerrarán otros… y no pasa nada. Y llegarán nuevas voces y nuevas cocinas y mutará la oferta y entenderemos que un cambio (o el traspaso de un restorán) no tienen porqué ser sinónimo de fracaso, sino de estar vivos", pero qué quieren que les diga, a mi me sigue entristeciendo pensar que no volveré a ciertos sitios en los que fui feliz.