VALÈNCIA. También existen diarios en forma de film. Todavía más: hay cineastas que deciden inventar un diario para un personaje. Es el caso de Diario íntimo de Adèle H., la película que François Truffaut dirigió en 1975 y que retrata la vida de Adèle Hugo, una mujer desconocida pero enormemente fascinante.
Adèle Hugo nació el 28 de julio de 1830 en París. Era la quinta hija del escritor Víctor Hugo y su esposa, también llamada Adèle. Tuvo una infancia moderadamente tranquila y tremendamente intelectual: tocaba el piano y hacía de modelo para los artistas más importantes de su tiempo. Adèle aprendió de su padre las actitudes más revolucionarias. Sin embargo, podemos afirmar que la suerte literaria de Hugo no fue correspondida en su vida personal. De los cinco hijos que tuvo, solo uno le sobrevivió. Al poco de nacer, Léopold, su primogénito, murió. Léopoldine, su segunda hija, tardó 19 años en hacerlo y estaba embarazada. Un buen día, mientras paseaba por el Sena con su marido se cayó al agua y ambos murieron. Lo más siniestro de la situación es el modo en el que su padre, Victor Hugo, se enteró del fallecimiento: estaba cenando con su amante Juliette Drouet y al tomar un periódico francés y leerlo se enteró de su muerte con un titular funesto: 'Muere ahogada en el Sena la hija de Victor Hugo'. En la década de 1870 fallecieron sus otros dos hijos. Solo Adèle le sobrevivió; eso sí, paso gran parte de su vida en un hospital psiquiátrico por la esquizofrenia feroz que padecía.
El 2 de diciembre de 1851, con el golpe de estado que convirtió a Napoleón Bonaparte en Napoleón III, Victor Hugo se exilió voluntariamente a Bruselas y después en Guernsey, una isla del Canal de la Mancha. Fue allí cuando nació la pasión de Adèle, la que casi le costó la vida y, desde luego, la que puso en jaque su salud. También fue esta peripecia vital la que animó a Truffaut a transponerla al celuloide. En una entrevista concedida a la revista L'avant-scène en el año 1976, Truffaut explicó:
Si tuviera que resumir en siete puntos lo que me atrajo en la historia de Adela Hugo diría:
-La muchacha está sola a lo largo de toda la historia.
-Es la hija del hombre más célebre del mundo.
-Se habla de ese hombre pero no se le ve nunca.
-Adela vive bajo identidades falsas.
-Animada por una idea fija, ella persigue un objetivo inalcanzable.
-Hay frases y gestos de Adela que sólo tienen relación con su idea fija.
-A pesar de combatir una lucha perdida, Adela se muestra siempre activa e imaginativa.
Estas siete razones bien podrían explicar la fascinación que cualquier espectador siente ante la historia de Adèle, la única hija superviviente de Hugo y cuyo amor loco hacia Albert Pinson, un oficial de la armada británica, le obsesionó hasta la locura.
Antes de ese amor, en su Diario del exilio, recogió algunas experiencias similares que ya apuntaban el carácter obsesivo de esta mujer. A los 16 años Adèle se enamoró de un escultor que le sacaba unas cuantas décadas y que tenía fama de maltratador. Si nombre era Jean-Baptiste Augustin Clésinger. En su diario, Adèle escribía:
¿Qué sentí por tres años? ¡Clésinger! Recuerdo la última vez que te vi, fue en París. Te amé. Estuviste cerca de mí toda la noche, me cortejabas, estabas absorto en mi amor ¡Oh, eras un genio! ¡Había genio en tus manos, genio en tus ojos! Cuando estabas conmigo, era feliz.
Una de las anécdotas más famosas que tienen que ver con el dietario de Victor Hugo se produjo en el año 1952 cuando el cónsul francés René de Messières reveló en Harvard que había dos diarios de Adèle: el primero de ellos registraba los días pasados en las islas por la familia Hugo; el otro, estaba escrito en lenguaje cifrado. Ambos sirvieron para que Truffaut filmara la vida de esta mujer que sufría, entre otros males mentales, el de erotomía, según la cual Adèle estaba convencida de que Pinson estaba enamorada de ella.
La personalidad de Adèle es bien probable que se hubiera forjado a la sombra de su padre. Un padre que, sin duda, vivió con desgarro una existencia marcada por el drama. Tanto fue así que llegó a contactar con una médium llamada Delphine de Girardin para ponerse en contacto con sus hija fallecida embarazada. Le cogió tanto gusto a esto del espiritismo que comenzó a mantener sesiones espirituales con figuras como Dante, Galileo o Mozart que luego transcribiría. Hace poco la editorial Wunderkammer ha recogido por primera vez en castellano en el volumen Lo que dicen las mesas parlantes algunas de esas veladas con espíritus célebres. Son una buena puerta de entrada al insólito universo hugoliano.