La exposición de Fundación Bancaja revisa las similitudes entre ambos artistas. Picasso tuvo como referente fundamental a Goya, evidencia patente en los grabados que presenta la muestra
VALÈNCIA. Una de las evidencias de la genialidad del pintor Francisco de Goya (1746-1828) es que su influencia trascendió mucho más allá de su obra, hasta condicionar la producción artística de otro gran genio un siglo después: Pablo Picasso (1881-1973). Las referencias son visibles en los grabados del pintor malagueño, no solo en la técnica, sino también en el concepto, un viaje de conexiones en el que ahora se podrá sumergir el público valenciano.
Fundación Bancaja ha querido indagar en estas similitudes con Goya en la mirada de Picasso, una muestra que recorre la trayectoria de ambos artistas alrededor del grabado y que demuestra con multitud de piezas cómo Goya fue uno de los grandes referentes de Picasso. Dejando a un lado que los dos fueron avanzados a su tiempo, sus vidas estuvieron marcadas por sucesos paralelos que les llevaron a situaciones similares. Ambos encontraron en el grabado la manera más libre de expresar su arte, una producción marcada por la sátira. Los dos tomaron a Rembrandt como referente indiscutible en su obra. Ambos vivieron una guerra (Goya la de la Independencia Española, Picasso la Guerra Civil), lo cual dejó una marca indeleble en su trabajo. Los dos sentían un gran gusto por la tauromaquia; y los dos tuvieron que huir de España a causa del absolutismo y el franquismo.
Goya en la mirada de Picasso ha sido presentada durante la mañana del miércoles en Fundación Bancaja, acto al que ha acudido la comisaria de la muestra Lola Durán Úcar, el director de la fundación Rafael Alcón y el director general de Fundación Ibercaja (institución que ha prestado buena parte de la producción de grabados de Goya) José Luis Rodrigo. La muestra incluye más de 250 obras y se podrá visitar hasta el 25 de julio.
La muestra se divide en cuatro etapas diferenciadas en la vida de ambos artistas marcadas por sucesos paralelos que condicionaron su obra en gran medida. Mirada de juventud es una de ellas, y comienza con el momento en que Picasso visitó por primera vez el Museo del Prado, siendo tan solo un adolescente en 1895. En aquella visita descubrió por primera vez la obra de Goya, y de aquella etapa la exposición muestra un boceto de Picasso en el que imitaba el cuadro de su referente El general Palafox a caballo.
En 1898 Picasso comenzó sus estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. La ilusión del joven pintor pronto se fue viendo sustituida por el desaliento de una enseñanza conservadora y rígida que no iba con su personalidad. Lola Durán explica que en esta etapa, la vida del malagueño estuvo marcada por “la pobreza, el hambre y el frío”, así como “la decepción”. Ante una situación así, Picasso se consolaba en el Prado, donde comenzó a imitar, además de a Goya, a Velázquez, a los maestros venecianos y a El Greco.
La segunda etapa que se sucede de forma paralela entre ambos artistas es la que recoge El sueño de la razón produce monstruos. En ella, ambos artistas entran en un periodo de decadencia marcado por la situación convulsa de España. En el contexto de Goya se sucede la Guerra de la Independencia Española (1808-18014), etapa en la que el pintor ya había amasado fama y dinero, y había trabajado para la corte y el clero. No obstante, es un periodo en el que Goya se ha convertido en un hombre afectado por la sordera y la enfermedad, así como por la inestabilidad política que precede y sucede a una guerra.
Por su parte, Picasso se vio igualmente afectado por la Guerra Civil y el periodo que la antecedió. Es el punto en el que comenzó a 'visitar' a sus monstruos. Se acababa de instaurar el Tercer Reich, y el pintor se enamoró de otra mujer, dejando de lado a la madre de su hijo. Es el momento en que surge su alter ego, el minotauro que desembocaría años después en el Guernica, pasando de ser un símbolo de su lucha personal a otra universal. Cabe destacar cómo ambos reaccionaron a la barbarie de la guerra. En algunas de sus obras, se puede ver cómo Goya dibujaba a un madrileño matando a un francés; algo que se repitió en Picasso al mostrar el terror de la muerte más allá de los bandos de la contienda. La comisaria explica que el objetivo de ambos artistas era “mostrar la barbarie viniera de donde viniese. Se alejaban de los convencionalismos y retrataban la crueldad sin sentido. En su obra, la heroicidad no existe”. Las similitudes en ambos artistas eran formales y de concepto.
Otra punto de conexión es la tauromaquia. La muestra, en esta parte, enfrenta las dos formas distintas de ver las corridas de toros. Por un lado, Goya mostraba el lado más cruel de las mismas. Durán explica que “pese a considerar la tauromaquia una fiesta y disfrutar de ella, en sus grabados la plasma de manera trágica”, mostrando la muerte y la tortura sin tamices. Por otro lado, la perspectiva de Picasso (si bien es evidente la influencia e incluso la imitación total por su parte de algunas obras de Goya) se centra más en el disfrute. En este contexto, Picasso tenía una vida cómoda y tranquila en la Francia de los años 50. “El drama había desaparecido y, además, en las corridas francesas no mataban al toro. Así que la tragedia de sus primeros grabados se ve sustituida por la felicidad y el disfrute”.
Goya en la mirada de Picasso también incluye los textos por los cuales Picasso sustituyó durante un tiempo a la pintura. Son los textos automáticos surrealistas, escrituras poéticas en las que se el legado de Goya se hace todavía más evidente por su forma y contenido. El personaje en la puerta es Goya pintado haciéndose un retrato con un sombrero de cocinero y sus pantalones tallados como Courbet y yo, sirviéndose de una sartén como paleta, reza uno de los textos del pintor, llamado El Entierro del Conde Orgaz.
Por otro lado, el recorrido por la muestra incluye también la proyección de varios audiovisuales: la película El misterio de Picasso, de 1956; la película Guernica, de 2012; un audiovisual producido por el Museo Goya en el que se repasa la vida y obra de Goya; y otro sobre el grabado Minotauromaquia de Picasso, entre otros. A ello se añade una serie de fotografías tomadas en 1937 por la fotógrafa Dora Maar durante el proceso de confección del Guernica de Picasso en París.
La comisaria ha concluido explicando que es importante contraponer la obra de estos dos artistas por “las coincidencias a lo largo de sus vidas. Picasso tomó no solo elementos formales y conceptuales de la obra de Goya, sino también espirituales. Los dos fueron rebeldes, comprometidos, individualistas… Y eso es algo que plasman totalmente en sus grabados, que eran muy personales. Picasso se sentía plenamente identificado con Goya. Ver su obra de manera confrontada, con elementos comunes tan explícitos, es algo muy didáctico”.
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