VALÈNCIA. En el mundo del coleccionismo el precio lo pone el “conocimiento”, el saber hacer. Tener idea de lo que se tiene delante, saber ver una joya a tiempo y esconder la emoción cuando se encuentra. Para Robert Pérez, propietario de Auca Llibres Antics, su “buen hacer” le ha llevado a estar tras el mostrador 37 años. Pero este mes de enero ha decidido bajar la persiana por jubilación y con un stock que aún supera los 30.000 libros.
Tras media vida dedicada a las antigüedades y las rarezas, Pérez ha decidido cerrar las puertas de este "refugio" de los libros -así lo califica él- situada desde hace doce años en la Plaça de la Mercé, en pleno corazón de València. Con el cierre de este anticuario, se despide también de sus clientes más fieles, los curiosos que se escondían entre sus estanterías y los vendedores que le traían verdaderas reliquias. Dice adiós a las ferias en las que intercambiaba volúmenes únicos con otros compradores y al mundo del coleccionismo, que no para de evolucionar: “Antes se llevaban las antigüedades y ahora, cada vez menos. El mundo del coleccionismo cambia constantemente y también responde a las tendencias”.
Fundada en 1988, y con su primera sede en la calle Hospital, Auca Llibres siempre ha vendido libros “antiguos, raros o curiosos” y el trabajo de Pérez ha ido cambiando y adaptándose a los “nuevos tiempos”. Tal y como lo ve Pérez, el suyo es un oficio en el que vale la experiencia y la intuición, más allá de ser o no un buen “lector”: “Yo no era una persona especialmente interesada en los libros, pero me di cuenta de que, al rebuscar entre los libros antiguos, había verdaderas joyas. Este es un mercado en el que se paga el conocimiento y la capacidad de seleccionar unos libros u otros”, apunta el librero, quien confiesa que acabó en este mundillo, más bien por “casualidades de la vida” y porque no se le daba demasiado bien estudiar.
Con 37 años de oficio a sus espaldas, apunta la clave para vender libro antiguo: conocer su valor y saber esperar a que llegue el comprador adecuado, aquel que esté dispuesto a pagar por lo que vale. También “equivocarse mucho”, porque son muchas las variables que completan las estanterías de cada anticuario: “No es igual una tienda de libros antiguos de València que una de Barcelona, cada librero la construye de una forma. Este es un trabajo que funciona de una manera muy misteriosa porque no siempre se compra a un precio antiguo y se vende al máximo, y porque vale la pena esperar y saber acumular”.
Entre libros gigantes y volúmenes emblemáticos, Pérez confiesa que, a pesar de llevar mitad de su vida en este oficio, aún le resulta imposible desvelar la clave del éxito, si es que existe. A lo largo de casi cuarenta años se ha ceñido a ver, escuchar y atender a lo que le piden sus lectores, y lo que le pide el cuerpo: “Es un oficio en el que hay que saber buscar, rebuscar y escuchar a los clientes. Hay que ser muy paciente para calcular el valor real de las cosas”. Recuerda anecdóticamente el momento en el que supo que en este mercado había un negocio muy interesante: “Yo iba mucho a los rastros y una vez compré un libro para mi colección personal y me lo intentaron comprar. Lo había comprado por 10 pesetas y me llegaron a ofrecer hasta 100”, apunta entre libros, “me lo quedé para mí, pero vi que había personas que estaban dispuestas a pagar más del doble por estos libros”.
Algunos de estos tomos aún están entre su colección, que se acumulan en el bajo y el altillo de la tienda en la que aún queda una colección "de un valor inestimable". Los libros que no forman parte de su colección personal se venderán a través de la web, que gestiona con la ayuda de su hija, aunque Pérez aún se reserva algunos tomos para sus compradores más fieles, a los que invitará a una pequeña “fiesta de despedida” en la que venderá algunos ejemplares a precio rebajado. Sobre el resto de libros, aún tiene que decidir qué hará con ellos, aunque va a ir trabajando estos meses en “liquidar la tienda dentro de lo posible”.
Sin embargo, algunos libros con los que mantiene cierta “conexión emocional” igual se quedan en su guarida personal: “Son libros antiguos con una parte importante de historia. No son productos nuevos totalmente sustituibles, ni se trata de un objeto cualquiera, así que su venta tampoco es tan casual”. Por sus manos han pasado todo tipo de manuales, enciclopedias, mapas y hasta pósteres -y etiquetas de marcas de naranjas- de los 70 y los 80 que ahora están en liquidación. Todo tipo de reliquias que estaban resguardadas en Auca y que ahora buscarán un nuevo hogar entre las estanterías de sus nuevos propietarios, donde tal vez los libros antiguos se puedan codear con las novedades literarias que acaban de salir de imprenta.
Colección Melibea publica este nuevo poemario cuya lectura nada más despuntar el año supone un alivio por anticipado ante tanta aspereza y sequedad