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HISTORIA REAL DE UNA PROMESA TRUNCADA

‘El mar’ que nunca llegaron a ver los niños de la Guerra Civil

Xavier Bobés y Alberto Conejero visitan el Teatre el Musical, el 11 y 12 de febrero, con El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nuncaUn montaje único sobre memoria histórica en el que se relata la historia tras la promesa realizada por el maestro Benaiges de llevar a sus alumnos a ver el mar, algo que nunca llegó a suceder por culpa de la guerra

6/02/2023 - 

VALÈNCIA. Curso escolar de 1936. El profesor Antoni Benaiges, de la escuela de Bañuelos de Bureba, comienza a trabajar con sus alumnos en pequeños cuadernos con los que relatar las historias de lo que les sucede día a día. Para generar estos contenidos les plantea diversas preguntas: ¿Cómo se relacionan?, ¿qué suelen hacer en el pueblo?, ¿cuál es el lugar más lejano al que han viajado? Uno de estos planteamientos le hace descubrir que ninguno de ellos ha llegado a ver el mar, jamás. Motivado por este hallazgo comienzan a crear conjuntamente: El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. En el Teatre el Musical se expone una obra con este mismo título, en la que los textos reales de este trabajo escolar muestran cómo los niños imaginaban el mar, y Xavier Bobés y Alberto Conejero intentan durante el fin de semana del 11 de febrero trasladar a los espectadores a "la escuela" para contarles la historia desde dentro.

Foto: DAVID RUANO

En el curso de 1936, dentro del aula, el maestro Benaiges se propuso que en verano llevaría a sus alumnos a ver el mar, pero su promesa se vio truncada por la Guerra Civil. Ese viaje, planeado para julio, nunca llegó a hacerse: persiguieron y fusilaron al docente antes de que pudiera hacer las imaginaciones de sus alumnos realidad. La historia ahora se puede revivir gracias a los cuadernos que realizaban en las clases, una tarea basada en la metodología Freinet, que consistía en lograr la participación activa de "sus niños" en diversos proyectos. Bobés, autor y director y actor del espectáculo, rescata el objeto que mantuvo activo el aprendizaje: una pequeña imprenta, con la que el maestro logró que los pequeños y mayores contaran su propia historia: “Los niños podían imprimir y editar sus propios textos, que se repartían a familiares y otros suscriptores. Desde su poética y escritura los alumnos podían contar lo que quisieran, se les dotaba de una autonomía para ello”.

La imprenta era muy pequeña, medía apenas un palmo. Con ella generaban "libritos" de medio folio en los que se escribía el texto en espejo. Bobés explica el procedimiento: “Escribían todos sobre algo, leían el texto en la pizarra para corregirlo y luego lo pasaban al cuaderno”, más tarde en este dibujaban y añadían otros datos, y gracias al proceso hasta llegar a la imprenta y publicación los niños se motivaron a “aprender, escribir e investigar sobre lo que les rodeaba”. A través de este objeto, y los que se encuentran en el resto de las historias, Bobés da vida a lo que se vivía en los cuadernos, “desde la poética de la palabra y de los objetos” consigue dar voz a los escritos de los niños. 

Foto: DAVID RUANO

Para ello le acompaña sobre el escenario Sergi Torrecilla, quien da vida al profesor y es el encargado de generar los paisajes con las pequeñas reliquias de anticuario, que acompañan a las propias palabras del maestro. “El cuaderno define lo poético en lo bello y lo más crudo en la historia, en minúsculas: su historia personal y en mayúsculas: la Historia de España”. Todo ello en una batalla por no ser descubierto, algunas anotaciones desvelan que los guardias civiles a veces visitaban la escuela “sin aparente motivo”, cuando en realidad les estaban vigilando. 

En el escenario se pasean diversos objetos que desvelan el relato completo: libretas, un gramófono, la imprenta, y demás juguetes antiguos que el maestro llevaba a la clase, para motivar a sus alumnos. Bobés explica que todo este despliegue, con el que trabaja el teatro de objetos, es para homenajear la figura de los maestros que defienden su oficio con la vocación, y recomienda a los docentes de hoy en día acercarse al teatro a conocer los métodos. 

En 1936 lo que Benaiges hacía era peligroso, pero también innovador. No solo estaba bajo el punto de mira de los guardias civiles, sino que algunos padres comenzaron a sospechar de sus métodos. En uno de los cuadernos se podía leer como una niña escribía lo siguiente: “Mamá no quiere que vaya a la escuela, yo quiero ir, dice que si voy me va a castigar, pero yo voy a la escuela”. Su atrevimiento podía significar dos cosas: que no ayudara en casa o que estuviera aprendiendo demasiado del profesor, cuyos innovadores métodos eran duramente criticados por algunos padres. “Benaiges hizo mucho con muy poco. Trabajaba en un pueblo muy pobre y pequeño y llevó mucho más allá los procesos de aprendizaje con lo poco que tenía”, explica el codirector de la obra. 

Foto: DAVID RUANO

Además de todo ello estaba la materialización práctica de la teoría que se aprendía en la escuela. Tras confeccionar el El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca, el maestro prometió que se llevaría, por sus propios medios, a sus niños desde Bañuelos de Bureba hasta Tarragona, para ver la playa. Pidió a su madre que preparara el coche para la excursión pero le atraparon antes. Su fusilamiento conllevó la muerte de una ideología avanzada y contra la norma, la muerte de la promesa que llevaba consigo y a la vez la de la ilusión de los niños que pensaban que por fin podrían tocar con sus pies esa arena que tanto habían imaginado a través de los textos. Todo ello cobra vida sobre el escenario para homenajear la figura del docente, la ilusión de los niños y la historia cruda y real que ahora se protege tras la poética de los objetos, de la mano de Bobés y Conejero.

Foto: DAVID RUANO

Levantamos la mano para hacer unas preguntas más al maestro Bobés.

-¿De que iban el resto de cuadernos?

-Había uno que se llamaba Recreo, que era el que escribían los niños pequeños sobre sus ratos libres. Este tenía las letras más grandes, con motivo de facilitar el trabajo con la imprenta, e incluía bastantes más dibujos. Los mayores escribían Gestos, en el que hablaban del descubrimiento del gramófono en clase, el momento en el que los guardias civiles visitan la escuela "sin aparente motivo y demás historias del pueblo". Luego también tenían otro texto con poemas y uno que se titulaba Folclore. 

-¿Cuál fue el más especial para los alumnos?

-Destaca el cuaderno de El retratistaen el que contaban la historia de cuando el retratista llegó al pueblo con su cámara. Lo que hizo el profesor en ese momento fue mandar a los niños a buscar “sus mejores ropas”, y en pleno verano se tuvieron que vestir todos con su ropa de invierno. Una vez hicieron eso se tomaron la única fotografía que existe de la clase entera.

-¿Alguna anécdocta más?

-Los textos no se quedaron en Bañuelos de Bureba, solían viajar bastante. Muchas veces se mandaban a escuelas de Francia y Alemania, una vez allí se intercambiaban con los de otras escuelas. Era una oportunidad única para aprender desde la práctica más experiencial. 

Foto: DAVID RUANO

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