VALÈNCIA. Hace cinco años escribí un artículo en el que enumeraba algunos de los motivos por los cuales el punk fue la manifestación más importante surgida desde el rock para la visibilidad femenina. Desde entonces me ha extrañado que no se haya profundizado mucho más, tanto aquí como en el extranjero, en un tema que da mucho de sí, tal y como he podido comprobar cada vez que he dado charlas o clases al respecto. Kim Gordon, Peaches o Kathleen Hannah han sido excelentes embajadoras de este asunto, pero siempre me pareció que se valoraba poco el papel de mujeres como Nina Hagen o Chrissie Hynde, por citar dos casos populares a diferentes niveles. En estos cinco años, la lucha por la igualdad ha cobrado un nuevo cariz y se ha reforzado la reivindicación por la visibilidad femenina en cualquier ámbito. Pocos serán quien discutan hoy la importancia de Patti Smith a ese nivel, pero da la sensación de que todavía hay que insistir mucho en la que tuvieron bandas femeninas como The Slits o The Raincoats o Runaways, que fueron inmediatamente anteriores al punk, por no hablar de Debbie Harry, Poly Styrene, Lydia Lunch y otras señoras que se valieron de la música pop para soltar un “aquí estoy yo” que, por más individualista que sonara, también quería decir “aquí estamos nosotras”.
Vivien Goldman es una periodista inglesa que tomó parte activa en todo lo que sucedió entonces tanto en Londres como en Nueva York. Escribió en revistas musicales y tiene varios ensayos publicados sobre personajes como Bob Marley y Kid Creole, y sobre estilos como el afrobeat o el, hip hop. Cantó con Flying Lizards y también llegó a grabar un maxi single con el cual se aproximaba a los sonidos negros caribeños. Ahora saca en España La venganza de las punks (Contra), libro que, desde la perspectiva de una mujer, cuenta aquella revolución musical y social que comenzó en algún momento de mediados de los años setenta y cuyos efectos, afortunadamente, todavía no se han sofocado. Este imprescindible ensayo muestra también la conexión de todos aquellos grupos y artistas con el presente. El punk, como me dijo Kim Gordon durante una entrevista, ese de las mujeres. Puede que al hablar de lo que pasó en la música entre 1976 y 1977 veamos sobre todo a hombres airados -Sex Pistols, The Clash- gritándole al sistema; pero el punk no cambió al sistema, sin embargo, si ayudó a que cambiara el papel de las mujeres en la música pop.
Todo esto sucedía cuando yo tenía 14, 15 años. Lo primero que recuerdo es la revelación de ver a Patti Smith cantando y dando saltos. Fue en un concierto grabado en otoño de 1976 en Estocolmo que, milagrosamente, emitió TVE en la segunda cadena por la buenas, como si lo soltaran de golpe porque no sabían qué hacer con él. Los gestos y la energía de Patti eran contagiosos de por sí, pero ahora sé que parte de aquel magnetismo residía en el hecho de ver a una mujer apoderándose de un papel tradicionalmente masculino y remodelándolo a su antojo. Sí, antes estaba Janis Joplin, con su voz de sufrida sureña y sus boas de colores, pero a mí siempre me pareció una hippie más. Tenía la voz y sin duda era una jefa, pero lo de Patti fue distinto. Muy distinto. Ella no se limitaba a pisar terreno reservado para los hombres, lo hacía absorbiendo y filtrando esa masculinidad, radicalizando el concepto que hasta entonces se tenía de lo femenino. Patti no se limitaba a hacer rock & roll al estilo macho como las Runaways (que también fueron decisivas porque en 1976 no era habitual un grupo de rock formado exclusivamente por señoras). Reformulaba lo masculino a través de sí misma. Patti absorbía a Jagger y a Morrison y nos los devolvía transformados en algo hasta entonces nunca visto.
El caso de Debbie Harry también fue significativo. Tenía una fotogenia hasta entonces nunca vista en una estrella del pop. Suyos eran el glamour y el atractivo sexual de Marilyn Monroe, adaptados al formato del pop. Harry estaba al frente de Blondie, que tuvieron una buena cantidad de canciones de éxito entre 1976 y 1980. Era una estrella a nivel mundial y sus fotografías estaban por todas partes (por todas partes quiere decir, aplicado a la España de entonces, en todas las revistas de música). Además, tenía algo de lo que, por ejemplo, Chrissie Hynde carecía: ese halo de artisteo e intelectualidad que le confería el hecho de pertenecer a la escena neoyorquina. Lo que entonces no era más que un elemento difícil de explicar, hoy sabemos que era la actitud de una mujer que no por ser bella dejaba de mostrarse inteligente, creativa u osada. Harry no sólo era la artífice de su imagen, también usaba esta como parte de un discurso artístico ligado a su vez con la vanguardia, el pop art, las músicas negras y latinas o la nouvelle vague. Por primera vez, una mujer del mundo del espectáculo se enfrentaba a un éxito y una exposición globales sin estar bajo el control de una mente masculina. Debbie Harry era sexy porque ella así lo quería, nadie le imponía cómo vestirse o peinarse. La fantasía que proyectaba era exclusivamente responsabilidad suya. Sin ella, Madonna lo habría tenido mucho más difícil. No obstante, Goldman le achaca en su libro falta de sororidad cuando recuerda letras como ‘Rip Her To Shreds’, que trata entre la rivalidad de dos mujeres.
Otra mujer de rompe y rasga, es Siouxsie. En aquel momento, su maquillaje y su vestimenta no chocaban porque formaban parte del punk y sus manifestaciones eran vistas como un todo. Pero en ese todo, la participación femenina no sólo fue poco habitual, también resultó decisiva. Las mujeres del punk como Siouxsie dejaron de vestirse para resultar atractivas, o como ella misma proclamaba, se vestía para que los hombres la dejasen en paz. No lo consiguió del todo porque desde que sacó su primer single con Siouxsie & The Banshees, tuvo una presencia habitual en las listas de venta británicas. Ver a Siouxsie en un programa de prime time como Top Of The Pops, con el pelo negro cardado, el maquillaje a lo kabuki, las medias de red, las botas de cuero de caña alta y los complementos de hechicera o dominatriz es un hito que quizá en su momento no fuese valorado como tal. Pero lo era. Porque gracias a esa exposición masiva, otra mujeres podían sentirse identificadas con modelos femeninos que no fuesen el de Olivia Newton John o Linda Ronstadt.