VALENCIA. Han pasado muchos meses desde que el tándem Compromís y Podemos presentara una estampa absolutamente idílica y majestuosa en el mitin central de la Fuente de San Luis de Valencia para las elecciones generales del 20 de diciembre. Más de 10.000 personas abarrotaron el pabellón e incluso más de mil se quedaron a las puertas del recinto. El exitoso mitin fue una pista de lo que ocurriría ese domingo en las urnas: la confluencia Compromís-Podemos-És el Moment superaba al PSPV y se situaba como segunda fuerza más votada por detrás del PP, sacando nueve escaños y 673.549 votos.
Una alianza que, pese al éxito conseguido, no tardó en evidenciar las fisuras de un pacto más endeble de lo previsto. De hecho, la primera desavenencia importante llegó a la hora de tratar de conformar el anhelado grupo propio que Compromís había utilizado como argumento principal en la campaña: Podemos prefirió no apurar ante la posibilidad de que la Mesa del Congreso denegara la opción y enviara a sus parlamentarios al Grupo Mixto. Una maniobra que desde Compromís, especialmente en el Bloc, se consideró una traición.
Posteriormente, la formación valenciana también jugó sus propias bazas en la negociación de investidura con la propuesta para el Acuerdo del Prado, un intento de gran acuerdo sobre la bocina que no agradó a la cúpula nacional de Podemos, sumida en la estrategia de descabalgar al PSOE en la segunda cita electoral.
Sin embargo, este segundo envite electoral del 26J dejó una instantánea más agridulce. Para el pacto se consiguió sumar a Esquerra Unida tras una dura negociación en las listas: pese a ello, los resultados fueron peores que en la anterior cita. Se mantuvieron los nueve escaños pero se bajó hasta los 659.771 sufragios. La campaña fue menos potente -Pablo Iglesias no acudió a Valencia, sí a Alicante- y se acusó una desmovilización especialmente del voto joven tras no poder culminar el deseado gobierno de cambio.
Con este escenario, la perspectiva de unos terceros comicios resulta poco alentadora para la confluencia. Podemos, al margen del perfil bajo que está jugando en el ámbito nacional por la propia configuración del Congreso, vive momentos delicados en la Comunitat Valenciana. Su estructura interna no termina de arrancar, como evidencian los cambios introducidos por su líder autonómico, Antonio Montiel, a lo que hay que sumar el frente de oposición interna que ha surgido y los propios movimientos espontáneos de la militancia.
Además, a ello hay que añadir la poca predisposición de Compromís para que la formación morada entre en el Consell en estos momentos, una posibilidad que tomó fuerza en julio de la mano del propio impulso de Montiel y que, poco después, fue diluyéndose entre las propias dudas surgidas en Podemos. De hecho, todavía está pendiente de abordarse una revisión del Pacto del Botánico que el líder de la formación morada viene reivindicando desde antes de verano y cuyo documento final debe estar listo en los próximos días.
La situación tampoco es demasiado cómoda para Compromís. Tras el éxito del 20D y la decepción del 26J, la tendencia no invita a la euforia si se produce una tercera convocatoria de los comicios. Si bien dentro de la formación valenciana se insiste en la campaña del miedo vertida sobre Podemos a nivel estatal y en el argumento de que Compromís mantuvo el tipo, nadie puede asegurar que la propia gestión de determinados asuntos que sobrevolaron las elecciones como els bous al carrer o la polémica sobre la escuela concertada no influyeran en el voto de los ciudadanos. Así pues, no es plato de buen gusto para la coalición poner a prueba el desgaste, por así decirlo, en tiempo real de su gestión.
Por otro lado, cabe recordar que en la pata más numerosa de Compromís, el Bloc, el acuerdo electoral con Podemos ya se ha utilizado en el pasado como arma arrojadiza. Así pues, una nueva convocatoria electoral haría pasar a la coalición de nuevo por el vía crucis de una negociación.
Con estos mimbres, resulta evidente que el planteamiento de unos terceros comicios pondrá a buen seguro a prueba la resistencia de las formaciones implicadas: sobre todo porque parece muy complicado que, pese las diferencias existentes, las fuerzas que concurrieron juntas bajo el paraguas de A la Valenciana puedan decidir desmarcarse e ir cada una por su cuenta.