VALÈNCIA. Salvador Dalí y Joan Miró han llegado a València. Si hace apenas unos días el Museu de Belles Arts abría sus puertas a Fieramente humanos, una mirada a la representación de los santos en el barroco, la pinacoteca da ahora un salto en el tiempo hasta llegar al surrealismo del siglo XX. O, mejor dicho, los surrealismos, en plural. Así pues, a pocos metros de Velázquez o Ribalta y con solo un aseo de por medio entre las salas, se dan cita otros dos de los grandes nombres de la Historia del Arte español. Dalí y Miró se encuentran en una exposición que reúne una buena muestra de la obra gráfica de la colección de arte BBVA, que desembarca en la pinacoteca valenciana con un proyecto que presenta medio centenar de piezas que nos sumergen en la producción gráfica de ambos artistas, una selección que también desvela sus procesos y obsesiones en su producción más tardía.
La muestra se organiza coincidiendo con el centenario del Manifiesto del surrealismo, redactado en 1924 por el poeta y crítico francés André Bretón, una conmemoración que desde el museo se quiere retar poniendo en escena dos nombres que no siempre estuvieron cómodos -ni fueron bienvenidos- en una escena que era más plural de lo que uno podría pensar. “Dalí y Miró son dos representantes muy diferentes de un mismo movimiento, [muestran] las distintas facetas que tiene el surrealismo. Este no es un movimiento que nace de unos planteamientos de tipo formal, sino de unos planteamientos de tipo conceptual”, subraya el director del Bellas Artes, Pablo González Tornel, quien presentó la muestra junto a la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar; y Ximo Raga y Desirée Granda en representación de BBVA.
Estas distintas facetas del surrealismo, también marcadas por el convulso contexto político y una dictadura que acabó aupando a Dalí como “una suerte de embajador cultural”, son en las que bucea esta exposición, que presenta una mirada muy concreta en torno a la producción de ambos artistas, la de una obra gráfica que se quiere reivindicar. En el caso de Salvador Dalí, se exhibe La conquête du cosmos (La conquista del cosmos), una serie de doce estampas de gran formato creada mediante las técnicas del aguafuerte y la punta seca, que explora las relaciones entre arte y ciencia empleando el lenguaje del surrealismo más característico del autor. Se trata de una serie tardía, en la que muestra la preocupación del pintor por la tecnología, piezas que también presentan algunos de los elementos clave en su trayectoria como los relojes blandos o la constante presencia del sexo, aunque en esta ocasión también con la representación de una muleta que supone un símbolo de su propia decadencia física.
El viaje por la obra de Joan Miró es el del ojo avispado, el de la búsqueda de una figuración que “siempre está”, aunque no sea obvia. De él se presenta la Serie Mallorca, realizada en 1973, de la que se muestra una de las diez carpetas completas existentes en todo el mundo. A pesar de que se trata de una serie tardía, creada tras el traslado definitivo de Miró a Mallorca, que fue clave para el desarrollo de su última etapa creativa, las piezas sí muestran a ese Miró más “reconocible” para el gran público, con piezas que, de hecho, se podrían conectar con la Serie Barcelona, que realizó 30 años antes.
En ella refleja su especial vínculo con la isla, donde fijó su estudio en un espacio diseñado por el amigo y arquitecto Josep Lluís Sert, al que más tarde se añadiría la casa de Son Boter. Allí pasó los últimos años de su vida y produjo numerosas obras, siempre con la intención de seguir avanzando casillas en su trayectoria, explorando nuevos caminos. En este periodo vital y profesional se enmarca la Serie Mallorca que ahora se muestra en el Museu de Belles Arts de València, una selección compuesta por treinta y siete obras que, además, es especial puesto que permite al visitante observar cómo el artista estampaba el color y el negro por separado.
Pero no solo de Dalí y Miró va la cosa. La exposición muestra a modo de epílogo -o prólogo, según se quiera mirar- cinco piezas “singulares” de la colección BBVA a través de las que se quiere poner sobre la mesa por qué surrealismo se escribe en plural. De esta forma, el recorrido suma piezas de artistas como Maruja Mallo, Joan Ponç o Benjamín Palencia, quienes exploraron los caminos del surrealismo en algún momento de su carrera artística, con el denominador común de tratarse de obre sobre papel. Mención especial merece la pieza del francés Yves Tanguy, del que se muestra La lumière de l’ombre (La luz de la sombra), una pintura de 1939 considerara como un “icono” de las vanguardias.