La Cúpula recupera en un único volumen las colaboraciones entre Robert Crumb y Harvey Pekar para American Splendor
VALÈNCIA.- Desde un punto de vista creativo, ser dibujante de cómics en los EEUU de los 60 era prácticamente sinónimo de dedicarse a los superhéroes en esquijama. El peso de Comic Code Authority (el cuño de censura que se autoimpuso la industria) condenó al noveno arte a ser una disciplina prácticamente para niños. No se trata de menospreciar a los grandes maestros de la época (los Kirby, Ditko, Adams… y un larguísimo etcétera), pero es innegable que para alguien que se sintiera artista, que de verdad tuviera ganas de contar algo, los tebeos no eran su sitio. El formato de revista permitía a algunos ofrecer contenidos algo más adultos (desde Mad a Creepy, por citar dos ejemplos), señal primeriza de que algo está empezando a cambiar en la industria, pero aún faltan años para que la cosecha de sus frutos.
Así, a los que buscaban algo más en un oficio que tenía la misma consideración social que la de ladrón de bolsos solo les quedaba una vía: buscarse la vida. Así comenzó a fraguarse, a muchas millas de distancia de la industria, un movimiento alternativo que a finales de los 60 ya contaba con su propio hall of fame con nombres como Robert Crumb, Gilbert Shelton, Joel Beck, Jay Lynch... y Harvey Pekar.
Pekar fue una rara avis en un universo poblado por personajes de lo más pintoresco. El tío tenía algo de Charles Bukowski: un trabajo de mierda, capacidad para contar historias, y más que cronista del fracaso del sueño americano era un auténtico ejemplo viviente. No es de extrañar que, cuando la casualidad quiso que Crumb se cruzar en su camino, naciera una colaboración que les llevó a trabajar juntos. Auténticas almas gemelas (su amistad se cimentó por su común afición al jazz), Pekar es casi el único guionista con el que Crumb ha colaborado (sin contar todo lo que ha firmado al alimón con su mujer Aline).
Las historias que hicieron juntos —y que acaba de recuperar La Cúpula con elegancia y salero— se publicaron en American Splendor, un fanzine autoeditado por Pekar que vio la luz en 1976 y que, de manera intermitente, se siguió publicando hasta 2008. Antes de morir en 2010, ‘el poeta de Cleveland’ —ciudad a la que dedicó un cómic homónimo– definió su trabajo como “una autobiografía a medida que estaba pasando”. Además de Crumb, por sus páginas desfilaron autores de la talla de Joe Sacco, Chester Brown, Jim Woodring o Eddie Campbell.
Pekar y Crumb se conocieron a mediados de los 60 en Cleveland cuando el primero trabajaba de oficinista en un hospital de veteranos y el segundo se dedicaba a hacer postales. Cuando Crumb se fue a California donde se convirtió en la leyenda que es hoy, mantuvieron el contacto y, a mediados de los 70, le propuso a su amigo adaptar sus guiones al cómic. De los dos, Crumb era el normal, lo que da la medida de lo peculiar que era Pekar. Tan raro era que en EEUU se llegó a convertir en una pequeña celebridad por sus participaciones en Late Night with David Letterman en los 90.
Las historias de Pekar son simpáticas slices of life, pero tampoco son grandes alardes narrativos. Lo que le da valor es que fue uno de los primeros en hacerlo aunque si no llega a ser por su amistad con Crumb probablemente la historia se lo habría tragado. Lo que queda es su personalidad, eso sí, irrepetible, y que tan bien reflejó el actor Paul Giamattti en la versión cinematográfica de American Splendor (Robert Pulcini y Shari Springer Berman, 2003), con un guión nominado a los Oscar y varios premios en Sundance. Aunque para vidas particulares, la de Crumb. El documental que le dedicó en 1994 Terry Zwigoff es uno de los mejores retratos que se ha hecho del padre del gato Fritz.
Es American Splendor. Los cómics de Bob y Harv una gran obra maestra. Ni lo es, ni lo pretende. Pero es una interesante oportunidad más de acercarse a dos creadores tan singulares como influyentes, tan parecidos como distintos: Crumb llegó a pagar una casa en Francia con una maleta de originales mientras que Pekar jamás renunció a su trabajo como oficinista en el hospital de veteranos. Un tipo tan peculiar como divertido, neurótico y depresivo, y del que su amigo Dean Haspiel llegó a afirmar que "nunca hubo una sola versión" en homenaje a su carácter cambiante. Esta recopilación es una buena ocasión para acercarse a su trabajo, siempre que no olvidemos que hubo mucho más y que no todo acaba con su relación con Crumb. Ahí están The Quitter (ilustrado por Dean Haspiel), Our cancer Year (con Frank Stack) o Macedonia (Ed Piskor) para demostrarlo
American Splendor. Los cómics de Bob y Harv: 108 páginas, color. 21,5x28 cm, rustica con solapas. 17,5 euros