MADRID. Para que la artista valenciana Claudia Torán llegara al mundo tuvo que haber una larga espera, una de esas dignas de película que nadie se creería si no fuera porque “eran otros tiempos”. Tras un verano entre arrumacos los padres de Claudia habían quedado en encontrarse en un banco de Plaza España a una hora concreta, un día de septiembre de 1981. Ese día el examen del padre de la artista se alargó haciendo que su madre tuviera que esperar más de dos horas hasta vislumbrar a un guapo pero acalorado estudiante que venía corriendo desde Tarongers con su enorme carpeta. Parecía que no iba a llegar, pero llegó. Esta historia se dibuja ahora en el cuadro 1981, que ahora preside la entrada de la galería madrileña Materna y Herencia y que expone la primera muestra individual de la artista valenciana: Espera!, que podrá visitarse -con un poco de prisas- hasta el próximo 31 de marzo.
Para esta muestra Torán también ha tenido que vivir su propia espera, desde el momento en el que conversó con Culturplaza en el año 2019 hasta ahora muchas cosas han cambiado: ese día llegaba con prisas a la entrevista, ahora es ella quien espera a la periodista en la galería, poniendo a punto todos los cuadros para que estén perfectos para la inauguración. Ahora vive en Madrid y no en Londres aunque València sigue siendo su punto de referencia.
En cinco años lo que no ha cambiado es su fascinación por la ilustración, la música y los procesos creativos, que ahora le llevan a inaugurar su primera muestra individual en Madrid: “Soy una persona muy apresurada pero considero que sé esperar por las cosas verdaderamente valiosas, como estas oportunidades o como algunas personas”, aclara. A 1981 le rodean una decena de cuadros pintados en tonos pastel y dibujados con el cariño “y la lentitud” que da el trazo aunque lo efectué una artista a la que generalmente le pueden las prisas.
La muestra surge tras años de trabajo y de proyección profesional, fue el verano pasado en Madrid el que le hizo, de alguna forma, encontrar el concepto sobre el que trabajar: “Me quedé este verano en Madrid, típico calor de 50º en el que te sientes muy asqueada. Se me juntó una espera emocional con la espera de una oportunidad laboral, una exposición que iba a hacer pero que no salió”, añade la artista, quien define que el giro del verano se lo dio una lectura: El tiempo regalado. Un ensayo sobre la espera de Andrea Köhler, “me puse a leerlo y parecía que lo había escrito para mi, habla de la espera como tiempo regalado y como a veces está bien no hacer nada, disfrutar de la pausa y pensar sobre el aburrimiento en el momento acelerado en el que vivimos”. Con esto, y venciendo el calor de Madrid, la artista se presta a investigar sobre la espera y la dibuja en sus lienzos con un trazo de emocionalidad, colores pastel y un estilo muy “expresivo e íntimo”.
Esto se expresa a través de sus obras: en el sótano de la galería un cuadro deja caer un cable de anilla típico de teléfono fijo, interpretando la espera de una llamada o de una oportunidad. En la misma sala contrarrestan esa pausa tres caballos cerámicos que se llaman: Corrre, Corre y Corre, que para Torán significan la definición de la velocidad que contrarresta con el resto de la exposición. Estos caballos le trasladan también al universo musical de Wild Horse, una de sus canciones favoritas de The Rolling Stones: “Quería materializar la velocidad y lo salvaje en algo físico y quieto como lo hago a través de la cerámica”.
Para crear las piezas se somete a sí misma a los tiempos de la cocción y el barnizado de las piezas, también a probar técnicas con las que no está tan familiarizada como sucede con la obra Again, gain, gain en la que se atreve con su primer tapiz… Nunca es tarde para empezar algo nuevo: “Desde pequeña he sido muy cabezota con la idea de ser artista, pasan los años veo que la gente de la carrera no sigue ese camino pero perfiles como el mío nos quedamos intentándolo. En Espera! hablo también de la pausa creativa, en la pausa reclamada como artista y en el tiempo regalado que necesito. También necesito aburrirme”, reflexiona la artista y doctora cum laude en Bellas Artes.
Con todo esto su arte se despliega también en un poema que compone ex profeso para la muestra, que se puede leer en 1 minuto y 38 segundos -dato cronometrado- y que arranca así: “Espero que te guste, disfrutes de este recorrido, que más que un robo sea un regalo, con un lazo frágil, cursi, tenso como la impotencia atada a un bloque de cemento, y que bucees por estas aguas fluorescentes, con calma, cuidado, sin agujas ni reloj, despacio. Mientras el mundo siga girando y todos esperando… todo: Ojalá que el semáforo se ponga en verde, que el agua empiece a hervir o que deje de caer, que pare ya de llover, que pares de llorar (...) Que se vaya el frío, que se vaya el día, que se vaya la pena, que llegues tú y el sol y el azul celeste, el bostezo, el humo. Déjame bostezar, gritar, dudar, crear, creer, llorar, déjame esperarme”. Y es que, si una muestra como esta es resultado del tiempo y la paciencia… que siga girando la manecilla del segundero.