València a tota virolla

Expulsión en València: el kilómetro cero que no quiere núcleos creativos

Lugares que hacen interesante la ciudad expulsados por hospedajes para gente que quiere ver una ciudad interesante

21/09/2019 - 

VALÈNCIA.  Y sigue la paradoja. Las áreas más paradigmáticas de una ciudad, las de mayor representatividad formal, virando a núcleos ajenos al fluir local, inhabilitantes para quienes hacen desde ese kilómetro cero una ciudad en marcha.

No se interrumpe el curso de una expulsión que, por inevitable, porque ocurre en todos los sitios, se acepta con comprensión urbanita. Qué le vamos a hacer, es muy difícil frenarlo, ya tú sabes…

Mientras, esto. Se van porque les abre un hotel. Se marchan porque el alquiler se duplica. Unos apartamentos más aquí. Las que vienen son solo una muestras, pero lo suficientemente poderosas como para ejemplificar un patrón que promete convertir el kilómetro cero de València en más previsible, más ramplón, más homologable a cualquier parte y a la vez sin ser ninguna.

Entre San Vicente y Maria Cristina, en un edificio vértice, de la plaza y de la historia, los editores de la publicación Gràffica hicieron de un local de la octava planta todo un estandarte de cómo desde València la voz universal puede sonar sin distorsión ninguna.

En la calle Danzas, donde atronaba la sombra de un pasado esplendoroso y medieval, el establecimiento Simple fue una de las enseñas de una nueva València superando su peor simbolismo como estandarte de la crisis española. 

En la calle de Sant Ferran, en una vía que parecía una pequeña zona cultural privilegiada, Sebastian Melmoth ha venido siendo una especie de caja de sorpresas del diseño más carismático. 

Apenas unos pasos separan estos tres puntales de una València en progreso, mejor, en busca de profundidad. Lugares que hacen interesante la ciudad, ahora expulsados por hospedajes para gente que quiere ver una ciudad interesante. 

Las oficinas de Gràffica

Qué ocurre. “ Quieren convertir el edificio creativo en un hotel. En principio es algo que se puede entender”, señala uno de sus editores, Víctor Palau. 

Qué podría ocurrir. “Para nosotros supone cambiar muchas cosas. Ahora mismo casi todo el equipo viene a trabajar a pie con lo que supone para cada uno esto. No coches, no parking, no estrés… Por otro lado, tener la oficina en el centro de la ciudad hace que el centro tenga vida real. Nuestros proveedores son las tiendas, los negocios, los servicios del centro. A lo largo de los años hemos ido viendo cómo cada vez hay menos de casi todo, y más de servicios para turistas. Y cómo cada vez hay más turistas nuestro edificio se reconvierte de un edificio de oficinas (con todo lo que lleva alrededor) a un hotel. Al final el centro de las ciudades parece que están pensado solo para turistas y visitantes y no para que la gente desarrolle su vida”. 

Qué ocurrirá después. “La mayor amenaza para nosotros será tener que buscar un nuevo espacio fuera de la ciudad que al final nos deshumanizará de nuestro entorno, nos obligará a usar el transporte privado y supondrá poder trabajar con más trabas y más problemas”.

Qué reflexión provoca. “Cada uno con sus propiedades puede hacer lo que quiera pero esto, creo, que va más allá del uso que se le da a los edificios. Tener una ciudad que vaya a favor de la creatividad, del emprendedurismo, de generar negocio, de tener una calidad de vida, de pensar más en las personas y no tanto en el turismo, los coches, la contaminación… también es pensar en qué uso le damos a los espacios, las calles, y los edificios. Si solo queremos tener hoteles y restaurantes para turistas tendremos una ciudad peor donde se vivirá peor”.

El proyecto de Sebastian Melmoth

Qué ocurre. “Nos estamos viendo obligados a marcharnos de nuestra ubicación actual porque se nos propuso una subida del alquiler que no podemos asumir (sabemos muy bien dónde llegan nuestro límites, y la subida junto lo que pagamos unido a todos los gastos y pagos que conlleva tener un comercio suponía la muerte en cuestión de tres o cuatro meses del proyecto). Con nuestra renuncia a este local se va a poner en venta el edificio para hacer pisos turísticos”, explican Los Melmoth.

Qué podría ocurrir. “Teníamos un año (este local lo dejaremos el 6 de enero si no aparece nada nuevo) desde que sabíamos que íbamos a dejar el local de la calle san fernando y la búsqueda ha sido infructuosa. A día de hoy no hemos encontrado un local adecuado a nuestras pretensiones de tamaño, zona y precio de alquiler. Los locales del centro son prácticamente intocables para un comercio minoritario como el nuestro, los propietarios esperan que les caiga la franquicia de turno o algún emprendedor sin experiencia que se arruinará a los pocos meses pagando un alquiler tan elevado. Los locales más alejados bajan el precio aunque están muy lejos de la realidad de las zonas y afluencia de público, y en otros casos te encuentras con sitios casi en ruinas. El gran problema es que saben que lo van a alquilar; en todas las visitas que hemos realizado el comentario que siempre se repite es que hay varios negocios interesados en el local, entre ellos un espacio de alquiler de patinetes eléctricos. Es la vuelta a la cultura del pelotazo, algo muy típico”.

Qué ocurrirá después. “La búsqueda del nuevo emplazamiento nos ha generado una desilusión tremenda por todo lo que estamos viendo, pero a la vez nos a abierto nuevas puertas. Somos gente creativa y solemos utilizar los inconvenientes a favor nuestro para generar nuevas ideas y expectativas”.

Qué reflexión provoca. “LLevo 15 años viviendo en Valencia y teniendo comercio, y he visto como la crisis dejaba la ciudad hecha un páramo y ahora veo que esos locales que hace 6 años no valían nada se han revalorizado de una manera increíble, una locura. Parece como si quisiéramos explotar el turismo a toda costa y lo que están haciendo es dinamitar la ciudad por completo, la ciudad no pueden convertirse en un parque de atracciones de y para los turistas, está hecha para la gente que vive 365 días en ella. Negocios que hacen diferente a la ciudad no pueden desaparecer. Tenemos un negocio que muchas veces no es rentable (y lo asumimos) pero es un punto y vivero de cultura, parece mentira que esto no interese y estés completamente desprotegido y seas uno más y por el contrario la ciudad esté llena de negocios que no ofrecen prácticamente nada”. 

El proyecto de Simple. 

Qué ocurre. “Después de 6 años en la calle Danzas donde al principio al cerrar las puertas salía solo de la tienda en la oscuridad, ya que no había vida en esa calle, y después de recuperarla gracias a los comercios que luchan día día como Madame Bugalú o nosotros mismos, nos llega una carta certificada de un bufete de abogados diciendo que el edificio ha sido adquirido por nuevos propietarios (dentro de mi conocimiento, un grupo inversor rumano). Dos meses he tenido para búscame la vida”, pronuncia su responsable Javier Ferrer. 

Qué ha ocurrido. “Obviamente en mi negocio es muy importante tanto la arquitectura (una fachada del inmueble que transmita honestidad) como la ubicación,  por cuota de mercado, por nuestros clientes. Así que estaba muy limitado en la búsqueda y además el presupuesto se ha triplicado en alquiler.  En mi caso el espacio es más reducido y el alquiler más caro. Como positivo, el nuevo marco arquitectónico es bestial, casi podemos ver el Miguelete y vemos el cimborrio de la catedral al igual que la puerta románicas. Oír las campanas a la mañana es un momento muy hermoso”.

Qué reflexión provoca. “No quiero ser negativo y así son las reglas del mercado. ¿Pero de verdad València necesita tanta capacidad hotelera o de apartamentos?, ¿no creemos que pueda ser una nueva burbuja muy fácilmente explotable? Debemos cuidar nuestra fuente de ingresos y mimar el turismo desde la calidad  y no la masificación. Y una pregunta más: ¿es posible calidad y cantidad? Me gustaría pensar que pudiera ser…”. 

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