VALÈNCIA. Los monstruos no solo se esconden dentro de un armario abarrotado, o debajo de la cama de los niños que se portan mal. También se les puede ver en televisión, dando acalorados discursos y convencidos de que lo que dicen es cierto. Algunos días los monstruos también se pueden ver reflejados en un espejo y los más afortunados pueden contar hasta con su propio libro. Rescatando la historia de algunos de ellos el autor y dibujante Javier Sáez Castán les dota de manos, piernas y diálogo en Extraños, su nuevo cómic a gran formato en el que entre el blanco y negro cuela tres tintas de color para hablar de tres monstruos desgraciados y mucho más inofensivos de lo que parecen.
Para Sáez los monstruos representan de alguna manera a los marginados de la sociedad, aquellos sobre los que el resto de la gente gira la cara y que se van alejando del mundo: “Para mí es como observar a los que no quieren formar parte de los grandes grupos o colectivos, son los que se apartan de todo. Desarrollo un tipo de obsesión por observarlos y analizar lo que hacen”, añade el autor, quien en cierta manera incluye en este grupo al lector y a sí mismo.
Con su cómic lo que hace es hablar de lo socialmente aceptado, de cómo encontrar un lugar puede ser complicado y como se convierte en la meta de sus protagonistas, de los “monstruos” que nos rodean constantemente: “Hay cierta ternura en contemplar cómo intentan encontrar un sitio que nunca localizan, es un poco la reflexión. Nosotros mismos no llegamos a encontrar ese sitio y aunque lo encontráramos puede que no valga la pena. No sé si querríamos estar en un sitio en el que nos veamos todo el rato”, concluye sobre estos espacios aún por explorar.
En su obra se sirve de tres tintas para contar la historia de los “extraños”. El rosa, azul y verde sirven para que estos protagonistas se distingan del resto de la sociedad que les rodea, los humanos que van en blanco y negro. Para Sáez lo importante de este lenguaje en el cómic es que cada uno se identifique con un color primario y que se distingan: “Se ve con un orden muy cartesiano, nítido y descompone el mundo. El color cae sobre ellos y les ordena, es lo que permite que los veamos como individuales”. Entre las páginas de gran formato se cuela también un tono marrón para tintar agua contaminada, algún que otro personaje secundiario y para dar un toque de color al escenario de su transformación. El color también sirve como indicativo de que el monstruo adquiere una fuerza en el mundo, aunque en según qué casos no sea la deseada.
Para contar esta historia Sáez toma como punto de partida el cómic antiguo. Lo modifica y emplea en su relato ideas que deliberadamente “no encajan” como puede ser la inclusión de mucho texto, lo que obliga a que la obra tenga un gran tamaño, que es bastante útil también para que el lector pueda apreciar los detalles de su trazo. Entre largos textos y con sus detallados retratos Sáez obliga al lector a enfrentarse a una lectura filosófica de lo que es un “extraño”: “Puede referirse a una manera de ver el mundo, no solo al individuo. Creo que los monstruos en su día dieron miedo, pero están como pasados de moda. Ellos están en un proceso de asimilación, el problema es que la gente ya no les hace caso y están entre dos mundos de alguna manera”, concluye quien comienza retratando a los monstruos y acaba construyendo la historia de los marginados.
Entre las enormes páginas de este cómic los “extraños” de Sáez tienen la vida al revés. En cada historia se vuelven, también sin quererlo, en una especie de “súperhéroes”:, no atemorizan sino que ayudan a los humanos, de hecho se acaban pareciendo a ellos. También buscan el amor, un cambio de estilo para mejorar su estética y un brazo sobre el que llorar. Analizando estos problemas del “día a día” Sáez invita al lector a cambiarse de bando y dejar de temer tanto a lo desconocido. Los “monstruos” dejan de dar miedo y se convierten en seres entrañables, se habla de ellos por sus buenas acciones y se desesperan intentando buscar “su lugar”, que resulta que siempre ha estado entre las páginas.