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liquidan la matriz del grupo industrial que operó en aviación, medio ambiente y materias primas

Los Serratosa entierran Nefinsa después de 30 años

javier emilio gonzalo serratosa nefinsa
8/02/2023 - 

VALÈNCIA. El nombre de Nefinsa ocupará apenas 30 años en la historia de la economía valenciana, pero no debe pasar inadvertido pese a la discreción de sus protagonistas y el hecho de que se escribiera más de sus empresas que de la matriz, lo que ha hecho que estuviera en un segundo plano excepto en la prensa económica. La de Nefinsa es la historia de un empresario valenciano que ganó mucho dinero con la venta de la compañía que fundaron sus abuelos y lo dedicó a lo que sabía hacer: crear empresas y muchos empleos, arriesgar, ganar y también perder.

Este martes, la sociedad matriz del grupo industrial de la familia Serratosa anunciaba disolución mediante el preceptivo anuncio en el Boletín Oficial del Registro Mercantil (Borme). Desaparece la firma pero quedan sus proyectos, ahora en manos de otros empresarios.

Hablar del origen de Nefinsa es hacerlo de la Compañía Valenciana de Cementos Portland y la mayor transacción en Europa hasta el verano de 1992, cuando los hermanos Emilio y José Serratosa Ridaura, junto a su primo Alfredo Serratosa Nadal, la vendieron al grupo mexicano Cemex por medio de una 'opa amistosa' en la bolsa española. Lo hicieron cuando el entonces todopoderoso Mario Conde, presidente de Banesto, llevaba desde 1987 intentando hacerse con la empresa fundada por los dos abuelos de los Serratosa Ridaura 50 años antes. La operación se completó por 125.000 millones de pesetas (751 millones de euros). Todo un hito para aquella época.

A partir de ahí, las familias se repartieron el dinero y emprendieron rumbos diferentes, unos más financieros y otros más empresariales. El más empresarial desde el principio fue el de Emilio Serratosa y sus cinco hijos, que pusieron en marcha su proyecto a través de Nefinsa en 1993. Para ello, adquirieron la sociedad vasca Nervión Financiera SA, creada 18 años antes y sin actividad, para transformarla en la matriz de su futuro holding

Un holding industrial basado inicialmente en cuatro áreas para las que vieron mucho futuro al tener pocos o ningún operador en España: aviación regional, distribución de telefonía móvil, medio ambiente y energías renovables. 

En 1994 crearon la aerolínea regional Air Nostrum junto al directivo que iba a convertirse durante años en consejero de confianza de la familia Serratosa: Carlos Bertomeu. Casi 20 años después, la empresa ha padecido todas las crisis del sector que hicieron desaparecer a muchas aerolíneas grandes y pequeñas, pero ha logrado sobrevivir, si bien en manos de Bertomeu y otros socios.

Inauguración del hangar de Air Nostrum en Valencia, en 2004. Foto: EFE/MANUEL BRUQUE

En 1995 los Serratosa vieron futuro en la incipiente telefonía móvil y crearon Nefitel, que llegó a ser la mayor firma de distribución especialista de los antecesores de los smartphones. La vendieron a la madrileña Todofón en 2002, fusión de la que surgió la cadena TeAbla, cuya red acabó años después en manos de Telefónica. 

También en 1995, Nefinsa entraba en la industria del medio ambiente por medio de la sociedad Terraire, que se alió con Abengoa para adjudicarse la gestión del Complejo Medioambiental de Andalucía (CMA), que iba a construir y explotar un depósito de seguridad de residuos industriales en Nerva (Huelva). Nefinsa tenía un 47,5% del polémico proyecto, participación que en 2002 vendió a Abengoa. A cambio, compró a la empresa andaluza un 4,88% de su filial de medio ambiente Befesa. En 2006 se lo revendió por 21,5 millones de euros.

En 1998, los Serratosa apostaron por las energías renovables tomando el 21,3% de Gamesa, una firma que pocos conocían antes de su debut en bolsa en el año 2000. La cotizada vasca arrancó con un espectacular rally en el parqué, cuyas jugosas plusvalías latentes 'picaban' en el bolsillo de los Serratosa. Hasta el punto que en 2005 vendieron su participación en la aerogeneradora con unas plusvalías de 613 millones de euros.

Acabado el siglo y con ocho años de historia, el grupo facturaba más de 200 millones de euros y obtenía un beneficio de 24 millones, cifras que incluyen la participación familiar en la envasadora valenciana de Coca Cola Colebega, que los Serratosa tenían desde su fundación en 1955.

La venta del paquete en Gamesa culminó una etapa de desinversiones y reorganización del holding iniciada en 2002. Además de la venta de Nefitel, Nefinsa se había desprendido del 20,6% que tenía en Colebega y había vendido distintas inversiones en bancos -tenían el 1% del Popular, del que Emilio Serratosa fue consejero-, inmuebles y fincas agrícolas.

El fiasco de Uralita

Y tenían mucho dinero para invertir. En el año 2002, Nefinsa lanzaba una oferta pública de adquisición de acciones (opa) hostil sobre el 35% de Uralita a un precio de 7 euros por acción, lo que se traducía en una inversión de unos 153 millones de euros. Lo hacían para convertirse en socios de referencia del fabricante de materiales de construcción, dado que hasta ese momento solo tenían el 4,7% del capital, que se amplió tras la opa hasta el casi 40%. Por primera vez, Nefinsa apostaba por un sector con más pasado que futuro, inflado además en una burbuja que parecía no tener fin.

Emilio Serratosa, en 2006. Foto: EFE/J. C. CÁRDENAS

Y cinco años más tarde, en 2007, repetían jugada con otra OPA para dar salida a las cajas que tenía entonces en su capital como Caja Navarra, CajaSol, Caja Murcia, Caja Granada, Caja Badajoz y Caja Castilla-La Mancha. La oferta se dirigía al 56% que por aquella época no controlaban y para eso pagaron otros 7,06 euros por título. De esta forma, se valoraba la empresa de materiales de construcción en unos 1.400 millones de euros. Finalmente lograron el 63,28% de las acciones a la que se dirigía la opa.

Justo en aquellas fechas -otoño de 2007-, tres de los cinco hijos de Emilio Serratosa, Pablo, Ana y Begoña, abandonaban Nefinsa para embarcarse en su propio proyecto, Grupo Zriser, mientras que en el holding seguían su padre y sus hermanos Javier y Gonzalo. Una marcha que a la larga se notaría en una Nefinsa que empezaba a ver como los vientos de cola comenzaban a soplar de frente. La crisis subprime de 2008, el hundimiento del sector inmobiliario, la crisis del euro de 2012… no eran ajenas a los intereses del grupo industrial valenciano que dependía en buena parte de los sectores de la construcción y la aviación.

Venta de Air Nostrum

La situación devino tan insostenible, que a finales de 2013 Nefinsa contrató la consultora Seabury para vender Air Nostrum, de la que Caja Duero -obligada a vender por el Frob- tenía un 22% que había comprado en 2006 por 74,8 millones de euros. 

Tras un acelerado proceso competitivo al que se presentaron cuatro ofertas, en enero de 2014 saltó la sorpresa al anunciarse que la oferta ganadora era la presentada por el consejero delegado de la compañía y fiel escudero de la familia, Carlos Bertomeu, apoyado por los médicos y empresarios José Remohí y Antonio Pellicer, fundadores del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), donde Bertomeu tenía una pequeña participación. Pagaron 25,8 millones por el 90% y los Serratosa mantuvieron un 7% -y un consejero- hasta que vendieron en 2019.

Carlos Bertomeu y Javier Serratosa, en 2017. Foto: UV

A mediados de la década pasada, en 2014, Nefinsa elevaba sus pérdidas hasta los 119 millones de euros mientras el auditor mantenía las dudas sobre la viabilidad de Uralita, debido a la ya larga crisis del sector de los materiales de construcción y a los costes derivados de su deuda financiera. El informe daba cuenta de la negociación abierta con sus principales acreedores financieros, liderados por el 'fondo buitre' KKR, con el que había llegado a un acuerdo en abril de 2013, para reestructurar la deuda. Nefinsa controlaba el 79% de la compañía.

Don Emilio se retira

En agosto de 2015, Emilio Serratosa cedió, a los 78 años de edad, casi la totalidad de su participación en Nefinsa (98,98%) a sus hijos Javier y Gonzalo, traspaso que completaría en noviembre de 2018 cuando hizo lo propio con las diez acciones que conservaba. El patriarca se retiraba con la misma discreción que había mantenido en los mejores años de su imperio, cuando apenas se le vio en alguna rueda de prensa o recogida de premios. 

El declive de Uralita, rebautizada en junio de 2015 como Corporación Empresarial de Materiales de Construcción (Coemac), continuó, teniendo que ceder a los americanos de KKR, para refinanciar su deuda, primero el negocio de los aislantes -Ursa-  y, más tarde,  el de los yesos. Cada vez quedaba menos de Coemac, que en enero de 2020 se declaraba en concurso de acreedores, tras lo cual, la CNMV suspendía la cotización cuando marcaba un precio de 2,87 euros por título, menos de la mitad de lo que había pagado Nefinsa por ellos.

Tras vender con autorización judicial los activos a la madrileña Molecor Canalizaciones por 45 millones de euros en 2021, Coemac entró en liquidación a principios de 2022, camino que ha seguido un año después su matriz Nefinsa. 

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