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una producción de la compañía kulunka

'Forever', un relato familiar oculto tras las máscaras

15/11/2024 - 

VALÈNCIA. Dicen que la verdad tiene muchas caras: positivas por un lado y negativas por el otro, las hay que esconden parte de maldad y que son liberadoras. En el teatro, estas verdades, se esconden entre las líneas de un texto, bajo capas de atrezzo y gracias a la interpretación de los actores. En el teatro de máscaras se multiplican y se cuentan gracias a la voz y el movimiento de los actores que consiguen expresarlas con una cara “plana”, que cambia de forma limitada. 

Este fin de semana (16 y 17 de noviembre) llega al Teatre El Musical la obra Forever, de la compañía Kulunka. Un espectáculo que, tras 19 máscaras, cuenta la historia de una familia muy ambiciosa que se enfrenta a la cruda realidad de no conseguir lo que quiere. Gracias a su complejidad y a su ambicioso formato la obra ha obtenido el premio Max a la mejor dirección de escena y a la mejor autoría teatral, que se suma a los premios Talía por mejor espectáculo de teatro de texto y también mejor dirección de escena.

Apoyándose en el humor, el amor y la ironía, se cuenta la historia de una familia compuesta por padre, madre e hijo que se debate sobre su ambición, en un relato en el que “todos son víctima y verdugo”. Una lectura que hace precisamente el padre de la familia, al que da vida José Dault, quien explica que tras las máscaras consigue interpretar a un personaje que cuando descubre la realidad en la que vive es cuando comienza a “enfrentarse a la vida”.

“Hablamos de un elemento de protección dentro de la familia, de personajes que llegan a una serie de errores y aciertos mientras se preguntan cómo están ahí. También de la empatía de los personajes sobre el escenario y de sus expresiones faciales con las que jugamos constantemente, y que ayudan a comprender su historia”, apunta. Bullying, discapacidad y sexualidad se dan la mano en una historia en la que el lenguaje y los códigos son claves para comprender el relato de esta familia que se esconde tras las distintas máscaras. Una historia que se traduce gracias a la mirada del público, que es capaz de ver la emocionalidad de los actores enmascarados.

“Nos cuentan que ven las máscaras llorar y reírse, el público es capaz de ver expresiones sobre un rostro fijo y eso es fruto de nuestro trabajo -apunta Dault- junto a la expresión corporal y la situación en escena, hacemos que se entienda el personaje. Es el espectador el que pone la pieza que falta dentro de esta convección entre el creador y su imaginario, quien articula nuestras ‘caras’ y las dota de nuevas emociones”.

Para introducir a los espectadores en la historia de la familia, la compañía Kulunka emplea una base giratoria que les traslada a tres universos que confrontan a sus tres protagonistas: el salón, la habitación de los padres y la del niño. Un recurso que les sirve para darle un tono más “cinematográfico” con el que acompañan a los personajes en algo que vendría a ser un “plano secuencia”, lo que para Dault les ofrece un dinamismo único: “Son espacios que hablan de la intimidad de la familia y que invitan al espectador a formar parte de esta, contar las cosas que pasan dentro de casa y que desvelan sus miedos e inseguridades”. 

También se sirven de los objetos para que dialoguen con los personajes bajo los que se esconden los actores, que solo ven un 20% de lo que les rodea por las máscaras: “La máscara te obliga a trabajar con la poética de los objetos y como actor te enseña a ponerte al servicio de contar una historia. Los actores aprendemos a movernos por estos espacios y a respirar con las máscaras, de ellas aprendemos que el aquí y ahora en este tipo de teatro es fundamental y entendemos que es importante contar una cosa y después la otra, si no se corre el peligro de que no se entienda”. 

La banda sonora compuesta por Luis Miguel Cobo es la guinda de esta historia que se desarrolla en múltiples espacios, tanto físicos como emocionales, y que permite al espectador sentir el movimiento de las máscaras que permanecen inmóviles. Unas caras de cartón piedra que se mueven en la mente de cada uno y que lloran o ríen para contar la historia de una familia que, en realidad, desea ser descubierta. 

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