VALÈNCIA. ¿Qué hay de queer en Frankenstein, los vampiros, los extraterrestres o en la dualidad de Jeckyll y Hyde? ¿Cómo nos habla el cine fantástico de esas identidades que se salen de la norma establecida? ¿Es posible encontrar en lo raro, lo extraño o lo siniestro un lugar en el que existir con libertad más allá de catalogaciones externas? ¿Podrán los monstruos subvertir de una vez por todas el heteropatriarcado que castiga y vapulea sin descanso?
Estos son algunos de los interrogantes que rodean al ciclo Queer Horror, organizado por el Museu de Belles Arts y coordinado por los docentes Teresa Sorolla (Universitat Jaume I de Castelló) y Carlos Cuéllar (Universitat de València). Ocho películas de épocas y filiaciones diversas permiten analizar la representación fílmica del deseo que transgrede la moralidad imperante y las vicisitudes de sus protagonistas, que, relegados a los márgenes del sistema, buscan transitar sus propios caminos. Entre sustos, sobresaltos y giros de guion, la lectura queer de estas cintas permite abrir grietas en las paredes de esos diminutos cuartuchos vitales impuestos socialmente en los que parece imposible respirar, crecer y estirar los dedos hasta rozar otros cielos.
Las sesiones, que comenzaron el pasado 13 de abril con La hija de Drácula y se desarrollarán cada martes hasta mediados de junio. Esta propuesta, que toma como referencia el libro Queer Horror que Cuéllar publicó en 2020 con la editorial Shangrila, supone el segundo de los tres ciclos cinematográficos que ha programado el Museo y que arrancó con una revisión de la figura de la ‘mujer fatal’.
Esta expedición identitaria a golpe de fotograma recorre un siglo de historia del celuloide, desde los años 30 hasta la actualidad. Y es que, un pequeño ejercicio de arqueología cinematográfica es suficiente para comprobar que esa voluntad por explorar otras formas de existir, de sentir y de pensarse, por indagar en la diferencia, no es precisamente una moda de los últimos 20 minutos, sino que habita en el espíritu de las narraciones desde el inicio mismo del ser humano. Basta con aplicar la mirada adecuada. En la constelación seleccionada para este proyecto, se encuentran títulos que en apariencia pueden resultar animales muy distintos: Frankenstein creó a la mujer, Más allá del valle de las muñecas, The Rocky Horror Picture Show, El placer de los extraños, La piel que habito... Sin embargo, como señala el docente de la UV, las películas seleccionadas pueden leerse desde una perspectiva queer precisamente por exponer, cada una a su manera, “la permeabilidad de las fronteras entre lo humano y lo monstruoso como metáfora que cuestiona la identidad de género y la identidad sexual, proponiendo alternativas en el campo de la praxis sexual”.
Así, la fauna audiovisual seleccionada abarca desde el “terror sugerente y la transgresión velada propios del cine clásico, al horror explícito y la transgresión radical del modelo moderno, hasta llegar a la situación actual donde todo cabe y en ocasiones (aunque no sería correcto generalizar) se apuesta más por la apariencia superficial e impostada que por la autenticidad genuina”, sostiene el experto.
Acompañado por la criatura siniestra que toque en cada momento, el espectador va observando cómo bajo la apariencia del horror, el cine fantástico “auspicia la representación de alternativas sexuales, que, en el contexto en el que fueron rodadas esas obras, no se habrían podido mostrar de otra manera-- apunta Sorolla--. Por ejemplo, nos muestran a una vampira que parece estar sedienta de sangre humana, pero con el juego de planos es obvio que nos están hablando de su deseo hacia otra mujer. No solo es importante qué se cuenta, sino cómo se cuenta pues todos esos elementos añaden otros significados”.
Monstruos de ayer para problemas de hoy
Drácula, Frankenstein, el Doctor Jeckyll… varias de las cintas seleccionadas por los coordinadores de esta travesía fílmica se basan en figuras clásicas de la literatura para ahondar en todas las capas de entendimiento que puede encerrar un relato. Los monstruos del ayer siguen encarnando las problemáticas sociales del ahora. “Se recurre a esos monstruos con los que estamos familiarizados, que ya conocemos de sobra, y se reivindican sus rarezas y diferencias. Se ensalza aquello que en la superficie puede parecer siniestro. También se vuelve una y otra vez a los mitos tradicionales; por ejemplo, La piel que habito, no deja de ser una aproximación a Pigmalión y Galatea; un hombre que esculpe a una mujer según su capricho, aunque aquí lo haga con una brutalidad tremenda”, apunta la profesora de la UJI.
Y a pesar de que gran parte de las piezas que integran este ciclo corresponden a décadas pasadas, Cuéllar defiende la plena vigencia del Queer Horror en el cine actual, ya que considera que todavía conjura “miedos y, sobre todo, inquietudes que no nos han abandonado porque las instituciones no han sido capaces de gestionar la solución de problemas tan básicos como los que denuncia el movimiento queer que no solo hace frente al poder patriarcal sino también a la normativa heterosexista en general, incluido el caduco y reduccionista feminismo heteronormativo que todavía sigue siendo un lastre importante en una sociedad como la nuestra”.
En la actualidad la propia teoría queer se está viendo cuestionada y atacada tanto por los sectores más conservadores de la sociedad como por el feminismo transexcluyente. Frente a esa tesitura, el profesor de Historia del Arte apuesta por el arte como herramienta fundamental para hacer llegar sus ideas a un público masivo y pulverizar el odio. “No existe consenso a la hora de definir el concepto queer, ni entre los analistas ni entre los miembros del propio colectivo. En ese sentido, es lógico que la sociedad se sienta desorientada e, incluso, atemorizada ante un fenómeno que suele explicarse mal y es manipulado por el discurso político”, admite. Y justo por ello, defiende que los artefactos culturales “pueden contribuir a aclarar las dudas no desde la teoría sino desde la práctica, desde el ejemplo, con películas, series televisivas, videoclips, videojuegos…”.
“El siglo XXII será queer o no será”
Hablar de Queer Horror implica sumergirse sin reservas en las espesuras de la metáfora, rendirse ante el poder que tiene lo simbólico en la naturaleza humana. Para el especialista, el universo fílmico constituye un “espejo de la cultura que lo genera y toda producción puede ser analizada como documento histórico del momento en que se realiza. En los títulos fantásticos, lo sobrenatural suele ser empleado como metáfora de cuestiones que preocupan profundamente al ser humano”.
Sorolla tira mucho más del hilo de la memoria colectiva y recuerda que ese juego nace mucho antes de que el fotograma fuera siquiera una posibilidad. De hecho, “ya está muy presente en los cuentos de hadas, en esa Caperucita que no debe cruzar sola el bosque... Todo está ya contado en La Odisea y la Ilíada. El audiovisual recoge toda esa herencia narrativa y juega con los puntos de vista y las perspectivas. Una buena muestra de ello es esa escena de El espíritu de la colmena en el que vemos a Ana Torrent viendo a Frankenstein en la pantalla, esa mirada...”.
En la misma línea, el autor de Queer Horror. La deconstrucción del género y de la sexualidad en el cine fantástico afirma en dicho volumen que estas cintas emplean los elementos sobrenaturales y pseudocientíficos “como una expresión artística para hablarnos de manera más o menos disimulada de conflictos que todavía no hemos sabido resolver”. Conflictos que, en su opinión, generan “graves problemas de naturaleza social, filosófica, política, psicológica e, incluso, médica” y que derivan “de la necesidad de establecer categorías para etiquetar a los seres humanos y sus conductas en torno a la sexualidad, como si fuéramos productos de un supermercado”. Alien, el octavo pasajero, Psicosis, American Horror Story o Penny Dreadful con algunas de las piezas que analiza en sus páginas.
Y acabamos echando un ojo al minuto y resultado más allá de nuestras fronteras. En el ámbito anglosajón, el campo del Queer Horror ha sido analizado y estudiado. No ocurre igual en las coordenadas mediterráneas que habitamos, donde todavía constituye un territorio casi inexplorado por los estudiosos del celuloide. “Precisamente, ese es el motivo por el cual la editorial Shangrila aceptó publicar mi libro-- indica Cuéllar--. Confío que en breve sean más quienes se animen a estudiar el fenómeno. El cine fantástico ha planteado alternativas que pueden hacernos reflexionar e inspirar soluciones reales para construir un mundo mejor. Quizás sea un ingenuo, pero me anima pensar que el siglo XXII será queer o no será”.