VALENCIA. En 2007 Eric Rieger protagonizó una de esas microrrevoluciones que insuflan una bocanada de aire fresco al sector creativo. Licenciado en Bellas Artes y Diseño, los muros de Minneapolis, en Estados Unidos, se convirtieron en el perfecto lienzo para sus primeras obras de Street Art. Sin embargo, el miedo a las duras multas impuestas por el gobierno estatal y el impacto de la muerte de su abuela le hizo replantearse su corta trayectoria. Primero se bautizó con un nuevo nombre, HOTTEA, para después sustituir el aerosol por un material más fácil de manipular: la lana.
Los grafitis textiles empezaban a tomar forma nudo a nudo en una primeras creaciones que, como en el caso de las pinturas urbanas en etapas iniciales, se basaba en reproducir su firma a través de hilos de colores. La mediática propuesta de Rieger supuso una nueva forma de emplatar el arte urbano, un formato que poco tardó en conquistar las principales ciudades europeas. No es extraño ver ahora, en la calle Corretgeria o en la plaza Lope de Vega, algunas obras de arte urbano hechas con tejidos, que han conquistado muchos de los rincones de Ciutat Vella. Pero, ¿quién las realiza?
Santi Carbonell, que firma como Uday1973, es uno de los que, inspirado por el trabajo de HOTTEA, decidió implantar en Valencia una tendencia que, en un primer momento, desarrolló sin tener mucha idea de tejer. Así las cosas, fue en mitad de la noche que decidió recorrer algunos de los principales puntos de Valencia para dejar su particular as de corazones. La mañana después de su hazaña, las puertas del Ayuntamiento despertaron con pedazos de tela para recibir a la entonces alcaldesa, Rita Barberá, mientras que la escultura en honor al banderillero Manolo Montoliu, frente a la plaza de toros, sumó al traje de luces dos guantes de lana.
Fue en un taller de Benimaclet que aprendió a tejer de verdad y así a desarrollar una técnica que tarda en calar. “Otras ciudades se están cogiendo mucho a esta tendencia, me gustaría que lo hicieran más en España”, afirma Carbonell. Pero este no es el único material ‘poco habitual’ con el que el artista urbano decora las calles del cap i casal, que se inició creando figuras pixeladas. Flores silvestres, piezas de plástico, baldosas o madera se han convertido en las otras opciones de su paleta, porque “no es cuestión de limitarse”.
Es la valenciana Raquel Rodrigo, atrezzista y escenógrafa, la autora de una de las instalaciones de yarn bombing más fotografiadas de la ciudad. Ubicada en la plaza Lope de Vega no fueron pocos los que de un día para otro se sorprendieron al ver uno de los estrechos inmuebles cubierto por una reja en la que se entrelazan flores de tela. El proyecto de Arquicostura se ha convertido en una reinterpretación de la naturaleza a partir de elementos que le son ajenos. "En la obra se reflexiona sobre la conceptualización misma de MATRIZ en el sentido tecnológico, reinterpretando el concepto de píxel como unidad mínima de contenido en una matriz ordenada. En este punto, tecnología y tradición convergen. El píxel como unidad matricial se sustituye por un punto de cruz", define la propia autora. "A una distancia determinada, el ojo humano mezcla los colores en la retina y aparece la imagen, el retrato directamente sobre el soporte arquitectónico gracias a la característica de transparencia de la tela metálica, de manera que la superficie original aparece bordada".
Acciones más o menos organizadas, el grafiti textil también llegó las pasadas Navidades al mercado municipal del Grao. El espacio fue objeto de una intervención artístico-cultural creada por el colectivo Enredant, a través de Nomad Events y la asociación Proyecto Matraz, que no solo cambió la cara del desangelado mercado, sino que lo dotó de actividad. De esta forma, el lugar, sujeto a un proceso de transformación todavía por resolver por parte del gobierno muncipal, se transformó en microteatro, acogió talleres, cuentacuentos, clases de yoga o sala de baile. Todo ello envuelto en metros y metros de cuerda de colores.
Desde hace aproximadamente cuatro años el grupo Mujeres y punto lleva a cabo acciones para sacar del armario una actividad históricamente escondida entre las cuatro paredes del hogar. “Es una labor reivindicativa. Antes parecía que era una cosa sin valor, de señoras mayores, pero tiene un valor social. Es un lenguaje denostado”, explica Rocío Parrilla, miembro del colectivo. Su primer gran proyecto fue una pancarta con el lema ‘No aparques tus sueños’, que colocaron en la zona de aparcamiento del campus de Tarongers de la Universitat de València para protestar contra los recortes en educación y la subida de tasas.
Desde entonces han colaborado con distintas entidades, muchas de ellas de carácter solidario, y han cubierto bancos y bolardos de parques de toda la ciudad con sus características creaciones. “Los grupos que cubren con lana el mobiliario urbano existían por toda Europa, nosotras le dimos un toque especial con los tubos”, explica Parrilla. Su particular modus operandi las llevó a recibir una invitación formal para participar en el festival de música reggae Rototom Sunsplash, que se celebra cada año en Benicassim. La organización cedió al colectivo en esta última edición un espacio para que lo decoraran a su antojo.
Lejos de quedarse en ese concepto anticuado y acercar el urban knitting al aspecto más social, la entidad está inmersa en la creación de un proyecto está cargado de tintes políticos. Ante la falta de mujeres cabeza de lista para las próximas elecciones, el colectivo Mujeres y punto se ha unido al escultor Juan Flores para llevar a cabo una instalación artística que presentará numerosas cabezas cubiertas por mordazas moradas que representarán la "invisibilización de la mujer" en diferentes espacios de la vida pública. Por supuesto, serán ellas quienes tejan sus propias mordazas.